MIÉRCOLES
Ahora nos estamos llevando muy bien, en verdad, y nos hacemos más y más amigos. Ya no trata de evitarme, lo cual es buen signo, y demuestra que le gusta tenerme con él. Eso me complace, y yo trato de serle útil en todo lo que puedo, para aumentar su consideración. Durante los últimos dos días, le saqué de las manos todo el trabajo de nombrar las cosas, lo cual fue un gran alivio para él, ya que no tiene ningún don en ese sentido, y evidentemente, está muy agradecido. No puede pensar un solo nombre lógico que pueda conservarse, pero yo no le dejo ver que soy consciente de su defecto. Cuando una nueva criatura se acerca, yo le pongo nombre antes de que él tenga tiempo de verse expuesto a un silencio incómodo. De este modo, lo salvé de muchas situaciones embarazosas. Yo no tengo un defecto así. En el momento en que pongo los ojos sobre un animal, ya sé lo que es. No tengo que reflexionar un minuto; el nombre adecuado aparece instantáneamente como si fuera una inspiración, como sin duda lo es, porque estoy segura de que no estaba en mí medio minuto antes. Parece que solo por la forma de la criatura y por el modo conque actúa pudiera saber de qué animal se trata.
Cuando apareció el dodo, él pensó que era un gato salvaje, lo vi en sus ojos. Pero yo lo salvé. Y tuve el cuidado de hacerlo de modo que no pudiera herir su orgullo. Simplemente hablé en forma bastante natural, de agradable sorpresa, como si ni siquiera soñara en transmitir información, y dije: "Bueno, ¡declaro solemnemente que aquí tenemos un dodo!". Le expliqué, sin que pareciera que estaba explicando, cómo me di cuenta de que era un dodo, y aun cuando vi que estaba un poquito fastidiado porque yo reconocí a la criatura y él no, fue bastante evidente que le provoqué admiración. Fue muy agradable y pensé en eso más de una vez antes de dormir. ¡Qué cosas tan pequeñas pueden hacernos felices cuando sentimos que nos las hemos ganado!