Capítulo 9

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Lauren se encontraba repartiendo delicados besos en la suave espalda de Alice, quien a la vez, acariciaba el muslo de la ojiverde. Esto, siempre se cumplía con mucha religiosidad después de una larga sesión de sexo. Lo cierto era que la chica de ojos celestes cada vez disfrutaba más de las caricias de la ojiverde.

―Estoy muy segura de que nunca me cansaré de ti, Lauren ―deposito un beso en la suave piel, provocando la risa de ésta

―Seguro que sí ―paso su mano a lo largo de la espalda, deteniéndose en la parte final, donde se encontraba el tatuaje. ―esto es tan sexy.

―Supongo, aunque un tatuaje no se iguala conmigo, cierto? ―se dio la vuelta para ver la cara de Lauren.

―Nop, aunque no entiendo el punto, si de todas formas ese tatuaje eres tú. Pero no, nada se compara y lo sabes, sino no hubiera estado más de dos veces contigo. ―aseguró

―Bueno, tal vez eso pase porque siempre te gustaron las chiquillas insípidas, y ahora estas probando algo de verdad. ―dijo con enfado al pensar en todas las mujeres que pasaron por la cama de la ojiverde

―Puede ser... pero lo bueno con ellas era que no sobornaban a mis empleados para saber con qué mujer yo me acuesto. No Alice? ―escupió con cierto reproche. Ella, tomo el rostro de la ojiverde con sus manos

―Solo trato de proteger lo que algún día me va a pertenecer. –sentenció

― ¿Qué? ―se soltó de las manos de la otra chica. ―deliras. Yo nunca le perteneceré a alguien.― Se levantó de la cama y empezó a buscar su ropa

―Y que pretendes, ah? Seguir forzando a niñas para que se acuesten contigo? Eso quieres, Lauren? ―dijo poniéndose de pie. Lauren por su parte, se quedó petrificada por aquellas palabras

―Estás loca. Llámame cuanto lo dejes de estar, mientras no me molestes. ―Se arregló débilmente la camisa

― ¿Vas a seguir tratando de violar a mujeres entonces? ―dijo tomándole del brazo

― Suéltame. ―grito con impaciencia, queriendo huir de la culpabilidad que escupía Alice.

― Voy a tener que romper el acuerdo si una de esas chicas es del Este, te lo advierto. ―dijo soltándole el brazo

―No hace falta, ella es del Norte. ―salió.

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Nataly hallaba contando el número dos cientos treinta y dos de sus abdominales en el suelo, cuando una de las guardia cárceles llamo su atención para avisarle que tenía una visita urgente. Ella desde un principio supo de quien se trataba. Se fue en su celda para poder secarse el rostro y de pasó darle los buenos días a Camila, con quien después de lo ocurrido entablo una suerte de camaradería. Al pasar enfrente, Dinah la saludo y extendió su mano.

― ¿Cómo estás héroe? ―se burló

― No lo sé, dímelo tú, tú eres la héroe ―devolvió con el mismo tono

―Bueno pues, Camila te dio todo el crédito a ti, héroe ―aseguró riendo. Eso sorprendió a Nataly

― ¿De verdad? ―Dinah asintió.― aunque al parecer ella aún piensa que quiero hacerle algo. ―fingió tristeza.

―Nah... ya se le pasara ―consoló― le aseguré que pocas son las personas que reciben golpes ajenos por propia cuenta.

―Supongo que sí. ―sonrió débilmente― Y tú, ¿Cómo llevas lo de los golpes?

―No tan bien como tú, pero ahí vamos.

―Eso es bueno ―sonrió― Dinah... ¿te importaría si me voy? Es que-

Leyes del Amor (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora