Capítulo 5

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Viernes, 7:39p.m.

Salí de la ducha y me vestí de nuevo con el pijama, hoy no iba a salir. Un momento, ¿y mis cortes? Ya no estaban, juraría que ayer seguían ahí, si, de hecho se los enseñé a Max, ¿que cojones? Bueno... No importa. Me sequé y planché el pelo, me gustaba estar bien aseada.

-Hoy no vas a salir?

-No, no tengo ganas, la vagancia me puede.

Mi tía se rió.

-Bueno, pues yo me voy a casa de unas amigas a cenar, ahí tienes pan y fiambre, puedes hacerte un bocadillo o no sé, lo que te apetezca. Ah, y tira la basura.

-De acuerdo, que lo pases bien.

Ella se fue dejando la casa sola para mi(͡° ͜ʖ ͡°).

Meh, no iba a hacer nada interesante.

De repente me mandaron un mensaje, tenía miedo, pero esta vez iba a abrirlo. Eran del instituto, decían que el lunes ya podíamos volver. Puta vida.

Fui hacia el salón para seguidamente encender la tele y tirarme al sofá. Justo hacían hora de aventuras, ya había visto todos lo capítulos pero oye, que nunca me cansaré de verlos.

No sabía que hora se había hecho, pero pude deducir que era tarde, miré mi móvil, las 9, bien.

Fui a la cocina y me hice un bocadillo de cosas que habían por ahí. No sabía lo que le había echado pero estaba bueno.

Subí a mi habitación para tumbarme en mi cama, no tenia ganas de hacer nada, pero, entonces, vi mi cuchilla en la mesita, me pedía a gritos que lo hiciese.

-Vale... Pero no muchos.

La cogí y la pasé varias veces por mi muñeca, hacia mal al hacerlo, y lo sabía, pero cuando lo hago... Me olvido de todo.

Después de eso ya no quise dormir así que volví al sofá. Soy demasiado vaga. Ya no hacían hora de aventuras. Ahora hacían mierda. Así que cerré los ojos por unos segundos.

-Hostia! La basura! -dije cuando me acordé de que tenia que sacarla.

Me puse unas zapatillas, una bata y fui a tirar la basura. El contenedor estaba en un callejón, no sabía si era un callejón pero era como un camino de poca longitud y sin salida. Por lo menos las farolas funcionaban.

Llegué al contenedor y escuché un ruido detrás de mi, eso me asustó. Tiré la bolsa dentro del contenedor y asustada me di la vuelta.

El chico de mi clase y unos más estaban ahí, observándome.

-Me encanta tu look. -dijo él.

-Que queréis? -dije nerviosa.

-Perdona, no nos hemos presentado, me llamo Pablo.

No le contesté, esa situación no iba a acabar muy bien.

Uno de sus amigos me tiró una botella de cristal la cual se rompió en mis pies.

-Pero eres retrasado o qué? -me atreví a decir enfadada.

-Uy uy, cuidado, que se nos cabrea.

-Me lo tomaré como un si.

-A nadie le importa.

-Eso ya está muy gastado, anticuado.

-Oh, lo siento, le diré a tu madre que me enseñe.

Vale, eso me dolió, siempre voy a ser yo la que más sufra eso está claro.

-Cuando una persona está muerta no puede hablar, así que poco te va a enseñar, inculto.

Pablo me cogió de los hombros y de un empujón me tiró al suelo, ellos me rodearon y empezaron a darme patadas por todas partes. El dolor estaba por todas partes, no podía hacer nada, estaba inmovilizada. Me tapé la cara con los brazos y me apreté para no sentir tanto dolor. Patadas en la barriga, espalda y algunas chafadas en la cabeza. Mis lágrimas salían a montones. Nunca había sentido tanto dolor desde la muerte de mis padres. Una botella de cristal rompió en mi espalda y noté como me empujaban hacia los cristales. Estos se clavaban en mi espalda poco a poco.

-Pablo, deberíamos parar ya. -dijo un amigo suyo preocupado.

-De acuerdo, ya le hemos dado lo suficiente.

Eso me tranquilizaba un poco pero aún me dolía todo. Una última patada acabó en mi estómago. Y escuché como se iban corriendo. Yo me quedé allí sola, llorando, sin poder moverme, con la esperanza de que alguien viniera a salvarme.

No podía con ese dolor, aun me dolían los golpes, nunca me habían pegado tal paliza.

Esta no se la iba a perdonar, se la iba a devolver, no se como, pero de alguna manera tenía que hacerlo.

Pasaron segundos que parecían minutos, minutos que parecieron horas. Yo allí seguía. Viva, no entiendo como. En ese momento mis ojos se fueron cerrando poco a poco hasta que todo fue negro.

Una suicida inmortal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora