Capítulo de C y J
Christina estaba afuera del apartamento del profesor James, aún pensado qué diablos estaba haciendo ahí con dos pulmones firmes como sus pechos, un par de zapatillas deportivas rotas y un periódico; ella misma pensaba que se estaba metiendo en algo en lo que no debería, pero por algo, muy raro que le hacía sentir esa chica, llegó con el profesor, por algo muy extraño, tanto que prefirió levantarse del suelo y dejar pasar más horas sin que llegara aquel hombre que la traía enredada en novedades sentimentalistas.
Justo cuando se levantó vio frente a sus ojos a James, siempre con la planta de todo un inglés de alto respeto, un inglés cuyo momento de existencia se basa en una chica que ahora está casada y lejos de él. Cuando sus ojos chocaron, era como ver el arrebato en los ojos de aquel desaliñado hombre que era profesor en su institución, el cabello alborotado, el olor a alcohol de hace unos dos días y su ropa negra y azul a juego, le derrochaban a la chica que la celebración le había caído más pesada de lo que pensó.
James comenzó a caminar directo a donde estaba ella con mirada y voz quebrada.
-Christina.
-J-J-James, pero que pinta de idiota traes.
-Es lo que soy... pensé que ya no vendrías desde la última vez que...
Christina levantó ambas manos, parando el curso de las cosas, no quería hablar del tema, no hoy, no ahora, no mañana, ya no, ya no, lo único que lograba era que ella en verdad sintiera algo por ese idiota y tuviera a esa chica llamada Lamoon en la cabeza, y su frágil manera de vivir.
-Yo ya me iba así que...
-No, ¿a qué viniste?
James se acercó a ella.
-No te acerques.
-No voy a hacerte daño, creo que yo ya he recibido el suficiente como para dar a alguien más lo mismo.
-¿Daño a ti? ¿Y qué te causa daño? –Quería que se lo dijera.
-Olvídalo, es una estupidez.
-Eso es lo que yo creía de esa tal Lamoon, y no es que le esté diciendo a ella estúpida, si no a esto, a lo que crees que vas a poder acabar cuando lo que menos ahora puedes hacer es eso. Por eso estás ebrio, por ella, por culpa de ella, y es que... apestas y... ¡Agh! Ya me largo.
-No, no, espera –dijo James, sosteniendo del brazo a Christina para que no se fuera directo a las gradas -¿Por qué hablas de Lamoon como si la conocieras?
Christina se le quedó viendo a esos grandes ojos que seguramente han visto de una manera envidiable a Lamoon, cientos de veces. James comenzó a marearse y a ver todo borroso, la resaca seguía golpeándolo tanto que cayó sobre la chica que tuvo que colocar bien sus pies para no caer con él y bajar rodando por las gradas, el peso del profesor estaba siendo sujeto por la chica que ahora no tenía salida.
-Maldita sea, James, James levántate, tengo que irme ya.
James no reaccionaba.
-Joder –comenzó a buscar en los bolsillos del profesor las llaves de su apartamento y pensó que era un milagro que no le hubiesen robado algo de lo que llevaba en ese costoso abrigo suyo, cuando encontró las llaves se adentró a la habitación oscura y desordenada del profesor, llevándolo en una maniobra dentro de esas paredes, colocándolo sobre una silla, pensaba dejarlo ahí y que se salvara por su cuenta, pero lo imaginó de miles maneras muriendo que se maldijo a ella misma, se quitó su chaqueta y comenzó a buscar en el apartamento ropa para el profesor, pero el interruptor de luz estaba algo perdido a sus ojos, cuando lo localizó cerca del escritorio del profesor, algo cayó al suelo, varios papeles.
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La Quiero a Ella
Novela JuvenilDesde ahí...sí, a distancia de ella, él la observaba andar muy callada, su cabello largo agitándose por el viento, su cuerpo bajo todo ese innecesario arropado que llevaba. No solía sonreír, no era una chica que sonriera y conversara con los demás...