Habían pasado unos días desde que despertó sobresaltado en mitad de la noche debido a un sueño un tanto peculiar. Trató de no prestarle demasiada importancia, pero lo cierto era que cada vez que se despistaba se encontraba perdido en aquel sueño pues, podría jurar que, aunque recordaba de forma borrosa los rostros de ambas personas que protagonizaban el sueño, algo le decía que podía tratarse de William y de él, y claro, comenzaba dándole vueltas a aquel sueño y acababa pensando en tener alguna cita romántica con su querido supervisor, aunque en la mayoría de las veces era bajado de su mundo de ensueño con un ''¡Sutcliff, termina tu trabajo!'' seguido de algún golpe propiciado de la guadaña del mayor.. Pero eso no le impedía nada..
Se encontraba en su despacho con la mejilla recargada en su mano derecha mientras dejaba perdida su mirada en la lluvia que, en esos momentos golpeaba con fuerza el cristal de la ventana, de nuevo, pensando aquel sueño, pensando como sería estar con William...
Llevaba varias semanas pensando que quizás era momento de decirle formalmente sus sentimientos, nada de confesiones locas o indirectas tal y como había estado haciendo meses atrás... Y además, esta vez contaba con la ayuda de su aprendiz y mejor amigo, aunque si se paraba a pensarlo un par de veces quizá no era tan buena idea, teniendo en cuenta que las... ¿parejas? ¿podían ser llamadas así? Como fuera, sólo le duraban un día y no era lo que él buscaba.
Decidió bajar de nuevo a la realidad y continuar con sus obligaciones, cosa rara en él, pero esta vez quería soprender a William, y, tras eso intentar invitarle a cenar a su casa, quizás de esa forma tendría más posibilidades.
El día pasó rápido, cuando se dio cuenta ya era la hora de llevar todos los papeles al despacho de William, por lo que, cogiéndolos salió corriendo hacía allí.
-¡Will, mi amor!
Casi no le dio tiempo al mayor a responder, que ya el joven de cabellos como la sangre se encontraba invadiendo su oficina. William simplemente suspiró, sabía que regañarle por volver a entrar sin llamar y de aquella forma tan maleducada sería en vano, pues si en tantos años no había cambiado su comportamiento, ¿porqué lo haría ahora? Dio un sorvo a la taza de té negro que sostenía entre sus manos y miró de reojo al menor.
-¿Qué sucede, Sutcliff? ¿Acaso no te di demasiado trabajo esta mañana que vienes a por más y encima a la hora de salida?
Grell sonrió ampliamente al escucharle decir eso y acto seguido dejó los papeles en el escritorio, ante la mirada atónita de su superior.
-No querido, esta vez los he terminado a tiempo... ¡Y encima los he escrito en negro, nada de rojo, aunque me ha dolido muchisimo darling! -Dijo haciendo todo el drama posible, como era de costumbre en él, provocando una leve, muy leve, sonrisa en el rostro del contrario quién ya estaba revisando aquellos papeles, que, efectivamente, estaban perfectos. Prueba de que aquel pelirrojo podría hacer lo que quisiera si de verdad se pusiera a ello... Aunque, también hizo al moreno temerse lo peor.
-Y bien, Sutcliff... ¿Qué has estado planeando? No harías tu trabajo de forma eficiente si no tuvieses alguna idea descabellada en mente...
-¡Sólo quiero que te vengas a mi casa a cenar, mi amor! -Exclamó mientras se acercaba al escritorio, llegando a sentarse sobre este de piernas cruzadas mientras miraba sonriente al mayor provocando un suspiro en el mayor.
-¿Ir a cenar? -Llevó su mano hacia su frente y comenzó a masajearla como si le doliese la cabeza, pero en realidad estaba tratando de pensar, a simple vista podría parecer una propuesta inocente, pero tratándose de Grell, podría pasar cualquier cosa y nada bueno... Aunque no sería la primera vez, y tampoco le desagradaba tanto, finalmente aceptó con sólo asentir un par de veces.
-¡Genial mi amor! En ese caso, me iré adelantando para preparar todo, ya sabes, ¡Una dama debe estar presentable! -Bajó de un salto del escritorio y corrió hacía la puerta, pero, antes de salir de aquella habitacion le lanzó un beso.- ¡Bye-Bye Chú!
William sólo suspiró y comenzó a ordenar todos los papeles para por fin poder retirarse del trabajo, mientras, Grell corrió hasta su casa y comenzó a hacer los preparativos de la cena, y, una vez listos fue a ducharse, como de costumbré llenó todo lo posible la bañera, poniéndole además colorante de color rojo y algunos olores de frutas, ¡Si William iba a ir a su casa entonces debería aprovechar y por fin decirle todo! ...
Pasó casi una hora, al fin se encontraba listo... pero, ¿Por qué William no venía? El camino desde la oficina no era tan largo... ¿Y si se había entretenido con alguna chica? ¿Y si sólo le mintió para que le dejase tranquilo...? No podía ser posible...
Todo volvió a quedar en silencio... Lo único que se podía escuchar era el sonido de los carruajes pasando de forma apresurada por la calle y la lluvia, cayendo con fuerza...
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Mi amada carmesí.
RomansAño 1800, un amor prohibido y una decisión muy apresurada, aunque con resultados beneficiosos.