En el colegio nada era mejor que en casa, aunque tampoco me importaba demasiado. Levantarse para ir a clase y escuchar lo que el profesor tuviese que decir durante unas horas no era lo peor, la tortura llegaba tras la tercera clase. Cada recreo parecía ser peor que el anterior y si no me castigaban por estar leyendo o dibujando en clase, me sentía afortunado. Jamás lo entendí, ¿qué razón existe para reprimir la creatividad de un niño que siente no encajar y padece la necesidad de expresarse como si cada segundo, cada latido y cada inhalación fuese la última posibilidad de crear algo? ¿Y si el problema no somos nosotros? Quizás el problema es el sistema, que nos mete a presión todo aquello que creen que cabe en nuestra cabeza hasta hacernos creer que realmente tenemos un mínimo de sabiduría. Pero no. No sabemos nada. Nos han enseñado a memorizar para que nuestro adoctrinamiento sea más fácil, porque es lo que quiere el sistema, que aceptemos todo aquello que viene de quienes hacen ver que se merecen respeto. Obedece a tus padres, profesores, a la policía, a la televisión, ve a la iglesia y obedece cada vez que te pidan que te pongas de rodillas. De rodillas, en pie, de rodillas, en pie. La iglesia quiere tenernos controlados, ser el poder del sistema que mueve los hilos, pero, ¿acaso no consiste toda nuestra existencia en eso? En el poder. En sentirnos superiores, la sensación de controlar, ejercer la autoridad que nos enseñan a desarrollar desde el maldito día en que nacemos hasta el bendito día en que morimos. ¡Obedece! ¡Hazlo! Hazlo sin dudar, sin cuestionar, porque lo estarás haciendo sin motivo. Intenta no ser un problema, no suponer un estorbo, porque los clavos que sobresalen son golpeados con mayor fuerza. Aguanta las cadenas que te ponen al nacer como si no conocieses nada más, como si alejarte de todo aquello que te ata hiciese lo contrario, quitarte más libertad. Sé un un número más, al fin y al cabo, no eres nadie, ¡nadie! En eso consiste todo, ¿lo entiendes?, en el poder, en amedrentar y vivir nuestra vida encerrados tras muros de contención que evitan que nuestras palabras sean escuchadas, en vivir con miedo a sobresalir por ser golpeado, vivir con un cielo inmenso por delante y estar condenados a vivir con alas de cristal. ¿Acaso no lo ves? No somos mucho más que mentes criadas en cautividad, ¡vive! Hazlo, pero recuerda que es difícil vivir en libertad sin sentirse libre.
Nunca entenderé por qué despertar de nuestro sueño es tan complicado, por qué la mente humana cree que es libre de controlar las vidas de los demás y someter sin piedad a todos aquellos que creen ser alguien. Y yo aquí, tirado, pidiendo controlar un minuto, un segundo, mi cuerpo y mis sentimientos. Lee, dibuja, escribe, crea, destruye, movilízate, organízate y comprende que todos los muros de contención que nuestra sociedad ha creado son ficticios, toda opresión debe erradicarse sin miramientos, cada uno debe educar, compartir y enseñar, para darse cuenta de que lo correcto no es obedecer.

Un corazón que bombea napalm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora