Como iba diciendo, cuando no era castigado, me veía obligado, y quiero decir obligado, a estar en el patio junto con mis compañeros. Pasé más tiempo escondido en los baños o tras las escaleras que relacionándome. Nunca me sentí cómodo con las interacciones sociales. Creo que nos hacen débiles y nos destruyen. Hacen desaparecer de nosotros todo lo que queda de original en nuestra personalidad, y si obedeces, acabas siendo un número más. Pasas tu vida intentando encajar, creyendo ser original, distinto, único, y eso es, probablemente, lo que más homogéneo te hace en la sociedad del poder. Tu ropa, dinero, estilo, cuerpo, todo, te hace vulgar. Hace que sientas la necesidad de compartir quién eres y sentir que eres especial. No eres nadie cuando crees ser alguien, te hace ridículo, te hunde en la miseria moral. Todo el repugnante materialismo no te hace diferente, te hace ser lo más vulgar y común que puedas encontrar entre la basura. No destacas por tu ropa, pelo o sonrisa, y si a alguien le pareces diferente por estas cosas y esto te agrada, es porque estás en el mismo nivel de vulgaridad mental que esa persona. Hay mucho más. Es tu actitud, tus ideas, tu mente. Ahí es donde está todo. En tu cabeza, aunque la pierdas, tu mente siempre está ahí, siendo única y sabiendo cuándo decides ser vulgar, cuando te comportas como un gilipollas con quien no lo merece, con quién pagas tus patéticas frustraciones, para dar miedo, para sentir que tienes poder, cuando eres tan patético que crees destacar por tu basura material. Mostramos las partes de nosotros que creemos que gustarán, y eso nos hace ser más vulgares aun. Enseñamos todo aquello que pensamos que nos hace diferentes, por placer, por buscar la aprobación y la sensación de encajar, gustar, y eso hace que caigamos al mismo nivel de vulgaridad que padecen quienes creen que lo material es lo que nos hace únicos.
Y así es como interaccionas en sociedad, con la sensación de que tienes poder y que eres diferente, que tienes algo que aportar y que te conviertes en alguien importante, una autoridad, algo que seguir u obedecer. Pero te equivocas, nunca dejarás de ser un cualquiera, nunca. Odio con todo mi corazón a todas aquellas personas que creen no ser vulgares e intentan mostrarlo, dejando en evidencia inconscientemente que saben no ser nadie y lo padecen en silencio, tratando de ocultarlo.
Mis compañeros de clase eran vulgares, y yo el que más. Tratando de ocultarme, sabiendo que nunca fui ni nunca seré nadie, intentaba ocultar mi frustración por existir en una sociedad en la que serías objeto de burla al mínimo descuido. Trataba de hablar lo mínimo posible, es al final mostrar quiénes somos lo que nos hace más débiles, y la autodestrucción de mí mismo, física y mentalmente era una necesidad que se acrecentó con los años. ¿Por qué esa obligatoriedad de vivir siendo un ser social? ¿Por qué compartir quienes somos si lo único que hace es debilitarnos? Mostramos las partes que creemos correctas de nosotros para sentir que no somos exactamente iguales al resto de personas que nos rodean, pero esto a lo único que lleva es a decepcionar a las personas que creemos adecuadas para entender y poseer los pequeños momentos de los que estamos compuestos, sin ser conscientes de que de esta forma, sólo nos hacemos más débiles.

Un corazón que bombea napalm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora