Capítulo 3: Tick Tock corazón

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Y aquí estaba yo, sentada sobre mi silla giratoria, movimiento el torpe mouse de un lado a otro, acabando con la suela de mis botines preferidos y con toda la actitud para distraerme. Pero ¿quién diablos se creía? No. ¿Qué diablos me creía yo? Por preocuparme por un completo extraño que apenas lleva 5 malditos días a mi alrededor como chapulín danzante, agitando su jodida buena actitud y sus sonrisitas mata bragas. Bufo molesta, por mí, por preocuparme y lo peor es que estoy jodidamente asustada. Y nisiquiera puedo contárselo a alguien, porque mi nueva mejor amiga y compañera de departamento, no está.

Todo estaba bien, podía vivir con ello, con lo que elegí para mí, porque  cierta forma hice mi perfecto plan de vida, ¡bueno vale!, no era perfecto al cien por ciento, pero era algo con lo que mi calidad de vida era pasable. Pero claro, la vida humana y el condenado ciclo vital es un hijo de... bueno de lo que sea hijo, tenía que llegar Derek y joderlo y joderme a mí, que las desgracias habían formado parte de mi vida desde hace ya dos años, es una cosa, pero ¿volver a pasarlo? No gracias. Y entonces, el martes cuando llegue a mi rutina habitual, para tonificar el chamorro, o como lo diría Becka, mi suspicaz idea para no subir en la caja voladora que todos llaman ascensor. Él estaba de nuevo ahí, mismo escalón, misma cara roba corazones y creadora de muchas —demasiadas. —fantasías sexuales para pequeñas mujeres como yo, y Derek, es de esos hombres que no decepcionan, me acompañó toda la escalera, haciendo una conversación estúpida que yo fingía ignorar, pero pegaba duro mis sentidos auditivos para no perder nada. Al final me sonrió, como si supiera que estaba conciente del santo y seña que hizo hace rato

—Nos veremos más tarde, bonita—Abrió la puerta para mi, no pude evitar fruncir el ceño. Con su pulgar intentó disipar la terrible marca en mi frente. —Para. No hagas eso, se quedará una marca ahí y ambos sabemos que no eres de la idea del botóx. —Bufe aún más fuerte, pase de su lado, mordiendo con dureza mi labio inferior y así dar el aspecto de lo fuerte y fría que intentaba ser, para no derretirme como mantequilla — ¡Que yo sé que te encanta bonita! —Gritó Derek cerrando la puerta. A la hora de la salida ahí estaba mi chico de la armadura andante esperando por mí.

El miércoles por la mañana, todo empezó patas arriba para mí, el estúpido despertador no sonó, se terminó el gas y mi ducha express caliente se convirtió en un chapuzón de agua helada. Perdí mi tren, así que tuve que tomar un taxi que me cobró la millonada, resignada a decir adiós al ahorro en transporte de dos meses, solté los billetes en las manos de ese estafador con olor a rancio. Y cuando creí que mi día no podía empeorar, el estúpido taxista aparcó en el único charco existente, dejándome mojada y en banca rota, metafóricamente hablando.

La puerta de emergencia se abrió con dureza, Derek asomo su cabeza, entre cerrando los ojos, me inspeccionó sin ningún pudor de arriba para abajo y viceversa. Antes de que preguntará lo pare.

— No preguntes

— No iba a hacerlo. — Dijo formando una delgada línea con sus labios. Entre escurriendo como margarita recién regada por una abuelita con problemas para equilibrar y dosificar la ración.

— Que sí me lo preguntas es fascinante y un poco inquietante la tentadora idea de verte mojada. Y aún no es por mí.

Lo miro con mi cara de "Estas jodiéndome" se encoge de hombros. — Poseo una muy extensa imaginación, además de productiva.

Pongo los ojos en blanco y continuo subiendo, Derek sube junto a mí y lo que creí que por única vez se había quedado sin nada más por decir, suelta. — Soy alérgico al maní.

— Uh humm, eso es un dato interesante cuando alguien lo pregunta Derek, no veo porque eso es peor a estar mojada en tu lugar de pasantía.

—Soy alérgico a algo que quizá es lo más delicioso que sólo he probado una vez en toda mi jodida vida, lo que causó que me hinchara  como un enorme globo rojo lleno de erupciones poco favorecedoras.

— Y el punto es...

— Soy alérgico y tu estas dulcemente mojada. La vida no es justa.

Sonrió por la ocurrencia más absurda y estúpida que alguna vez he oído, abre la puerta para mí.

—Nos vemos más tarde bonita.

Suspiro poniendo los ojos en blanco. — Trae café. — cierro la puerta y como lunática libre, pego saltitos en mi lugar como el baile de victoria, por el increíble y real hombre al otro lado.

Y bueno, no quiero restar importancia al día jueves de chocolate, supongo que cada día me sorprende un poco más, converse con él mucho, mucho, mucho demasiado (un paso gigante en mí vida social) más que simples frases y sentí esa escalofriante conexión que desde hace milenios no sentía, y en serio,ahora que estoy ansiosa por verlo, no aparece. Eso no es lo peor, ¡porque venga!, ahora sólo falta que camine de un lado otro, como papá primerizo en la sala de espera.

Cerca de las 11, Becka entró iluminando mi patética y poco confortable existencia. Levantaba sus pequeños pies en esas enormes plataformas, y como excelente mejor amiga preocupada deje caer un bombardeo de preguntas a la pobre con cara de pocos amigos y después de mi interrogatorio, del por que llegó cerca del medio día, comprobé que también ella sufre de malos días como yo. Su tubería explotó cuando ella estaba en la ducha, el hermano que no sabía que tenía pero que ahora lo sé, llegó por la mañana haciendo acto de presencia y comprobando a su única encantadora hermana. Y entre el parloteo, solté que conocí a alguien. Su cara pasó de alta efusividad a seriedad en cuestión de segundos, dije hasta cómo me sentía de su inesperada aparición y acoso, hasta la inquietante desolación que dejó al no aparecer.

Cuando creí que quizá si estoy un poco loca, o más de lo que ya me encontraba, me dio una ligera palmadita en el hombro. —Ya aparecerá, tal vez tuvo un contratiempo. — Sus palabras fueron un poco reconfortables, pero no apasigüaron mi pobre corazón.

La salida llegó, mis nervios estaban al límite de una pronta revelación, la uña de mi dedo índice estaba ya en carne viva y mi tacón izquierdo hacia más ruido que el derecho, la pobre tapa necesitaría ser cambiada de inmediato. Abrí la puerta, la escalera nunca se había sentido tan sola y oscura, desde que había tomado la decisión de usarlas. Baje crujíendo el pavimento con mi tacón malo, y mi decepción flotando a mi al rededor. Llegue al último piso, los vellos de mi nuca hormiguearon con sincronía al latido de mi corazón, levante la vista y ahí estaba Derek, recargado en la salida de emergencia, cruzado de brazos y que brazos! Señor. Pase mi lengua por mis labios repentinamente secos, y con toda la poca seguridad que aún conservaba baje el último escalón.

—Hola tú. —Dije sonriendo

—Hola bonita

—Pensé que ya no vendrías.

— ¿Bonita estando preocupada por mí? Valla, debí haber hecho algo bien.

—Quisieras, me inquietaba el hecho de que ya no tomaría café por las mañanas. —Y no verte me rompería lenta y dolorosamente, o terminaría con todos mis botines.

Sonríe mostrando sus perfectos dientes blancos, levanta los brazos a ambos lados. —Aquí estoy.

Limpio la palma de mi mano contra mi abrigo, y sin pensarlo dos veces, extiendo mi mano. — Soy Sophia.

Derek abre los ojos en sorpresa, muerde su labio inferior,y sin vacilar toca mi mano apretándola más de lo necesario y no la suelta. —Soy Derek.

Hymn For The Weekend #Hottie'sAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora