Octavo acto

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Una gota. Otra gota. Después otra.

Me desperté con una sensación de humedad en la cara y vi que estaba empezando a llover cada vez más intensamente. A mi lado, Sirius dormía profundamente.

El pelo se le empezaba a pegar en la frente de manera desordenada. La boca, entreabierta, dejaba ver sus perfectos dientes blancos. Agarré sus hombros sorprendentemente musculosos y lo moví para que se despertara.

-Sirius, despierta. Está lloviendo.

Caía más agua por momentos y él apenas se inmutaba.

Maldije por toparme con aquella situación. Ahora era mi pelo el que caía lacio por mi cara y toda mi ropa la que estaba empapada.

En un movimiento rápido, tomó mis muñecas y me tumbó encima de él. Iba a reñirle cuando me interrumpió con un beso.

-¿Qué decías? -dijo desafiándome.

El cielo, blanco y encapotado, no dejaba de enviarnos agua como si fuéramos un fuego el cual es necesario apagar.

Me besó la comisura de los labios suavemente, atrapando a veces mi labio inferior entre sus dientes. Deslizó la mano por dentro de mi camisa y yo hice lo mismo por la suya acariciando su definido abdomen.

La lluvia no paró ni un momento de arroparnos como una manta mojada, pero nosotros sí que nos incorporamos y bajamos de nuevo a la lechucería riendo como locos.

Me escurrí el pelo por la ventana para evitar dejar un charco debajo, pero allá por donde íbamos el suelo se llenaba de agua.

Estornudé tapándome la cara con las manos.

-Anda, volvamos a la sala común.-dijo pasando un brazo por mis hombros.

Le miré levantando una ceja.

-A mi no me engaña, señor Black. Sólo está aprovechándose de mí y de mi calor.

Chascó la lengua mirando hacia otro lado y de repente me abrazó muy fuerte pegando su boca a mi mejilla. Grité débilmente tratando de alejarle, pero ya me había dejado una marca muy roja en la mejilla. Me froté la cara durante todo el camino para tratar de disimular el chupetón aunque acabáramos llegando de la mano a la Sala Común.

Pasamos por el retrato de la Señora Gorda, la cual nos miró con ternura pese a estar empapados, y notamos el calor del hogar crepitando en la chimenea.

-Sirius Black. -gritó Lily nada más vernos.

Se acercó a nosotros pisando fuerte y apretando los labios en una clara mueca de desagrado. Nada quedaba de la dulce Lily de rostro sereno y afable.

-Eres un imbécil. -gritó iracunda.- No hacéis más que molestar a Severus que a diferencia vuestra sí se toma en serio sus estudios y se preocupa por su futuro. -hizo una pausa para coger aire y continuar con la reprimenda.- Si tanta envidia tenéis de sus notas, metéosla por el culo pero dejadle en paz.

James bufó desde el otro extremo de la sala.

-¿Envidia? -murmulló audiblemente.

-Cállate, James. -le gritó antes de dirigirse a mi.- Y tú eres igual que ellos. Seguro que ya sabías que iban a hacer algo así y ni siquiera me avisaste para ayudar a Severus.

Parecía realmente dolida, enfadada pero dolida.

-Te juro que yo no sabía nada. -prometí sorprendida ante la acusación.

-Es cierto. -me apoyó Sirius mostrándose muy serio y interponiéndose entre Lily y yo.- Aerys no tenía nada que ver en esto.

Lily nos miró a ambos a los ojos y luego a James en completo silencio. Peter estaba detrás de la puerta de su habitación poco dispuesto a enfrentarse a Lily, y London la miraba como apoyando sus palabras y, en consecuencia, sus acusaciones hacia mi.

-No me lo creo. -sentenció antes de subir a su habitación.

Cerró de un portazo con London a su lado. James aprovechó para quitarse el cojín con el que se había estado cubriendo la cara durante toda la regañina.

-Tío, la hemos hecho buena. -rió James desde el sofá.

Literalmente, los tres estaban riendo como hienas intentando no hacer mucho ruido para no provocar más a Lily.

No daba crédito a mis ojos. Sirius se sentó junto a James y me atrajo para sentarme en su regazo.

-Joder, estáis empapados. -Sirius se lanzó para abrazarlo desequilibrándome en el proceso.- Quita, bicho.

-Dejad de jugar ya. -pedí poniendo los ojos en blanco.

Sirius se quitó la camisa para restregársela a James por la cara mostrando una no tan mala vista.

-¿Remus? -amenacé dirigiéndome a la puerta.

Los tres gritaron a la vez que no lo hiciera y yo paré en seco. Suspiré.

-Voy a cambiarme de ropa.

-¿Te acompaño? -gritó Sirius desde el sofá, donde tanto Peter como James aullaron de la risa. Les ignoré por completo.

Lily estaba llorando encima de su cama, donde a su lado London y Jane la estaban consolando. Intenté explicarla que yo no había tenido nada que ver ni quería tenerlo, pero sólo me miró con sus intensos ojos verdes inundados de lágrimas en silencio.

Salí con mi ropa seca bajo el brazo dispuesta a ir al baño a ducharme rápidamente.

-Deberías darte una ducha, Sirius. -le sugerí antes de salir viendo cómo estaba dejando el suelo.

-¿Te acompaño? -rieron aún más alto si era posible.

Volví sobre mis pasos y les di una colleja antes de dirigirme finalmente a los aseos.

Me habría enfadado con Sirius de no ser la única pareja disponible que tenía para las siguientes clases y que además que no estuviera enfadada conmigo.

Cuatro estornudos seguidos, sí, uno tras otro. Los ojos llorosos y la nariz taponada.

-¿Quiere ir a la enfermería, señorita Aerys?

Asentí con la cabeza, no sabía lo que me pasaba. Sirius también se encontraba en circunstancias parecidas por lo que bajó conmigo.

-¿Un resfriado? Creía que estabais hechos de otra madera. -bromeó mademoiselle Pomfrey.

Joven y guapa, se ocupaba de velar por la salud de todos sus alumnos.

-Iré a por el jarabe. Podéis recostaros, niños. -dijo señalando las camas.

Nos tumbamos encima de la misma cama aunque a una distancia prudencial por distintos motivos.

Volvió de la sala contigua con un bote de cristal y un par de cucharas soperas. Lo tomamos a la vez, pero yo lo vomité antes que él. No sólo era el sabor, sino todo en sí de ese líquido asqueroso nos hacía querer vomitar sin parar.

-Oh, -dijo mirando el bote preocupada- ¿Me habré confundido de jarabe? Juraría que la etiqueta era ésta.

Mademoiselle Pomfrey no se dio cuenta de cuando Sirius empezó a maldecir, y si lo hizo, le ignoró.

Rápidamente se alejó de allí para buscar dos palanganas, las cuales vomitamos hasta no tener nada más en el estómago. Era la primera vez que le veía así de mal. Sus ojos se habían tornado febriles y su espalda se convulsionaba con cada náusea, además de tener el pelo atado hacia atrás. Se percató de que lo estaba mirando y realizó una sonrisa ególatra con mucha fuerza de voluntad.

-Ya sé que hasta potando soy guapo.

Ahora fui yo la que vomitó.

Nos dejaron allí hasta que se nos pasaran las ganas de devolver. Los chicos nos visitaron, pero aquella noche no dormimos en la Sala Común.

-¿Qué era esa cosa que nos han hecho beber? -dije por primera vez en horas, cerca de la madrugada del sábado.

Sirius gimió desde su cama en respuesta.



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Un besooooo *3*

Sofía

{Sirius Black} Un ángel en Hogwarts. TERMINADA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora