Dime dónde has ido

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Dime donde has ido

¿Donde esperas en silencio amigo?

Quiero estar contigo, regalarte mi cariño

Darte un beso, ver tus ojos

Disfrutando con los míos hasta siempre

Adiós mi corazón.

—Y ¿cómo te ha ido?—

—Todo bien – la miró a los ojos— la empresa ha crecido.

—Eso lo sé, ya es conocida en toda Francia y Suigetsu me ha contado de ello, aunque antes de irme ya sabía que le hacían competencia a la nuestra—

— ¿Viniste con él?—

—No, vine sola— contestó bebiendo de la taza, —pero suele llamarme

— ¿Cómo están todos?—

— Bien, estando tu ausente a Suigetsu le dieron tu puesto, en cuanto a Juugo... bueno, ahora él tiene mi puesto—

— ¿Qué hay de ti? ¿Te transfirieron?—

—No, renuncié—, notó la interrogativa en el rostro del azabache. Siempre inexpresivo, pero no para sus ojos. — Quería cambiar de ambiente

¡Pendeja! Lo repitió para si misma, esa no sonaba como una buena razón para abandonar un estupendo puesto en una famosa empresa o dejar atrás buenos y leales amigos. Tener esos errores derrumbaba la poca seguridad que le dejaba la presencia de Sasuke, odiaba eso de él, pero también le gustaba, era el único chico que la hacía flaquear devolviéndole al mismo tiempo la seguridad.

—Y ¿a cuantos lugares has viajado? —

—Londres, Madrid, Venecia...— su tono no era pretencioso, al contrario, parecía no querer hablar de ello, hizo una silenciosa pausa...— Pero espero quedarme aquí más tiempo

—Veo que fue una buena decisión tuya la de invertir —

— Si, lo fue —, se levantó del sillón y dejó la taza sobre la mesita de centro —. Lo siento, ya es tarde, tengo que irme.

—Tienes razón —, se levantó dejando la taza de su lado de la mesa —. Ahora te abro

Caminó hacia la puerta y tropezó con la mesilla, la taza cayó al suelo rompiéndose en pedazos, los residuos del café se derramaron sobre la alfombra y ella cayó en sus brazos. Alzó la mirada y sus ojos se iluminaron al ver los de él, sentía sus brazos alrededor de ella y sentía la respiración de él chocar contra su rostro.

— ¿Estas bien? —

—S... si, lo siento—, se separó de él en contra de su voluntad y vio como él tenía intenciones de recoger los pedazos rotos de cerámica. — No, yo los recojo—, le quitó los trozos de la mano colocándolos en la mesa. —Te acompaño a la puerta.

Nuevamente mudos, llegaron a la salida, se miraron mutuamente hasta que él desvió la mirada a la profundidad de la calle.

—Adiós—

La última palabra que le dijo hace un año la dejó paralizada y como si se repitiera ese momento, ella esperaba oír un simple "hasta luego", pero el guión no fue modificado, el dio media vuelta y se fue.

ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora