Diario de Maik

2010

Cuatro años juntos, mi hijo está muy grande y Maik está bastante adulto, parece otro perro de la gran sabiduría que posee, pero siempre me brinda mucha alegría cuando recuerda sus tiempos de cachorrito, todos los días cuando llego a casa, me espera en la puerta de entrada, como si todo el día estuviera pendiente a que yo volviera, es tan bonito vivir eso, me recuerda tanto a mi Toby.

Pero cuando llega mi hijo es diferente, él corre hacia Jhon con la alegría del mundo, como si no lo hubiera visto de siglos, y se le trepa entre sus ropas como si fuera ese pequeñín que me encontré en las afueras del hospital hace mucho tiempo.

Cuando hace eso con mi hijo, siempre me recuerda a mi infancia con Toby, todavía no supero su pérdida, fue un gran perro, mi esposa me dice que Maik es grandioso y yo también lo creo... pero mi Toby... lo era todo para mi. Tal vez algún día pueda superar su perdida, yo creo que sí, pero habrá que esperar un poco más.

Todavía recuerdo el día que Jhon me preguntó por Toby, me acuerdo como si hubiera sido ayer:

—Papá ¿cómo era Toby?

—Era un gran perro hijo, un golden retriever espectacular.

—¡Que genial Papá! y ¿Por qué no está ahora con nosotros?

—Pues, porque los perros cuando cumplen su misión, se van al cielo para quedarse siempre en nuestros corazones.

—Papa... y ¿cuál era la misión de Toby?

(Me quede pensando unos segundos y luego respondí)

—Estar siempre conmigo.

—Y, ¿la cumplió papá?

Me sorprendí mucho con la pregunta que me hizo mi hijo, y luego respondí con lo dijo mi corazón:

—Sí... lo hizo hijo, nunca me abandonó.

Acto seguido me voy para el baño... y me encierro a llorar en silencio, como si volviera a ser un niño chiquito... cuanto te extraño mi Toby. Prometí después de perderte no volver a tener un perro, pero te fallé. Aún después de tantos años... no puedo superar el día en que ese maldito carro te atropelló. ¿Cómo me pudiste abandonar Toby?

Así, sin despedirte... de mí.