Extracto del diario de Adán
Quizás debería recordar que ella es muy joven, una simple chica, y hacer concesiones. Ella es todo interés, anhelo, vivacidad; el mundo es magia para ella, una maravilla> un misterio, un gozo; el placer la deja sin palabras ante una nueva flor; tiene que tocarla, acariciarla, olerla y hablarle y derramar nombres cariñosos sobre ella. Y está loca por los colores: las rocas marrones, la arena amarilla, el musgo gris, el verde follaje, el cielo azul; la perla del amanecer, las sombras púrpura de las montañas, las doradas islas que flotan en los mares carmesí del atardecer, la pálida luna que navega a través del manto desgarrado de las nubes, las estrellas como joyas que brillan en las tierras baldías del espacio; ninguno de ellos tiene valor práctico alguno, que yo pueda ver, pero como tienen color y majestad, es suficiente para ella y pierde la cabeza por ellos. Si pudiera calmarse y quedarse quieta solo dos minutos, sería una serena visión. En ese caso, creo que podría disfrutar de mirarla; en verdad estoy seguro de que podría, ya que estoy empezando a convencerme de que ella es una criatura notablemente graciosa y gentil -flexible, esbelta, pulcra, bien formada, inteligente, simpática- y una vez que la vi parada sobre una roca, blanca como el mármol y bañada por la luz del sol, con su joven cabeza inclinada hacia atrás y la mano dando sombra a sus ojos para poder divisar el vuelo de un pájaro en el cielo, tuve que reconocer que era hermosa.