Capítulo 11: El Viaje

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Durante la cena hablé con mis abuelos sobre mi excursión con los Steinbach y para mi sorpresa, mi abuela pareció bastante complacida, a pesar de lo apresurado del viaje.

—Me parece estupendo que por fin hayas decidido mezclarte con gente de tu estatus social —añadió con una amplia sonrisa. Nunca había visto una verdadera sonrisa de mi abuela. Tenía una sonrisa bonita.

—¿Pero no te importa que salgamos esta noche mismo? —inquirí asombrada.

—¿Por qué debería? Los Steinbach son de mi total confianza. 

No podía creer que fuera tan fácil. Había tenido algo de tiempo para trazar una excusa suficientemente convincente. El viaje hasta España era muy largo. Sólo el viaje de ida demoraría diez horas. También tenía que abrazar a Kevin después de demostrar a Leo que no tenía nada que temer respecto a él, así que tenía que sacar tiempo de donde fuese.

—Nos quedaremos a dormir en una cabaña rural, así aprovecharemos más el tiempo. Tenía ganas de conocer el parque de Yellowstone. —No creí que mentir tan descaradamente se me diera tan bien.

—Espero que te diviertas mucho, Alicia. —Fue la respuesta final de mi abuela.

Increíble. Mi madre habría puesto el grito en el cielo. Nunca en la vida me habría consentido ir a pasar la noche a ningún sitio acompañada de un chico como Leonardo Steinbach, cuya fama le precedía, sin duda, y estaba segura de que mi abuela era consciente de ello. Definitivamente, no la entendía.

Cuando subí a mi cuarto, preparé una pequeña maleta mientras canturreaba una canción. La expectativa de volver a España sólo cuatro días después de haberme marchado era algo que no esperaba. Carla y Kevin se iban a llevar la sorpresa de sus vidas.

Mi nuevo teléfono vibró y tenía un mensaje de "Idiota Leo", como lo había llamado.

"Estamos  en tu puerta a las 10 pm. No tardes."

No me gustó nada la forma en la que me lo había escrito. Casi parecía que me estaba dando una orden, pero lo ignoré. Después de todo, me iba a llevar a ver a Kevin. Podía aguantar que me molestara un poco. Valía la pena.

La hora acordada llegó y mis abuelos salieron a la puerta de la casa a despedirme. Empezaba a dar un poco de grima. Parecíamos una familia feliz y todo.

Frente a la casa había una limusina bastante grande y junto a una de las puertas estaba el chófer, esperándome. Se apresuró a tomar mi equipaje y meterlo en el maletero, y luego me abrió la puerta del vehículo. En su interior pude ver a un sonriente Leo, que me saludaba, mientras que Dani sólo miraba por la ventana. Demonios. ¿Seguía enfadado? ¿Entonces por qué había aceptado venir? Aunque estaba preparada para no ir a ninguna parte si él no hubiera estado ahí.  Si no hubiese aceptado, ni loca viajaría en un avión a solas con Leo.

—Bueno, ¡ya estamos todos! —exclamó Leo en cuanto escuchó la puerta cerrarse y frotándose las manos.

—No me puedo creer que me hayáis convencido para venir a este viaje ridículo. Tengo un examen de cálculo la semana que viene —protestó Dani, que me miró, sonrió y luego siguió mirando por la ventana.

—Admite que te apetece venir tanto como a mí— se rió Leo.

Dani frunció el ceño, pero no contestó.

Una media hora más tarde, llegamos al aeropuerto privado de los Steinbach. Aquello era el colmo de la opulencia. ¿Cuánto dinero tenía esa familia? Me parecía absurdo que el mundo estuviera tan  mal distribuido.

Besé al equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora