Jueves, 14 de marzo

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  Suspira y vuelve a ponerse la gorra. Agarra la visera y se la cala, lo cual proyecta una sombra sobre su cara.

 —Sí. Te lo explicaré todo. Pero se me había ocurrido que podíamos coger una mesa y hablar mientras comemos algo. —Hace una pausa y se queda mirándomedurante un tiempo demasiado largo para mi gusto—. A menos que ya hayas decidido que soy un imbécil acabado y quieras largarte.

 Me quedo pensándolo un instante y niego con la cabeza.

 —No quiero largarme, no todavía. Además, no pienso marcharme sin comerme unas patatas fritas con queso. —Me alejo de él y me dirijo hacia el puesto de cervezacasera.

 El chico emprende una carrerita para alcanzarme. Caminamos uno junto al otro en silencio hacia el mostrador donde se hacen los pedidos.

 El puesto de cerveza casera —que en realidad se llama Tony's, aunque nadie use ese nombre— está instalado en un camión. Se pide en el mostrador, preparan lacomida dentro del camión y te la llevan al sitio que hayas escogido. Hay una carpa como las de las ferias de pueblo con varias mesas de picnic, pero las noches que estálleno es casi imposible encontrar sitio. 

Yo pido primero. Tomaré unas patatas fritas con queso y un batido de fresa. Cojo mi número siete de plástico y encuentro un lugar en una mesa de las del fondo. Mequedo mirando a Robot Congelado mientras pide. Por lo visto conoce a algunos de los clientes. Los saluda con un gesto de cabeza y les dice hola. Es raro. Si RobotCongelado tiene tantos amigos, ¿por qué quiere quitarse de en medio?

 Debería empezar a llamarlo Luke pero me parece demasiado personal. Me resulta más fácil llamarlo por su nombre de usuario. Además, no tiene pinta de seralguien que se quiera suicidar; salta a la vista que todavía le importa su apariencia. Parece que acaba de cortarse el pelo, y sí, va vestido de forma desenfadada, casual,con una sudadera con capucha y pantalones de chándal, pero es ropa de marca. Básicamente, Luke parece el típico chico que saldría con Georgia o que saludaría desdeuna carroza en el desfile de antiguos alumnos del instituto. No alguien que fantasea con la idea de tirarse delante de un camión de dieciocho ruedas. 

Empiezo a tener náuseas y me pregunto si no será todo una broma pesada preparada por mi hermana. Pero descarto la idea. A Georgia no le interesa tanto lo quehago para invertir la energía necesaria en un montaje así. Al menos que yo sepa. 

Robot Congelado empieza a caminar hacia mí, pero dos chicos lo obligan a detenerse. Los dos son altos, aunque no tanto como él. Le dan palmaditas en la espalda yél asiente con la cabeza, como si estuviera de acuerdo con lo que dicen. 

Lo miro y me pregunto si querría suicidarme si fuera como él. Es alguien con amigos, alguien cuya existencia hace feliz a la gente. Aunque, muy en el fondo, sé queesta decisión, al menos en mi caso, no tiene nada que ver con la popularidad.

 Antes jugaba a un juego en el que negociaba conmigo misma: «Si se acaban los rumores sobre mi padre, si mi madre vuelve a mirarme como si fuera una hija normal, sipuedes asegurar que no te volverás como papá...». Sin embargo, es esa última cuestión la que imposibilita cualquier negociación. 

Eso es imposible de asegurar, sobre todo porque tengo la certeza de que hay algo en mí que no funciona. Hay algo que está roto. Lo que no entiende nadie es que ladepresión no tiene nada que ver con el exterior; está relacionada con el interior. Hay algo en mi interior que no funciona. Claro, hay cosas en mi vida que me hacen sentirsola, pero no hay nada que me haga sentir más sola y aterrorizada que la voz que oigo en mi cabeza. La voz que me recuerda que hay muchas probabilidades de queacabe como mi padre.

 Apuesto a que, si me abrieran en canal, la babosa negra de la depresión saldría reptando. A los psicólogos de instituto les encanta decir: «Tú piensa de formapositiva», pero eso es imposible cuando se tiene algo dentro, algo que acaba con toda la felicidad que pueda sentirse. Mi cuerpo es una máquina muy eficaz de aniquilarpensamientos positivos. 

En mis peores días, me pongo a pensar en si mi padre tendrá la misma babosa negra en su interior. Si será la razón por la que hizo aquellas cosas tan horribles. A lomejor, el suicidio y el homicidio solo están separados por una delgada línea. Esas son la clase de reflexiones que me aterrorizan. Son la clase de ideas que me hacenpensar que no seré capaz de aguantar hasta el 7 de abril. Tengo que librarme de esa babosa; tengo que librarme de mí misma.

 —¡Eh! —dice Robot Congelado, y pone su número ocho de plástico junto al mío.

 Ochenta y siete. Ojalá pudiera encontrarle algún significado a esa cifra. Últimamente intento encontrar un significado a todo. Como si albergase la esperanza de que eluniverso me haga una señal afirmativa, en plan: «Sí, tienes vía libre para marcharte. Adelante». 

Robot Congelado recoloca los números para que permanezcan rectos. A lo mejor él también está buscándoles un significado. O a lo mejor tiene un trastorno obsesivocompulsivo.

 —Aquí eres famoso, ¿no?

 Se encoge.

 —Antes lo era.

 —Parece que todavía lo eres.

 La camarera me trae las patatas y el batido. Sonríe a Robot Congelado y juraría que incluso le hace ojitos.

 En cuanto se aleja, me doy cuenta de que él se ha ruborizado.

 —¿Lo ves? Eres famoso.

 —No soy yo. —Y me pasa el ketchup—. El famoso era el de antes.

 Me pongo unas cuantas patatas en una servilleta y me meto una en la boca. Seguro que es de mala educación empezar a comer antes de que a él le traigan lo suyo,pero no creo que Robot Congelado vaya a escoger a su compañero de suicidio basándose en los buenos modales.

 Muy poco tiempo después, la camarera regresa a nuestra mesa con su comida. Él ha pedido una hamburguesa con queso, patatas fritas, batido de chocolate y unaración de jalapeños. Antes de volver a marcharse, la chica le dedica otra sonrisa coqueta y él se ruboriza de nuevo. 

Le doy un sorbo al batido y hago una mueca. La fresa está más ácida de lo que imaginaba, pero me gusta la sensación de frescor en el fondo de la garganta.

 —No digas nada —dice él, y me mira mientras la camarera se aleja.

 —No iba a decir nada.

 —No soy como esperabas, ¿verdad?

 —Se mete una patata en la boca. Aunque es un gesto forzado. Demasiado rápido. En realidad no le apetece comer. Conozco esetruco para disimular.

 No respondo a su pregunta. Pero le hago una.

 —¿Y yo soy como esperabas? 

Se queda mirándome unos segundos.

 —Sinceramente, no. Pero eso es bueno.

 —Debo de ser al menos algo parecida a lo que esperabas, si no, no me habrías abordado en el aparcamiento. 

Pone expresión de dolor y arruga toda la cara. Alarga una mano y coge un par de jalapeños. Se los come de golpe, los engulle de un solo bocado.

 —¿Qué? —Enarco las cejas. 

Sigue masticando los jalapeños. Debían de ir en un bote, porque le cae el líquido de la conserva por los dedos. Hace una pequeña mueca de dolor cuando unas gotas dejugo se le meten en un pequeño corte de la mano izquierda.

 —Venga ya. Dímelo de una vez —insisto—. ¿Cómo has sabido que era yo?

 Levanta la vista de los jalapeños para mirarme y dice:

 —No quiero ofenderte.—¿En serio? —digo con un tono más seco de lo que pretendía.

 Sorbo ruidosamente el batido en un intento de quitarle hierro al asunto. No quiero que crea que me enfado con facilidad. Al menos, todavía no. Si lo cree, podríaescoger a otra friki depresiva en lugar de quedarse conmigo.  

Mi Corazon En Los Días Grises - Luke Hemmings- ADAPTADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora