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El joven, apuesto, alto, delgado pero fuerte empresario fue abotonando su saco mientras subía las escaleras con firmeza, al lado de aquella alta mujer que llevaba puesto un costoso vestido de lentejuelas, era como ver a dos dioses entrar en aquel pasillo, donde todas las cámaras cayeron pronto sobre los dos.

Tom Kays y Roses Canin se presentaron una vez más frente a todos. Si Roses –Rose –estaba ahí, esa únicamente por Tom, por ser uno de los cinco jóvenes empresarios más famosos y codiciados de Londres, luego de Daniel Buchanan por supuesto. Los dos no discutieron en presentarse con todo lujo frente a sus compañeros, conocidos y pocos amigos, ante las cámaras, sonreír, derrochar lo que Tom era y Rose había tomado en un abrir y cerrar de ojos.

Las preguntas sobre su compromiso seguían surgiendo entre todos, llevaban comprometidos cerca de dos meses y no había una respuesta más allá de ella para el verdadero acto de la boda. Pero ya todo estaba planeado, Rose quería una fiesta pomposa, una fiesta que quedara en la cabeza de todos por el resto de sus días, eso era lo que quería lograr a pesar de saber que ni ella ni Tom sentían amor el uno por el otro, todo era siempre por un favor que se hacían el uno al otro.

Ella, no morir en la misma miseria de la que salió.

Él, no ser desheredado de toda esa gran fortuna que obtuvo de sus padres, si no se casaba, lo perdería todo.

-¿Qué hay de la boda entonces?

-Será una sorpresa muy cercana, de eso no hay duda alguno, no coman ansias –dijo Rose, hablando por los dos.

-¿Qué dices tú Tom?

-Digo, que vengo sediento como para responder, Rose ya lo dijo todo así que... con permiso –sonrió, llevando en su brazo a Roses Canin.

Una vez que entraron a la gran sala, los ojos de Emma fueron los primeros en caer sobre ella, como Rose con ella. Ninguna de las dos se soportaba lo suficiente como para estar respirando el mismo aire en la misma habitación.

-Así que en verdad la invitaste –le dijo Emma a su esposo.

-Es todo por Thomas, de no ser así, juro que no lo haría.

-Soportarla una noche tan tranquila como esta, todo iba muy bien, amor. Yo me encargo

-Segura.

-Soy tu esposa –le dio un beso antes de ir a por los recién llegados.

Tom le sonrió a la hermosa mujer, al menos con él tenía una buena relación.

-Tom.

-Emma, gracias por la invitación.

-Siempre serás tú muy bienvenido.

-Al menos mi prometido te agrada, Emma.

-Rose, tú siempre de buen humor.

-Lo suficiente como para alegrar esta fiesta.

-Ni te molestes, gracias, por ello, oh, Tom, estoy seguro que los Daneses quieren conocerte, a ti y a tu gran proyecto con respecto a la conexión entre nuestros países.

-Pues no los hago esperar más, Rose, vamos.

-Deja que vaya primero por unas copas, yo te alcanzo.

Emma y Tom se alejaron por otra parte mientras Rose trataba de encontrar ese punto exacto que la había motivado a llegar esa noche a aquella reunión, pero no veía a Daniel por ninguna parte. Se dispuso pues, a ir por las copas a la mesa que estaba más cerca, donde lo primero que vio, fue alguien que le llamó la atención.

La Quiero a EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora