Capítulo 4

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Jueves, 3:30p.m.

Después de lo que Max me dijo ayer tenía ganas de saber el por qué, no, no le pregunté, como vi que se puso triste decidí no hacerlo y empezar a hacer gilipolleces. Como los del instituto aún no nos habían avisado le dije que si podía quedar a las 4. Ella me dijo que si así que yo comencé a vestirme.

Ya eran las 4 así que fui hacia su casa, por el camino pensé en lo que le iba a preguntar, aun no lo tenía muy claro la verdad. Por un momento pensé que pasaría si ella se enterase de que yo he hecho lo mismo.

Al llegar a la puerta, toqué el timbre.

-Si?

-Baja.

-Voy.

Bajó enseguida, esta vez no lo conté pero yo digo que menos de un minuto.

-Bueno, para qué querías quedar?

-No sé, tampoco quería estar en casa aburrida.

-Y que hacemos?

-Vamos al bosque como ayer?

-Vale!

No dirigimos al bosque sin hablar mucho, raro en ella, es muy habladora.

Llegamos, buscamos sitio para sentarnos, encontramos uno en plan con una grandes piedras así que decidimos sentarnos en ellas.

-¿Puedo preguntarte una cosa? -dije nerviosa.

-Claro.

-¿Por qué lo has hecho?

-¿el qué?

-Los cortes.

Hubo un silencio incomodo durante unos segundos.

-Tengo muchos problemas.

-Los cortes no van a solucionar nada.

Ella miraba al suelo, yo mantuve mí vista en ella. Se le veía nerviosa, apunto de explotar.

Lo gracioso es que yo también lo hacía y le estaba diciendo que no solucionan nada.

-Eso no lo sabes.

-Si que lo sé.

-No! No lo sabes!

-Segura!? -Alcé el tono de voz.

Ella me miró desafiante, entonces yo levanté mi manga y aparté mis muñequeras, entonces mis cortes fueron visibles.

Max se quedó con los ojos muy abiertos, ella no se lo esperaba.

-Que!! Que me dices ahora!? Sigues pensando que no lo sé!? -grité y se me escapó una lágrima.

-Katya... -tapó su boca con sus manos.

-Los cortes no ayudan. Que si, que te sientes mejor, que el dolor sale, pero no van a solucionar nada. Tu vida no va a cambiar por ello, hagas lo que hagas seguirán insultándome, porque todos son unos inmaduros que solo insultan a la gente débil para sentirse bien cuando en realidad son pura mierda.

Max agachó la cabeza y vi como su pecho subía y bajaba con dificultad, eso solo significaba una cosa, lloraba.

-Y ahora dime, ¿por qué lo haces? -me puse a su lado.

-Estoy harta de que todos me insulten por mi físico y mis gustos. Hasta el coño de que mi madre me esté riñendo todos los putos días, y encina mi hermana, la única que me apoya, está empeorando. Estoy harta de no servir para nada.

-Tu hermana? Que le pasa?

-Está ingresada con cáncer, lo recuerdas?

-Ah si... -dije apenada, su hermana de 24 años, la cual es la única que le apoya tenia cáncer eso tenía que ser jodido. -Por lo de tu madre no te preocupes, ella solo intenta ayudarte, protegerte, ella te quiere mucho, la conozco y lo noto. Y no pienses que lo hace a mal. No te alejes de ella, no sabes lo que es no tener el apoyo de tus padres. Cuando los míos murieron no me dio tiempo a decirles te quiero y se quedaron con mis gritos. -lágrimas salieron de mis ojos.

-Lo lamento...

-Lo de tu físico no importa, todos son unos putos retrasados de mierda que no saben el daño que pueden llegar a hacer con una palabra. Se meten con los débiles, con los que no pueden defenderse. Con la gente más buena emocionalmente. Y sirves para muchas cosas, sirves para sostenerme.

-Sostenerte?

-Si, por ejemplo, imagina que soy una mesa, mi tía y tu sois las patas más importantes y si no estáis ahí la tabla cae. Pues yo soy esa tabla.

-hacemos una promesa? Si yo no me corto tú no te cortas y viceversa.

-Y si una se corta?

-La otra lo hace, ya que a mi me duele que lo hagas.

-De acuerdo.

Me parecía bien. Yo también sufría al ver sus cortes. Aunque cortarme era como sacar todo lo que llevaba dentro durante unos minutos pero por Max resistiré.

****

Después de eso volvieron las risas, ya les echaba de menos.

-Es hora de que nos vayamos.

-De acuerdo, vamos.

Le acompañe a su casa como siempre y yo ya me dirigí a la mía.

Mi tía ya estaba haciendo la cena, sandwiches. Ambas nos lo comimos juntas y yo subí a mi habitación, fui a ponerme el pijama, al quitarme la camiseta mire mis corte y con la cabeza hice como diciendo no. Me gustaba verlos, ero sabía que no iban a solucionar nada y en ese momento recordaba todo lo que pasaba, sobretodo penaba en mis padres, nunca se lo había dicho a nadie, pero me afectaba muchísimo ese tema.

Después de ese momento pensativo me acosté en la cama y me quedé dormida enseguida.

Una suicida inmortal. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora