Llevaba días caminando sin poder comer absolutamente nada, gracias a su nefasta suerte. Había sido obra del azar que se encontrase a ese lobo solitario en el camino, solo unos días después de haber abandonado su vida. Tras una breve lucha con él había logrado escapar, aunque la dentellada que desgarraba su pata no le dejó alejarse muy rápido. Había saltado al barro para ocultar su olor y librarse así pacíficamente de su salvaje familiar. A consecuencia de esto, la herida se le infectó.
No podía más. Completamente agotado se dejó caer al suelo y resopló al notar la nieve empapando su enredado pelaje. Cerró los ojos. Iba a morir y lo sabía. Lo aceptaba, aunque al principio no lo hiciese.
No siempre había estado en esa situación. Aunque apenas podían rememorar una imagen mental de sus hermanos de sangre, sí que podía recordar a su familia humana. A Madre, cuyo rostro era bondadoso pero protector, ella era quien siempre le pasaba dulces recompensas bajo la mesa y le acariciaba el pelaje junto a la chimenea. A Padre, grande y estricto, de quién recibió palos que pensaba merecidos y lecciones de vida, pero sobretodo una orden, una ordenanza que se quedaría marcada a fuego en su mente. Y por último a él, el cachorro de sus amos, su hermano de distinta especie.
Misha.
Sintió una punzada de dolor en el pecho al evocar su recuerdo. Y con la imagen mental del niño llegó también, como un cruel recordatorio de su impotencia en ese momento, aquella escena, la última vez que lo vio.
Mientras la nieve caía suavemente sobre su cuerpo, el perro agonizante, presa del frío y del dolor, no tuvo más remedio que cerrar los ojos... y recordar.
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Padre caminaba de un lado a otro de la casa, retorciéndose las manos con nerviosismo y Madre lo observaba con angustia desde uno de los destartalados sillones. Desde luego, el perro no recordaba haberlo visto nunca tan alterado.
-No tienes por qué ir, Yerik. Si nos vamos de aquí, si viajamos al campo...
-No. Dasha, calla. No puedo evitar durante más tiempo el servicio. Si no me presento allí ya vendrán a buscarme y ya sabes cómo tratan a un hombre que no se toma en serio su deber como ciudadano.
El rostro de Madre se tiñó de rojo mientras escupía palabras cargadas de desprecio.
-¡El gobierno! ¿Qué ha hecho él por ti? ¡Absolutamente nada! ¡Al infierno con él y todos los que...!
El golpe resonó en todo el salón. Madre miraba con dolorosa incredulidad a Padre. En su mejilla, repentinamente pálida se podía ver el rojo contorno de una mano. Su marido tenía el rostro serio y respiraba airadamente.
-Eres una estúpida y una inconsciente.
Se alejó dándole la espalda y apretando los puños para que su compañera no viera cuánto le temblaban las manos y la mirada vidriada de sus ojos. Pasaron varios segundos en tenso silencio, pero cuando Padre habló lo hizo con voz firme y tajante:
-Mañana me marcharé. Sal de mi vista.
Los ojos de la mujer se volvieron cristalinos, pero acató la orden en silencio y abandonó el salón sin mirarlo. Padre se dejó caer en el sillón en el que Madre había estado hacía varios segundos y hundió el rostro entre las manos. Por las silenciosas sacudidas de sus hombros, el perro se dio cuenta de que estaba llorando. Odiaba ver a su familia sufrir con todo su corazón, pero sabía que Padre no era una persona dada a las muestras de cariño. Se acercó a él lentamente y le lamió con afecto el brazo. Padre lo miró, su semblante cuajado de lágrimas y retorcido por un dolor indescriptible.
-Recuerdas tu orden, ¿verdad?-susurró con la voz rota-. Tú los vas a proteger, ¿a que sí?
Por toda respuesta, el animal se apoyó en el sofá y le limpió las lágrimas de la cara con cuidado.
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Canis Bellator
Short StoryEn la Segunda Guerra mundial, Alemania comienza a invadir la URSS y esta se defiende con uñas y dientes, usando todo tipo de armas y soldados, lo que incluye un batallón especial de soldados entrenados para destruir tanques, quienes, al igual que ot...