Capítulo 4.

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Una semana después y todo dentro de la casa había cambiado por completo, por las ventanas entraba el viento helado del escalofriante y sepulcral atmósfera del exterior, aumentando más las malas vibras que rodeaban a los hermanos separados por el silencio. Entre ambos se evitaban, trataban de no permanecer en la misma habitación por más de 5 minutos ni siquiera usar o tocar las cosas del otro como usualmente lo hacían para molestarse.

Para Sans la ley del hielo que había impuesto Papyrus era estúpida, porque de seguro lo estaría culpando a él por todo lo que pasaba en la casa y entre ellos. Pero trataba de no darle mucha importancia para no hacer brillar más su ego, pero no podía evitar no sentir las ganas de ir y preguntarle, o más bien gritarle a la cara por qué había hecho lo que hizo. Las cosas no podían quedarse así y no era el único que pensaba lo mismo, pero ahora se daba cuenta quién era el único en esa casa a quien le importaba su relación, si es que alguna vez lo fue.

Sans pasaba más tiempo en su habitación tendido en su cama, pensando, recordando lo vivido. Papyrus, por su parte, sólo aparecía en la casa durante la noche para descansar y se marchaba temprano por la mañana, y así sucesivamente. Era obvio que él no quería hablar acerca de las cosas y sólo quería seguir con su vida normal teniendo en cuenta de que ya nada volvería a serlo.

Unos días después Sans decidió ir a prepararse algo para comer, no había comido nada desde que había ocurrido el inoportuno accidente y por fín las ganas de echarse algo a la boca habían aparecido. Tampoco quería hacer algo que requerriera de mucho trabajo, tal vez un sándwich con mostaza le sentaría bien.

Estaba preparando su sándwich hasta que entonces entro Papyrus, cosa que sorprendió a Sans casi dejando caer la mostaza al suelo al sentir sus pasos entrar al salón. No esperaba que a esas horas de la tarde estuviera en casa, él almorzaba en casa de Undyne y no encontraba otra razón por la cual él quisiera estar allí.

Trató de relajar sus huesos para no demostrarse intimidado por él, tenía aunque no lo sintiera mostrarse fuerte ante la situación. Terminó su sándwich y lo puso sobre un plato, se quedó allí sin moverse, sus pies parecían pegados al suelo pues no querían girar y encontrarse con Papyrus. Estiró sus dedos con sus manos apoyadas en el borde de la encimera, dibujó en su cara una sonrisa nerviosa para acompañar su sudoración incontrolable.

-Hey.

Sans dio un sobresalto al escuchar su voz dirigirse a él.

-Oye, te estoy hablando.

-¿Q-Qué quieres? -Logró decir al sentir su tono de voz subir de tono.

-Dejaste toda la encimera sucia, así que espero que la dejes limpia antes de irte.

-S-Sí, como diga... -Murmuró en voz baja.

-¿Perdón? No te escuché.

-¡Que sí, dije que sí! Maldición... -Sans no se percató del momento en que Papyrus había ido hasta él y que ya estaba a sus espaldas, no hasta que lo sintió que este tomó uno de sus hombros y lo giró para que lo encarara. -¡E-Espere...! -Gritó Sans alterado cubriendo su cara con ambos antebrazos.

-¡Oye! -Papyrus agarró uno de estos y lo obligó a mirarlo.

-¡NO! -En su desesperación, Sans no lo pensó dos veces y rompió el suelo con uno de sus ataques producido por un Gaster Blaster para alejarlo de él.

-... -Primero miró al Gaster Blaster de su hermano en una esquina del techo apuntándolo, y luego lo miró a él, asustado y temblando mientras se mantenía en guardia. -¿Tú...?

-¡No, cállate! Y-Yo... ¡yo ya no quiero escucharlo, Jefe! ¡...ya no soporto esto! No puedo...

-Sans, tranquilízate...

-¡¿Cómo quiere que me tranquilice cuando ya no puedo hacerlo por nada?! ¡¿Cómo quiere que lo haga cuando... cuando ya todo está destruido?! ¡Ya nada volverá a ser igual y todo es por tu culpa!

-¡Oye, calmate o-!

-¡¿O qué?! ¡Vamos, dime! -Sans se mostró desafiante ante su hermano abriendo sus brazos invitandolo a que lo golpeara como se suponía que debía ser. -¡¿Vas a golpearme, es eso?! ¡Pues ven, hazlo! ¡Golpeame tal y como siempre lo haces! -Se acercó hasta él y con sus manos lo hizo retroceder empujándolo hacia atrás. -¡Estoy cansado de ti y de todas tus mierdas! ¡Cansado y hasta las bolas de aguantar todo esto, de quedar como un imbécil frente a todos y frente a ti sólo para satisfacerte...! ¡Ya no lo aguanto!

Sans acabó de gritar, terminó hiperventilado y con ganas de explotar, arrojar todo al suelo y romperle la cara a Papyrus por hacerlo sentir de esa forma tan patética y repulsiva. Su mirada estaba clavada en la suya como si quisiera transmitirle todo lo demás que quería decirle pero que no podía hacer pues no sabía cómo, eran tantas sensaciones y emociones inexplicables que sólo lo herían y que quería sacar de su interior y mostrarle a Papyrus con lo que lo envenenó por años. Quería demostrarle de alguna forma su cuerpo y alma destrozadas, su ser hecho añicos y como cada día se iba despedazando cada vez más. Pero aún así sabía que su escaso nivel de afectividad y comprensión no lo haría, y que como siempre no le importaría.

-Sabes... ya no quiero seguir sintiéndome de esta forma, es horrible, no me gusta... El sabor amargo que me has dejado todos estos años ya me aburrió y quiero que desaparezca junto con todos estos sentimientos que siento por ti, el odio, la venganza, el amor... Ya no quiero sentir nada de esa basura, ya no quiero volver a sentirte. -Sans se secó sus lágrimas con su manga, sonrió. -Me hubiera gustado haber dicho "gracias por todos los buenos momentos que me diste", pero no puedo, no hay nada... nunca me diste nada. Heh, no me sorprende que no digas nada, después de todo nunca lo haces... Me siento como un idiota, bueno, siempre lo he sido.

El silencio y la indiferencia de Papyrus le dejaba todo en claro, no esperaba otra cosa después de todo. Definitivamente parecía un tonto arrastrado por ese tipo que sólo lo veía como un pedazo de basura, allí desahogandose como si algo fuera a lograr con eso, lástima que ni con las palabras más hirientes lo lograría. Ya todo había acabado, ¿pero en verdad quería eso? No le quedaba de otra que hacerlo, ponerle un fin a algo que nunca le traería nada, ni siquiera un suspiro o una disculpa aunque fuera fingida.

Sans metió sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta completamente rendido. -Si quieres ríete de mí, odiame, siente más asco de lo que siempre me has tenido, pero te amo, y no creo que seas lo suficientemente idiota para no saberlo. Lo que me preocupa es que sabiendolo nunca hiciste nada, ni siquiera trataste de detenerme, y eso es lo que más me duele. -Levantó su rostro formando una sonrisa vacía, colocándose su máscara para afrontar aquella situación, sin darse cuenta que al parecer esta tenía fugas de agua en la parte de los ojos. -Tranquilo, yo también cometí el error de no detenerme al ver que desde el principio esto nunca iba a funcionar, pero... tal vez hacía lo que hacía sólo porque te tenía a mi lado... Hehehe.... Lo sé, mi forma de querer es un poco rara, pero es sincera. Papyrus, hermano... gracias por hacerme ver que estaba equivocado, en verdad, gracias... Mañana vendré por mis cosas por la mañana, a eso de las 7. De seguro estarás durmiendo, pero tranquilo, no haré ruido.

Luego de eso, Sans desapareció.

Enséñame A Amar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora