Capítulo 4

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Cuando el hombre se hubo marchado, la mujer se levantó despacio, recogió la bata y caminó miserablemente hasta su cuarto, donde el perro la escuchó llorar. El animal regresó a su sitio y se sentó, tenso, con las fauces llenas del recuerdo del líquido escarlata.

Ni siquiera se dio cuenta de que se había dormido hasta que escuchó los golpes. Abrió los ojos alerta y vio la endeble puerta de madera siendo sacudida. Alguien gritaba desde el exterior, ordenando que se abriese de inmediato.

Madre apareció en el pasillo, más demacrada que de costumbre, envuelta con su fino camisón de dormir. Cogió uno de los abrigos que Padre se había dejado en el perchero y se lo puso sobre los hombros antes de abrir la puerta. La recibió el cañón de un arma.

El perro se incorporó de un salto y vio dos hombres, dos soldados. Uno, el que apuntaba a la mujer, era bajo y tenía una barbita negra. Bajo la gorra se veían unos crueles ojos negros. El otro era alto, pálido y muy rubio. Era bastante joven y parecía nervioso ya que no paraba de retorcer los papeles que portaba.

-¿Es usted Dasha Vorobiova?- dijo el rubio.

-Sí, soy yo –murmuró Madre sin apartar la mirada del cañón.

-Hemos recibido una denuncia contra usted.

La mujer se esforzó por parecer sorprendida.

-¿Contra mí? ¿Qué he hecho?

-Un agente sospechaba de usted y se vistió de paisano para... confirmar sus temores. El agente regresó ayer a comisaría herido y diciendo que es usted prostituta.

Madre negó levemente con la cabeza.

-Eso no es...

-Y que tiene un hijo, pero no un marido.

No pudo aguantarlo más, la mujer agachó la cabeza y sus ojos se llenaron de lágrimas de ira, dolor, pena y odio.

-Vosotros os llevasteis a mi marido -siseó, volcando todo su sufrimiento en esas palabras-. Es culpa vuestra que no tenga con que alimentar a mi hijo.

-Señora... ¿está confirmando las acusaciones?

-Es evidente que sí, Sergey –intervino el otro-. No te resistas mujer, vamos a arrestarte y a llevarnos al niño a un lugar mejor.

-No.

Levantó la cabeza con aire orgulloso y clavó la mirada en el soldado oscuro.

-Me niego.

-Si te opones será peor para...

No llegó a terminar. Madre saltó sobre él con un grito desesperado pero la bala le atravesó la cabeza antes de que pudiese tocarlo. La mujer cayó de rodillas al suelo y luego se derrumbó boca abajo. El hombre bajo suspiró exasperado.

-Anda Sergey, ve y busca al crío.

El soldado rubio contemplaba horrorizado a la mujer.

-¿Por qué la has matado?

-Porque se ha opuesto. ¿Qué más da? Solo era una puta cualquiera. Haz lo que te he dicho y quizás luego te busque otra para ti.

Dicho esto se echó a reír.

El rubio bajó la mirada airado y se topó con el perro.

-Yuri. Hay un perro.

-Pues vaya chucho guardián más malo, ni siquiera se ha movido -se mofó el otro.

Entrecerró los ojos, pensativo mirando la puerta tras el animal.

-El niño debe estar ahí.

Se acercó. El perro se agazapó y gruñó mostrando los dientes.

-Eso lo confirma. Sergey quítalo de en medio o le pego un tiro también a este.

El rubio trató de llamarlo, pero los ojos del cánido seguían fijos en el hombre bajo, quien suspiró dramáticamente.

-Este país no gana para ir matando a chuchos a tiros.

Y moviéndose más rápido de lo que el can había pensado, el soldado le incrustó la pesada bota con puntera de metal en la caja torácica y lo estrelló contra la pared derecha de una patada.

-¡Yuri!

El perro solo recordaba el dolor, retazos de luz, voces temblorosas y una pesada y fría bruma gris cubriendo sus ojos. Las quejas del rubio. Una puerta siendo derribada. Los alaridos de terror de Misha. No podía moverse, no podía hacer nada, no podía salvar a Misha. Su hermano también iba a morir por su culpa, por su incapacidad de cumplir una simple orden.

Cerró los ojos y abandonó su cuerpo, deseando morir.

Cuando recuperó la consciencia ya se habían ido. Seguramente había pasado mucho tiempo desde que se fueron ya que cuando llegaron la luz comenzaba a colarse tímidamente por las ventanas y ahora la oscuridad lo envolvía todo. Habían dejado la puerta abierta y la nieve y su compañero el frío habían entrado por sorpresa en la casa.

Vio a Madre tirada en el suelo. El abrigo de Padre estaba tirado a un lado, cubierto de nieve y salpicado de rojo. Sin hacer caso a su maltratado cuerpo, se levantó y caminó cojeando hasta ella. La mujer descansaba en la misma posición en la que había caído, rodeada por un charco rojo purpúreo, con la boca abierta y los ojos desorbitados. Un horrible agujero oscuro adornaba su frente. Su piel se había vuelto totalmente blanca y tensa durante el periodo de tiempo en el que el can había estado desmayado. Cuando el animal apoyó la nariz en su brazo lo sintió helado y rígido. Puede que no hubiese matado nunca, pero sabía cuando la Muerte había pasado por alguien.

Había fallado. Madre estaba muerta y Misha seguramente también..

"...y a llevarnos al niño a un lugar mejor"

O quizás no

Las palabras del soldado resonaron en su cabeza.

Misha tenía que estar vivo. 

Era un niño, no habrían podido matarlo, era importante, todos los niños lo eran. Tenía que tener esperanza. Aún podía encontrarlo. Debía hacerlo. Y cuando lo hiciese, nada ni nadie podrían apartarlo de él.

Proteger a Misha siempre había sido su misión.

Ahora era lo único que lo mantenía con vida.

Y con inquebrantable determinación, el perro salió de su casa, abandonó su vida y comenzó su búsqueda.

Canis BellatorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora