Comienzo.

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¡Vas a, venir, al árbol donde vi, un hombre ahorcado que a tres hizo morir!

cosas extrañas pasan al anochecer,

en el árbol, del, ahorcado te veré.

Vas a, venir, al árbol donde vi, un muerto pedir, a su amada huir.

¡Cosas extrañas pasan al anochecer,

en el árbol, del, ahorcado te veré!

Vas a, venir, al árbol donde vi, lucir un collar de esperanza junto a ti,

¡Cosas extrañas pasan al anochecer, en el árbol, del, ahorcado te veré!

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Recito una y otra vez esta canción de sinsajo en mi cabeza, sin parar, cerrando mis párpados fuertemente para no mirar por la ventanilla del avión.

Desde pequeña tuve miedo a las alturas, y aun mas, en un sitio a mas de 500 metros sobre el cielo donde puedo poner la mano en el fuego que si algo falla en este avión, no sobreviviría.

Noto como el avión baja a la pista de aterrizaje, y me agarro con frenesí a la silla en la que estoy sentada.

Mis manos sudan y mi respiración es irregular, por suerte en unos minutos todo habrá acabado.

Cuando creo que todo ha acabado, abro mis ojos y me doy cuenta de que lo peor está por llegar.

Un fuerte ajetreo irrita y atormenta a los pasajeros, pero a mi no me irrita, es mas, me siento dichosa de que todo halla acabado al fin.

Tras recoger mis maletas y salir del avión, noto como el aire contaminado de la ciudad invade mis fosas nasales.

Una vez en el aeropuerto decido buscar a mi mejor amiga, Mia, que me acogerá por unos días en su casa.

Hay un gran tumulto de gente, casi se me hace insoportable llevar tanta carga y apenas no poder andar por ser pisoteada por todo este barullo de personas que van de un lado a otro.

Choco con varias personas, disculpándome a pesar de que estas pasen de mi y sigan por su camino, pero ninguna espalda me hizo caer estrepitosamente al suelo como aquella, ancha y a la vez esbelta.

-¡Maldito cabrón!- Digo en alto para que me escuche, ya que aquella figura masculina está ya lejos de mi alcance.

A duras penas, me levanto, cojo mis maletas y sigo mi camino.

Entre empujón y empujón llego a encontrar al fin a Mia.

-¡Mia!- vocifereo a todo pulmón.

Ella me mira y se acerca corriendo a mi con una radiante sonrisa, para luego abrazarme con fuerza.

-Te eché de menos, Izzy, dice entre sollozos y risas a la vez.

-Yo también te eché de menos, Mia- digo una vez que nos hemos dejado de abrazarnos.

Levanto mi vista al ver como un chico de no mas de 20 años nos mira sin entender bien, pero en su mirada también se puede ver que no le importa mucho lo que hagamos.

-¿ Quien es?- pregunto a Mia, ya que mi instinto curioso se está empezando a despertar.

Noto como los mofletes de Mia cambian de un color pálido, a un tono rosáceo, y observo con detenimiento como su vista se inclina hacia abajo y dos hoyuelos se marca en las dos viváceas mejillas.

-T-Te presento a mi... novio...- dice una vez que se tranquiliza.

-¿Tienes novio y no me has dicho nada? ¡Que perra eres!-bromeo entre risas.--¿Y no me vas a presentar a mi futuro cuñado?-digo con una mirada pervertida.

New York.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora