Lunes al mediodía

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LUNES AL MEDIODÍA.- Si hay algo sobre el planeta que a ella no le interese, no está en mi libreto. Hay animales que me son indiferentes, pero no es así con ella. Ella no discrimina, se relaciona con todos ellos, piensa que son tesoros y cada ani-mal nuevo es bienvenido.
Cuando el poderoso brontosaurio entró a grandes trancos en el campamento, ella lo consideró una adquisición, yo lo consideré una calamidad; es un buen ejemplo de la falta de armonía que prevalece en nuestros puntos de vista. Ella quiso domesticarlo, yo quise regalarle nuestros terrenos y mudarme. Ella creyó que podría domesticarlo tratándolo tiernamente y que sería una buena mascota; yo dije que una mascota de veintiún pies de alto y ochenta y dos de largo no sería algo apropiado para que anduviera dando vueltas por el lugar, porque, aún con las mejores intenciones y sin pretender hacer ningún daño, podría sentarse sobre la casa y aplastarla, ya que cualquiera podría ver por su mirada que era muy distraído.
Sin embargo, su corazón estaba decidido a conservar al monstruo y no se dio por vencida. Pensó que podríamos comenzar un tambo con él y quiso que la ayudara a ordeñarlo; pero no lo hice, era demasiado riesgoso. El sexo no era el correcto y, de todos modos, no teníamos escalera. Después quiso montarlo para mirar el paisaje. Los treinta o cuarenta pies que medía su cola estaban tendidos sobre el piso, como un árbol caído y ella pensó que podría escalarlo, pero se equivocó; cuando alcanzó la parte empinada resultó demasiado resbaladiza y se cayó y se hubiera lastimado de no ser por mi.
¿Se quedó satisfecha entonces? No. Nunca la satisface nada si no hay constatación; las teorías sin demostrar no están en su libreto y no las acepta. Es la actitud correcta, lo concedo; eso me atrae; siento su influencia; si estuviera más tiempo con ella, creo que me contagiaría su actitud. Bueno, a ella se le ocurrió una teoría más sobre el coloso: pensó que st pudiéramos domesticarlo y tornarlo amistoso podríamos pararlo en el río y usarlo como puente. Resultó que ya estaba bastante entrenado -por lo menos, en lo que a ella concernía- y entonces pudo poner en práctica su teoría, pero fracasó; cada vez que ella lograba colocarlo en el lugar adecuado y se dirigía hacia la orilla para cruzar sobre él, éste salía y la seguía por todas partes como una montaña domesticada. Como los otros animales. Todos lo hacen.

El Diario De Adan Y EvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora