El perro lo estaba observando. Notaba el peso de su silenciosa mirada en la espalda. Abandonó el libro que estaba leyendo y se dio la vuelta.
-¡Ah! ¡Te has despertado al fin!
Se levantó y se acercó a él, con el libro en la mano. El animal no se movió ni una pulgada.
-¿No me vas a gruñir? ¡Gracias hombre! ¿Me vas a dejar mirarte las heridas? Prometo ser cuidadoso.
Alzó la mano mientras sonreía, como si se lo jurase al mismísimo Dios, sin perder la sonrisa. Como vio que no tenía intención de atacar, le revisó el vendaje rápidamente.
-Um... está bien. Supongo que tendrás hambre...
-Ten cuidado Vladik, hablar con los perros es el primer signo de locura.
Su amigo irrumpió en su espacio como siempre, sin avisar.
-Tú hablas con tu ametralladora, Morek. Y eso ni siquiera tiene vida.
-Se llama Ewa, no ametralladora. Y habla bien de ella, ha matado más enemigos que tú.
Vladik puso los ojos en blanco.
-Yo me ocupo de sanar vuestros traseros luchadores.
-Para algo bueno que haces no te eches tantas flores, muchachito.
-¡Señor!
-Oh, por favor –gruñó Morek.
Orel sonrió desde la puerta, contento de haber encontrado a su jefe.
-Señor, por favor no se vaya tan rápido, no me da tiempo a seguirle.
-Estaba intentando perderte, muchachito. Lárgate, estoy hablando con Vladik.
-Pero Señor... el soldado Kulikov me dijo que...
El negro bigote de Morek se retorció de diversión mientras hablaba:
-Ah, Nikita. Dile a ese hijo...
-¡Morek! –Le regañó Vladik-. Orel es casi un crío, no le inculques tu mal hablar.
-Con todo el respeto, doctor Petrov –siseó entre dientes el joven-. No soy un crío. Tengo 21 años y usted tiene 28. Solo nos llevamos siete años y...
-Y yo tengo 38 y soy el más viejo de todos –le interrumpió Morek-. ¿Quieres un consejo, muchacho? Nunca te enemistes con un médico, ellos son los que te curan y saben cómo hacer que te tragues tus palabras. Anda vámonos, Nikita Kulikov no va a parar hasta tenerme atado a él. Suerte con tu chucho, Vlad.
Le guiñó un ojo a su compañero y saltó del carro. Orel le dirigió una última mirada a Vladik y siguió a su superior.
El médico suspiró y volvió a hablarle al can:
-Bueno, perro, estamos solos.
Los vivaces ojos azules del hombre se clavaron en los suyos, oscuros y a la vez vibrantes de energía contenida.
-¿Tienes hambre?
Después de un silencio, Vlad tosió incómodo.
-Morek va a llevar razón al fin y al cabo. Estoy perdiendo la cabeza. Estoy hablando con un animal... y estoy esperando que me responda.
Se levantó y volvió a esbozar aquella juvenil sonrisa.
-¡Ah! Bueno que más da, de todas formas algún día iba a perderla, rodeado siempre de sangre y vísceras. ¿Puedes andar, perro? No, claro que no, qué tontería por mi parte. Quédate aquí, te traeré comida.
Vlad abrió la puerta del vehículo, saludó al conductor y desapareció en la fría niebla. El perro apoyó la cabeza en sus patas delanteras y se sumió en sus pensamientos. Este humano no se parecía a ninguno que él hubiese conocido, pero aún así, no se podía fiar, los otros de su especie le habían demostrado lo crueles que podían llegar a ser.
Cuando el médico volvió se encontró al perro enfrascado en un sueño inquieto. Dejó la comida, un par de huesos con algunos despojos de carne, junto a la cabeza y se volvió a sus quehaceres.
Cuando se despertó, atraído por el casi olvidado olor de la carne, el can devoró el cuenco y royó los huesos. Alzó la vista, saciado por aquel festín tras tanto tiempo en ayunas y se encontró con el hombre sonriéndole.
Y a su pesar, el perro se dio cuenta de que, aunque sólo fuese un poco, confiaba en él.
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Canis Bellator
Short StoryEn la Segunda Guerra mundial, Alemania comienza a invadir la URSS y esta se defiende con uñas y dientes, usando todo tipo de armas y soldados, lo que incluye un batallón especial de soldados entrenados para destruir tanques, quienes, al igual que ot...