Capítulo 3; Las frías calles de la gran ciudad.

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Oigo las risas de mis tres colegas, pero solo puedo escuchar un fuerte zumbido.

El sueño se va apoderando de mi poco a poco, pero no llego a dormirme, sino llego a esa etapa en la que en vez de dormir te quedas pensando en aquel pasado, en el que, o escapabas y huías como cobarde, o morías agonizando.

Estoy apoyada en el hombro del ojiazul, que por cierto escuché su nombre gracias a Ryan.
El misterioso hombre que es tan insoportable es llamado Ethan, y aunque mi amiga me mira de una forma pervertida al ver como apoyo mi rostro en su hombro, ya me da igual.

Una montaña de recuerdos y pensamientos se hace presente en mi cabeza y hace que cierre los ojos con fuerza, tan fuerte, que me hago daño los ojos y unas resbaladizas lágrimas intentan invadir mis mejillas, por suerte, logro retenerlas.

Una fuerte sacudida hace que me despierte y me ponga alerta, y es ahí cuando veo los ojos azul eléctrico de Ethan.

— Ya hemos llegado— dice con su potente voz, sin mostrar sentimiento alguno hacia nada ni nadie.

Salgo del coche ayudada por el, y casi me caigo hacia atrás de no ser porque Ethan me agarra fuerte de la cintura baja, pero antes de que pueda aprovecharse de mi estado de debilidad, me escapo de su agarre.

Es hora de que le enseñe quien soy yo...

Por la sádica manera en la que me mira, hasta parece que le gusta que le haga la vida imposible.

Nos adentramos en la gran mansión que parece estar echa de diamante de lo grandiosa y lujosa que es.

Pero si por fuera me parecía lujosa, por dentro es el paraíso, una de las siete maravillas del mundo.

Veo como la gente conversa animada mente mientras toman copas de champán con virutas de oro.

Esto empieza olerme raro, aquí hay gato encerrado...

Mía y Ryan empiezan a enseñarme a gente, a la que saludo y hablo de temas aburridos en inglés, ya que no saben español.

Mi vista busca a Ethan, pero no lo encuentro por ninguna parte.
Al fin, cansada ya de tanto andar, busco un lugar donde haya jardín para poder respirar el frío aire.

Encuentro una hermosa terraza donde puedo descansar, y aunque esté a las afueras de la ciudad la casona, no hay ni una estrella en el cielo.

Suspiro, hecho de menos el aire puro y los cielos estrellados y sin contaminación de los pueblos españoles.

A lo mejor debería de haberme quedado allí....

Oigo unos pasos acercarse, y sin saber por que, me escondo entre unos arbustos, haciendo que mi vestido se rompa por varias zonas, como la cintura, el vientre, o el muslo.

— ¡No puedes tirarte a la mejor amiga de mi novia!— dice una conocida voz... Es Ryan, que persigue a otra figura masculina.

New York.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora