Capítulo 5: Confusión.

215 29 6
                                    



Cuando la clase acabó, recogí y salí volando de allí. Por mi propio bien y el de mi relación con Kevin, no debía pasar ni un segundo más con él, viendo esos ojos y esa bonita sonrisa.

—¡Alicia!— me llamó, pero yo no me giré para ver qué quería. Necesitaba alejarme de él y controlar esa debilidad que se formaba cuando lo tenía cerca. Esa debilidad que ni siquiera sabía que tenía.

Salí de la clase y comencé a correr por el pasillo, pero mi hombro chocó con el de una chica haciendo que sus cosas cayeran al suelo. Me miró con cara de odio y dio dos pasos hacia mí, recolocándose uno de sus rizos rubios detrás de la oreja.

Watch out, you freak ―dijo mientras me miraba furiosa de arriba a abajo.

―Lo siento. No te he visto ―dije con educación, tratando de disculparme. Estaba a punto de ayudarla a recoger sus cosas, pero su mirada de superioridad no me gustó ni un poco.

―¿No hablas inglés? Fine ―se rió. ―En ese caso, vuélvete a tu país. Pero antes recoge mi carpeta, fea.

¿Fea? ¿Quién insultaba así? ¿Es que acaso tenía cinco años? ¿Y a qué había venido eso? Sentí que la rabia me subía por la columna, acumulándose en mi cabeza. No llevaba ni dos horas en aquel instituto y ya había sentido mi rabia recorrer mi cuerpo más veces que en toda mi vida.

―¿Qué te has creído? ―alcé la voz indignada, llamando la atención de varios alumnos a nuestro alrededor que empezaban a agolparse para curiosear. 

―A los intrusos hay que enseñarles su lugar cuanto antes, para que no se confíen demasiado ―sonrió levantando un hombro de una forma muy coqueta. Estaba claro que sabía que la observaban y le gustaba que lo hicieran.

―¡Cierra la boca! ―exclamé furiosa. Estaba a punto de abalanzarme sobre ella y darle un empujón, un tirón de su hiper teñido pelo rubio o un puñetazo en su extremadamente maquillada carita de ángel. Cualquier cosa que me hubiera ayudado a bajarle un poco los humos, pero en ese instante, detrás de ella aparecieron dos amigas más, aunque más bien parecían clones.

―No sabes con quién te metes, tonta. ―dijo sonriendo con malicia. Y ahí iba otro insulto de niña de primaria. Me mordí el labio intentando aguantar una risa. ―¿Te hace gracia? ¿Buscas pelea?

―¿De qué vas? ¿Acaso no me he disculpado ya? ―Puse los ojos en blanco y continué mi camino por el pasillo en dirección a mi siguiente clase. Si era lista, no me buscaría más problemas en mi primer día. Ya tendría tiempo de poner a esa barbie psicópata en su sitio más adelante.

―¡Ya nos veremos, nueva estudiante! ―exclamó a mis espaldas. ―No creas que esto va a quedar así.

―Eso digo yo ―murmuré para mí misma mientras seguía caminando fingiendo que la ignoraba.

Aceleré el paso. ¿Acaso aquel instituto estaba lleno de gente esquizofrénica? No estaba segura de poder aguantar demasiado tiempo. O me volvía como ellos, o los mataría a todos. Y no es que yo fuera una persona violenta o que acostumbrara a meterme en peleas, pero la gente normal que había conocido en Madrid nunca había actuado así, como en una película de adolescentes americana. Aquello era absurdo y, sí. Si era necesario, le partiría la cara. A mí nadie me trataba como si fuera inferior y pensaba dejarlo muy claro.

Las dos siguientes horas transcurrieron sin nada digno de mención, a excepción de que eran el tipo de asignaturas que yo nunca habría escogido. Tenía que hablar con mi abuela para asegurarme de que las cambiaba. ¿Por qué demonios tenía que estudiar historia del arte y filosofía? Todas las asignaturas estaban orientadas hacia las humanidades, cuando yo siempre había sido más de ciencias. Por suerte, los compañeros parecían normales y yo lo agradecí. Por un momento pensé que aquel lugar era un nido de víboras y que tendría que enseñarles que conmigo no se jugaba.

Besé al equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora