Por primera vez, Madre acompañó a un hombre a la puerta. Aunque acompañar no era la palabra apropiada, quizás mejor perseguir. La mujer no llevaba ropa y se cubría a duras penas con una vieja bata. Olía a sudor y parecía desesperada y cansada. Se puso delante del inmenso individuo, una criatura de metro ochenta con el pelo negro, largo y apelmazado por la suciedad. Él exhalaba un olor a mugre y alcohol. Cuando Madre habló, su voz tembló ligeramente.
-Dame el dinero ya.
-¿Y si no te lo doy? ¿Qué vas a hacer? ¿Denunciarme? –Se rió el hombretón, claramente ebrio-. Eres una puta callejera, no tienes honor ni valor, te acuestas con desconocidos por dos mierdas. Seguro que eres de esas que tienen un pequeño parásito y no se quieren deshacer de él No me equivoco, ¿no? –Más carcajadas arrastradas-. Haces bien en mantenerlo vivo, puta, si muere que no va a servirle de nada al estado
El hombre paseó la mirada por las paredes mientras se tambaleaba, sin perder la sonrisa.
-¿Dónde tienes escondido a tu criajo, puta?
El perro se levantó lentamente y en completo silencio, con las patas flexionadas y enseñando los colmillos amenazante, intuyendo enfrentamiento. El movimiento llamó la atención del intruso, que fijó su mirada en él y amplió su sonrisa.
-¡Vaya! ¡Si puedes permitirte hasta un perro! Dime, ¿no tienes suficiente compañía por la noche y tienes que recurrir a él para que te monte, perra?
En ese momento Misha abrió la puerta y se asomó con la curiosidad infantil de un niño de cinco años. El hombre lo observó con satisfacción.
-Como pensaba.
Se echó a reír de nuevo, con exagerada crueldad. Madre tiritó de frío o de furia.
-¡Misha! ¡Vete! -ladró.
La mujer extendió la mano desafiante.
-Mi dinero.
-No lo necesitas, ¿no? Tienes de sobra si puedes mantener a un chucho y tú crío parece bastante sano.
Estaba mintiendo, claro, ya que Misha estaba pálido y en la piel se marcaban nítidamente los huesos.
Mientras el horrible hombre se desternillaba de nuevo, Madre hizo algo que nunca se habría planteado hacer con Padre.
Lo golpeó.
Fue una patada en la entrepierna. El otro se dobló de dolor y jadeó mientras la insultaba a voz en grito, ya sin reír. Madre se alejó, repentinamente asustada de lo que había hecho. Apenas se movió cuando el hombre arremetió contra ella. La derribó, se sentó en su frágil pecho y desde ahí comenzó a golpearla sin piedad. Esa fue la primera vez que el perro abandonó su puesto.
Se arrojó sobre el cuello del hombre y lo mordió con ira. Sintió la sangre inundar su boca, caliente y metálica. Cuando su víctima comenzó a emitir gritos de dolor, la soltó y esta se levantó de inmediato, sujetándose el cuello y balbuciendo maldiciones. Escupió en el suelo un salivazo carmesí y caminó tambaleándose hasta la puerta. Antes de abrirla de una patada, miró a Madre con ojos de fuego y dijo las dos palabras que serían su sentencia.
-Te arrepentirás.
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Canis Bellator
Short StoryEn la Segunda Guerra mundial, Alemania comienza a invadir la URSS y esta se defiende con uñas y dientes, usando todo tipo de armas y soldados, lo que incluye un batallón especial de soldados entrenados para destruir tanques, quienes, al igual que ot...