-Aysel-me suelta el señor Palmer, mi supervisor, y pronuncia mal mi nombre, como siempre. Se pronuncia "Asel" y no "Eisal", pero a él le da igual-. ¿Cuantas veces tengo que decirte que dejes de jugar con el ordenador?- Hace un gesto hacia la agenda donde están anotados los números de teléfono -. Todavía tienes un montón de llamadas pendientes.
El señor Palmer es de esas personas que podría dar un giro total a su vida si se limitara a cambiar de peluquero aunque fuera por una vez. Ahora mismo lleva un corte tipo casco, el típico peinado de chaval pandillero. Me gustaría decirle que un corte estilo militar realzaría su mandíbula, pero supongo que es bastante feliz con la señora Palmer, por eso no le corre prisa cambiar de estilo. Pues, bueno, será que el señor Palmer no esta sufriendo la crisis de los 40.
-¿Que pasa?-pregunta el señor Palmer cuando me pilla mirándolo.
-Tiene un pelo bonito.-Hago girar la silla. Me parece que he mentido. Mi trabajo no tiene un solo aliciente, tiene 2: acceso gratuito a internet y estar sentada en una silla giratoria.
-¿Hummm...?-gruñe.
-Que tiene el pelo bonito-repito-. ¿Ha pensado en cambiar de peinado alguna vez?
-¿Sabes? Al contratarte sabía que estaba jugandomela.-Agita un dedo doblado cerca de mi cara-. Toda la gente de esta ciudad me dijo que me traerías problemas. por tu...-Deja la frase inacabada y mira hacia otro lado.
«Por tu padre», finalizo la frase mentalmente. Entonces se me llena la boca de un sabor agrio y metálico que he llegado a identificar con la humillación. Mi vida puede dividirse en dos partes muy claras: antes de que mi padre saliera en las noticias de la noche y después de que eso ocurriera. Durante un instante me permitio imaginar cómo se habria desarrollado esta conversación si mi padre no hubiera sido mi padre. Tengo claro que el señor Palmer no me habría hablado como si fuera un chucho callejero al que pilla hurgando en su cubo de la basura. Me gustaria pensar que habría tenido más tacto, porque ya nadie se molesta en tenerlo conmigo. Sin embargo, me asalta un pensamiento, una idea que intento quitarme de la cabesa con toda mis fuerzas. «Eso no cambiaría un ápice lo que sientes en tu interior.»
Hundo la barbilla en el pecho para dejar de pensar en eso.-Lo siento, señor Palmer. Seguiré con las llamadas.
Mi supervisor no dice nada; se limita a levantar la vista hacia los 3 carteles satinados que han colgado hace poco en la pared del fondo de la oficina. En vada uno de ellos se ve a Brian Jackson en diferentes poses: con los brazos cruzados sobre eolímpico. con los brazos en alto por encima de la cabeza en señal de victoria; con los brazos pegados a los costados en plena carrera. Han retocado las fotos con Photoshop para dejarle la piel perfecta, aunque no ha sido necesario hacer ninguna modificacion ni a su pelo rubio ceniza ni a sus ojos azul intenso. Y por las veces que me lo he cruzado en los pasillos del instituto sé que los músculos de sus pantorrillas son tan grandes como se ve en la imagen. Al pie de cada uno de esos carteles gigantescos se lee, en gruesas letras con sombreado rojo, nacido en Langston, Kentucky, y destinado a ser olímpico.
El cartel no hace mención alguna al primer chico de Langston que estuvo a punto de ser clasificado para ir a las Olimpiadas. Aunque no es necesario. Mientras observo cómo el señor Palmer mira con detenimiento el cartel, sé que está pensando en ese chico; en el primero. Casi todo el que ve la frente sudorosa y las pantorrillas musculosas de Brian Jackson no puede evitar pensar en Timothy Jackson, el hermano mayor de Brian. Y cualquiera que el cartel y luego me vea a mi pensará, sin duda, en Timothy Jackson.
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Mi Corazon En Los Días Grises - Luke Hemmings- ADAPTADA
De TodoAysel tiene 16 años y le faltan motivos para seguir adelante. En un pequeño pueblo donde ser diferente está mal visto, ella carga con el peso de tener nombre y aspecto de extranjera y con el estigma del terrible crimen que su padre cometió. Sin amig...