CAPÍTULO I

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Sonó el despertador unas cuatro veces y ninguno de los dos querían levantarse. Alan había pasado todo el fin de semana con Gaspar y ya era lunes, así que debían regresar a sus oficios. De un lado de la cama se encontraba Alan Martins, un virtuoso chico de 22 años oriundo de Strongville, en la provincia de Gales. Alan era un chico común y corriente, de padres divorciados y jugador de Rugby, su estatura era de unos 178 centímetros y muy blanco, de nariz perfilada y barba dorada con algo de pecas en las mejillas; sus ojos eran como el azul inmenso del cielo y sus labios contaban cada noche miles de historias entre besos. Era estudiante del último semestre de Radiología en la Universidad de New Ámsterdam y trabajaba como fotógrafo FreeLancer. Desde muy joven se mudó a New Ámsterdam con su madre cuando su padre los abandonó.

Allí en la misma cama, abrazado a él, se encontraba Gaspar Brown, un chico de mediana estatura de 24 años nacido en esta gran ciudad. Sus padres se divorciaron y con tan sólo 6 años tuvo que aprender arduamente lo que era ser el hombrecito de la casa tal y como su madre le recordaba cada noche y cada mañana luego de la ausencia de aquel honorable y responsable caballero. Trabajaba para una cadena de fotografía como fotógrafo y productor audiovisual. Sin duda alguna eran el uno para el otro.

¡Mira la hora que es!- expresó Alan moviendo a Gaspar quien lo tenía abrazado de forma muy compleja y anudada- llegaremos nuevamente tarde, levántate Gaspar y ve a ducharte mientras preparo rápido algo de desayuno. No es justo- reprochaba Gaspar con los ojos cerrados y frunciendo el ceño- quédate acá un rato más y abrázame, deja tu mandadera. No, en serio hay que levantarnos, iré a la cocina y prepararé algo de café mientras ordeno algo de desayuno y lo coloco para llevar ya que no creo que nos dé tiempo de comer acá- dijo Alan caminando en calzoncillos blancos con líneas grises y sin franelilla. Tal como dijo, se dirigió a la cocina y encendió la cafetera y empezó a sacar de la alacena tortillas y pan de sándwich para preparar desayuno. Aunque creo que nos dé algo de tiempo, pero para hacer el amor – decía Gaspar mientras tomaba por sorpresa a Alan por la cintura y besaba su cuello haciendo que éste padeciera instantáneamente de escalofríos por todo el cuerpo-. A no ser que no quieras llegar por lo menos diez minutos tarde a la universidad- continuaba Gaspar- No, si es por mi hiciera el amor cada hora contigo pero justo ahora vamos ya veinte minutos retrasados sin contar el trafico- Respondió Alan volteándose y abrazando a Gaspar- vamos ve a ducharte.

Hoy van los chicos de Erick Lavirt' a hacerse unas fotos para una fundación en apoyo a los niños con leucemia, me pareció atractiva la idea y quise ayudar de esta forma, así que creo que me iré de colores muy neutros además en la calle está lloviznando y no quiero enfermarme- decía Gaspar desde la ducha. Y es que a simple vista, Alan y Gaspar eran una buena pareja, tenían ya muchos meses juntos, habían atravesado los ciclos de los celos, las mentiras, y la infidelidad. Sin embargo pudieron continuar juntos dando a entender que cuando algo se cae al piso se recoge y se vuelve a usar, no se deja en el suelo. Después de terminar de ducharse Gaspar vistió de una franela color arena y un suéter gris claro con un jeans oscuro color gris plomo y unos botines arena y un sombrero negro. Como era de esperarse, llevaba sus gafas. Gaspar era muy detallista a la hora de vestirse y de salir, puesto que su carrera le había enseñado que la primera impresión es la que realmente contaba. Por su parte, Alan terminaba de preparar el desayuno y metió a la tostadora los panes y al sacarlos se quemó su mano derecha. Gaspar corrió a la cocina y le colocó pomada para quemaduras y un paño tibio con agua que puso a calentar en el microondas para ahorrar tiempo. No es nada de qué preocuparse, es algo tonto que me sucedió, más bien terminemos de arreglarnos para salir que ya es tarde- decía Alan con un poco de incomodidad en la mano. Terminaron de arreglarse y salieron a tomar un bus.

Ambos tomaban la misma dirección hasta llegar a la estación del metro donde Alan tomaba el andén con sentido a Lakewood y Gaspar hacia Rotterhands. Antes de llegar a la estación, Alan comentó que había reservado entradas para el cine para la función de estreno de una película y luego quería que fuesen a cenar juntos. Gaspar sólo atinó a responder que estaba de acuerdo con la idea. Se despidieron justo en el momento que un niño de la calle pasaba por el frente de Gaspar y le entrega un folleto a cambio de algunas monedas, Alan le sonríe al niño y le da un billete de 5 euros y listo. Cada quien tomó su camino esa mañana. Gaspar subió al tren para dirigirse a su estudio, miró el folleto que el niño le había "vendido" y decía: "y si se quiere enamorar de alguien, tan sólo hágalo... sin excusas, sin pretextos, sin reglas, sin líneas... eso es verdaderamente enamorarse, no jugar a tener sexo por amor."



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