»Hoy eres novedad, mañana eres historia«

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Día 3

—Te debe odiar, John. — decía George mientras daba una mordida a su Sandwich.
—Debes ofrecerle una disculpa.—Objetó Alex, imitando la acción de George.
—Esa perra nunca me cayó bien.— dijo Dylan.

—¡Más respeto con tus palabras, idiota!— ordenó Paul.

Dylan le miro desafiante, más no dijo nada, bajo su mirada y la dijo en su desayuno.

Todos se asombraron ante la actitud de Paul, el jamás había hecho o reclamado por alguna falta de respeto, en general, tratándose de sus amigos.

Se escucharon pasos viniendo de las escaleras, todos se giraron al pasillo, y ahí estaba ella.

Sin mirar a nadie a los ojos, a excepción de Lisa, a quien con tan solo mirarla, le deseo buenos días.
Fue hacia la tostadora, introdujo dos panes y espero.
Todo estaba en silencio, el ambiente estaba tenso y todos esperaban que ella rompiese el hielo, o por lo menos alguien más.

—¿Pasaste buena noche?— pregunto Lisa, con total naturalidad.
—No muy buena,pero gracias por preguntar, Lizzie.— Le dijo a ella con voz firme.

Paul y John se miraron, Paul con una mueca le dio a entender lo que el, ya sabia.

"La cagaste"

John bajo su mirada y comenzó a jugar con su comida bobamente.

Se escucho el timbre de la tostadora, tomó un plato y las puso ambas, las unto de mantequilla y tomo una taza de café. 
Se sentó en la mesa a un lado de Lisa.
Comenzaron a murmurar entre ellas, John no aguanto la presión que el mismo se hacía.

—Lo siento mucho.— espetó.

Ella le ignoro por completo, o eso aparento

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Ella le ignoro por completo, o eso aparento.
No le iba a ceder fácilmente.
Tenía que regresarle de una manera lo que él había causado en ella.

—Lisa, tengo que hacer unas cosas, nos vemos después.— se despidieron de un beso en la mejilla.
—Adiós.— murmuró John, acción que fue ignorada nuevamente.

—Buen provecho.— saludo a todos con cordialidad y salió del comedor.

Ella se dirigió a su habitación, corrió a uno de los cajones, rebusco y ahí se encontraba aquello tan significativo para ella.

Su diario.

Lo tomo y lo metió bajo su camiseta, para evitar que otros le vieran.

Salió de la casa de manera discreta hacia el patio trasero-el cual, repito, era inmenso- y corrió hacia donde habían estado George y ella, aquel sitio que con tan solo recordar, le daba la paz que ella necesitaba.

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