La noticia recorrió todo el campamento en cuestión de un par de días. Desde el mismo instante en el que Hedeon visitó al médico, dos bandos completamente opuestos separaron a la milicia: aquellos que apoyaban al comandante y los que veían la idea de utilizar perros a modo de armas como salida de la cabeza de un psicópata sin sentimientos. Ya no quedaba espacio para opiniones vagas, o estabas con una facción o estabas con la otra.
A lo largo de las siguientes semanas, los partidarios del comandante hicieron todo lo posible para convertir el adiestramiento de Alesky en un imposible: ocuparon los lugares en los cuales el perro podía correr, cerraron las cocinas para evitar que Vladik consiguiera comida de más, golpeaban al animal al pasar...
Por otro lado, los simpatizantes del médico se dedicaron a frenar a los otros, pasarle comida y suministros y desocupar planicies para que Vladik y Alesky pudieran estar tranquilos. Después de que el galeno fuese asaltado y golpeado para evitar que disparasen a Alesky, un grupo de soldados comenzó a hacer guardias para protegerlo a él y al perro.
En todo ese tiempo y a pesar de los continuos inconvenientes, Vladik consiguió enseñarle a Alesky bastantes trucos de obediencia, aunque dudaba de que fueran necesarios, ya que el animal jamás se separaba de él y acataba todas sus órdenes.
Una gélida tarde, el camino que habían estado recorriendo durante meses finalizó y la ciudad de Stalingrado, sosegada y ordinaria como cualquier otra urbe, se alzó entre la neblina como un muerto de su tumba. No habían acabado de asentar un campamento, cuando uno de los subordinados del comandante Diatlov se presentó en el carro de Vladik con una orden de traslado a otra unidad.
El médico leyó la prescripción varias veces, con respiración temblorosa.
Zory, el conductor de su carro, le dio el pésame a Vladik y le dijo en voz baja que traería a los demás para despedirse. En tan sólo un par de horas, el médico le dijo adiós a toda la gente que le había ayudado durante las últimas semanas.
Vladik estaba a punto de echarse a llorar cuando Morek apareció.
-Hola, Vlad. Perdona por no venir antes, cierto capullo me tenía ocupado –preguntó Morek mientras se acercaba.
Se detuvo en seco al notar el aura de rabia de su compañero.
-¿Vlad?
-Me obliga a entrenar a mi perro para morir y ahora quiere aislarme de mis únicos amigos –siseó él, con los ojos llameantes de furia-. Cabrón.
-Guau, debes de estar muy enfadado para insultar a alguien.
El tirador se sentó en un tocón a su lado y le ofreció un cigarro. Vladik negó con la cabeza.
-Te vas a morir antes intoxicado de humo y alcohol, que en la batalla –murmuró y en su voz se notaba el esfuerzo por contener las lágrimas.
-¿Y qué si es así? Al menos moriré feliz –le dio una calada al pitillo-. Anda siéntate, lo mejor en estos casos es no pensar en qué pasará.
Lentamente, el hombre cedió y se dejó caer en el tronco, mientras que dejaba que toda la ira, rabia, miedo y dolor que había estado acumulando durante días se deslizase por su rostro en forma de sollozos. Morek no dijo nada de las lágrimas. Sabía que pronto tendría que despedirse de su amigo, quizá para siempre.
Hablaron durante horas, pero no del presente, ni del futuro, sino del pasado, eterno e inexistente a la vez. En algún momento, Alesky se sentó a los pies de los hombres y recibió alguna que otra caricia descuidada. El perro empezaba a pensar que no estaría mal vivir así.
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Canis Bellator
Kısa HikayeEn la Segunda Guerra mundial, Alemania comienza a invadir la URSS y esta se defiende con uñas y dientes, usando todo tipo de armas y soldados, lo que incluye un batallón especial de soldados entrenados para destruir tanques, quienes, al igual que ot...