No puedo más

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La cabeza me dolía, me dolía mucho. Me costaba poder abrir los ojos y moverme se me hacia imposible. Pero entonces todo vino a mi cabeza como un huracán. Alexia.

Con todas mis fuerzas abrí los ojos y vi un cumulo de gente a nuestro alrededor, un hombre intentaba romper la puerta del coche que se había atascado. Le obligué a mi cuello moverse para mirar a Alexia. Jamás olvidaría esa imagen... Estaba ligeramente inclinada hacia la ventanilla y no se movía. El dolor dejó mi cuerpo por unos segundos y me intenté quitar el cinturón con rapidez.

-Alexia-aún que intentaba gritar mi voz sonaba a un susurro.

Conseguí deshacerme del cinturón y me apresuré a acercarme a ella. El dolor volvía a habitar mi cuerpo pero me daba igual. Agarré su cabeza entre mis manos, deseando que se despertará, que todo fuera un sueño o que solo estaba inconsciente. Pero nada de eso pasó, ella no se movió, no conseguía encontrar su pulso. Las lágrimas corrían por mis mejillas haciendo que los cortes que tenía en la cara ardiesen. Todo esto había sido mi culpa, después de eses extraños sueños en los que existían vampiros, cazadores, dioses y demás, le había rogado a Alexia salir de compras, ella había accedido y yo había cogido el coche. No debí haberlo cogido, todavía estaba en practicas y sólo podía llevar el coche si un adulto me acompañaba.

Un fuerte estruendo me hizo dar un salto, todavía abrazando a Alexia me gire un poco y ví como los bomberos habían quitado las puertas de ambos lados. Uno de ellos me miró y luego a mi amiga, sus ojos me transmitían cuanto dolor daba esa imagen.
-Debemos sacaros del coche ¿vale?
Yo asentí, sin moverme y sin sueltarla.
-Ven, ven conmigo.
Me dijo otro a mi lado, negué con la cabeza.
-Primero ella, seguro que podéis ayudarla aún, yo sé que podéis.
Ellos la sacaron en silencio y ese silencio no me gustaba. Cuándo la sacaron fue cuando me di cuenta de que estaba llena de sangre. Tenía que ser de ella, pero cuándo salí me día cuenta que no. Todo el dolor que sentía en el coche ahora aumentaba al moverme, me hacia casi imposible andar y me dolía hasta respirar.
-Ella se pondrá bien, tiene pulso de momento.
La noticia me alegró, pero no duro mucho mi alegría porque caí rendida en la oscuridad.

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Mis ojos se abrieron despacio, con cautela, la luz me cegaba.
-Ya está despierta.

Reconocí la voz al momento, a pesar de que mis oidos dolían.

-Dios pequeña... pensé que nunca te volvería a ver.

Hunter se acercó a mi, temblando.

-Alexia, ¿donde está?

Se miraron entre sí con precaución.

-Está en coma, estable...pero no se sabe si va a despertar.

La culpa me invadió y no pude evitar llorar.

-Sé lo que piensas y no es culpa tuya.

Me consoló Nick.

-Yo fuí quién le dijo que saliesemos de compras... esas malditos sueños nos tenían con dolor de cabeza...y no sé que pasó... todo fue demasiado rápido, ví unas luces y una camioneta venir hacia a nosotras y cuándo quise frenar ya era tarde...todo fué mi culpa...

Sin decir nada Hunter me abrazó, con pena y sentía que el también lloraba en mi hombro.

-Todo salirá bien mi vida, te lo prometo.

Sabía que nada iría bien, lo tenía más que claro.

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Miraba en silencio a Alexia, sosteniendo su mano entre las mías, deseando que abrierá los ojos de su larga siesta de dos meses. Su pelo perfectamente peinado y con su diadema habitual para tapar ese flequillo que tanto odiaba.

Venía todos los días por horas, hasta que las enfermeras me echaban aunque a veces no lo conseguían y me quedaba toda la noche, hoy era uno de eses días,me quedaría aquí.

Me levanté para ir a tomar un café y una napolitana. Salí de la habitación y saludé a varias de las enfermeras. Eran ya las 23:30 y el hospital solo estaba habitado por enfermeras y algún que otro médico. Me dirigí susurrando una canción a la sala de máquinas pero un sonido estridente hizo que me girará de golpe. Se escuchaban unos gritos, como si pidiesen ayuda. Quería correr, pero no me movía y sin previo aviso mis piernas se movieron en dirección al lugar de donde salían los gritos. Respiraba tan rápido que juraría que se podían escuchar mis latidos a metros. Se volvieron a escuchar gritos y me detuve en seco al ver un rastro de sangre. Me quedé paralizada, no conseguía moverme, miraba fijamente el rastro de sangre y veía como seguía por el pasillo hasta la oscuridad.

¿Y si esa mujer necesitaba ayuda? Quería correr, de verdad que quería correr, correr hasta casa y esconderme debajo de la cama. Decidí avanzar unos pasos siguiendo el rastro, había un rastro que indicaba que estaba siendo arrastrado y también había algunas...algunas... ¿eso eran patas? Antes de que pudiese echar a correr vi un gran animal salir de la oscuridad, con paso calmado, hasta que me vio. Podía reconocer que era un lobo, un lobo verdaderamente grande y con la boca manchada de sangre. Me enseñó sus dientes mientras caminaba hacía mi, parecía que sonreía, con eses dientes llenos de sangre, largos y afilados como cuchillos. Quería correr pero mis piernas no obedecían mis ordenes, quería gritar pero me había quedado sin voz. No conseguí correr hasta que el lobo empezó a correr hacía mi.Corría sin ningún sentido, no era capaz de mirar atrás pero sabía que estaba casi junto a mi. Sus gruñidos me hacían temblar y me costaba mantener un orden en mi cabeza. Ví los ascensores y corrí hacía ellos, tiré todo a mi paso para entretenerlo y corrí más de lo que pensaba que podría correr ya. Le di al botón tantas veces y tan fuerte que no me sorprendería que lo hubiese roto. El ascensor se abrió y me metí cayéndome al suelo, me arrastre hasta el fondo y pulsé cualquier botón, pero las puertas no se daban cerrado y la especie de lobo corría furioso hacía mi. Cuándo al fin se cerraron el lobo estaba intentando cogerme con sus largas garras, grité tan fuerte como mi garganta me lo permitía y intentaba que no me tocará. Gritaba todo lo fuerte que podía pero nadie me escuchaba, solo escuchaba los gruñidos escalofriantes de ese ser. Cuándo las puertas se abrieron casi del todo y una de sus garras rozo mi pierna, cortándome,grité de dolor y cerré los ojos esperando a que todo se acabará. Un fuerte sonido y un golpe seco se escucharon fuera, abrí los ojos y vi a un...¿un chico peleando contra el lobo?Pero no era cualquier chico, tenía una fuerza sobrehumana, levantaba al lobo y lo lanzaba como si pesase tan solo 4 gramos. Me incorporé para ver mejor, las puertas del ascensor no se cerraban debido a que había cosas en medio. No me atrevía a apartarlas por la cercanía de la pelea.

De repente se escucho un gruñido ensordecedor y silencio, me atreví a mirar y vi al lobo en el suelo y a ese hombre mirándolo, debió de ver que lo miraba porque se dio la vuelta y conseguí ver eses ojos negros escalofriantes. Caminó hacía mi con paso decidido y retrocedí hasta chocar contra la pared del ascensor, el entró con calma y mirandome, como analizando.

-¿Estás bien?

Su voz ronca me producía escalofríos y no conseguí reconocerla hasta que levanté la vista y lo miré fijamente.

Era Shane.

Algún día Donde viven las historias. Descúbrelo ahora