VAMPIROS

1.1K 114 16
                                    

Enoc fue el más aliviado pues la sangre había calmado en algo el intenso dolor que sentía por la plata que le habían incrustado. El mayor de estos hermanos se veía muy pálido, parecía que se iba a desmayar en cualquier momento, tenía horribles ojeras, en más de una oportunidad pareció perder las fuerzas y la argolla de plata quemó un poco su cuello.

Una vez que la sangre se terminado, Ángel llevo dos pisos frente a Enoc, puso uno frente a él y el otro un poco más atrás. Sacó con gran esfuerzo el que estaba en su costado derecho y alcanzó a poner el pie en el segundo piso para evitar caerse.

Después sacó el del brazo y luego el del estómago. Cada vez parecía que costaba más, era como si a cada instante su piel se apretara más alrededor del objeto de plata.

Para sacar el de la cadera no tuvo necesidad de subirse al piso, empezó a tirar con todas sus fuerzas, pero no podía ni siquiera mover el trozo de plata, las manos le ardían a causa del esfuerzo.

Después de pensarlo unos segundos, decidió hacerlo como había hecho con Cronos, sujetó la plata fuertemente y acomodó su pie a la altura de la cadera del vampiro, cuando estuvo lista tiró con todas sus fuerzas. Sacó el pedazo de plata y se dio el porrazo de su vida. El golpe fue tan fuerte que no pudo pararse enseguida, estuvo varios segundos en el suelo mirando hacia el techo, estaba bastante aturdida.

Enoc le dijo que se había roto la cabeza y estaba empezando a sangrar. Ángel sentía un dolor espantoso en esos momentos. Enoc la urgió para que se levantara lentamente y fuera hacía Cronos. Se puso de pie lentamente y fue hacia el joven vampiro, en solo unos instantes estaba curada pero bastante adolorida. Por primera vez en su vida había permitido que unos extraños vieran su cabello suelto. Ninguno oculto su sorpresa al ver lo largo y bien cuidado que estaba. Su rostro cambiaba muchísimo con su salvaje melena risada suelta. Sin embargo, iba totalmente acorde con su personalidad. La cofia atada firmemente la hacia ver casi angelical, y la verdad es que ella no lo era. Una vez más Enoc pensó en Aryela Leppala. Por alguna razón ángel le recordaba a la hija perdida de Markkus Leppala, uno de los más fieros cazadores de vampiros.

Ángel sonrió tímidamente ante los halagos que oía, era la primera vez que alguien decía algo bueno de ella. Lo único que estaba acostumbrada a oír eran quejas en su contra o como no servía para nada más que dar problemas.

Se sentó algo torpe a los pies de Enoc pues estaba bastante mareada.

Uriel miro a sus hermanos y les sugirió hacerla sentir mejor, Enoc entendió lo que quiso decir y en tono muy serio se rehusó a lo que quería su hermano pues no sabían que consecuencias habría en ella.

Los vampiros no andaban por ahí dando su sangre a los seres humanos, fuera cual fuera la razón. Estaba estrictamente prohibido entre su especie hacer tal cosa. No sabían que efectos causaría en un humano el beber la sangre de un vampiro. Solo en el momento de convertir a un humano podían dar su sangre, no antes.

Ángel no entendió una palabra de lo que hablaban. Se acomodó bien en el suelo a los pies de Enoc y cerró los ojos por un instante. Estuvo a punto de dormirse, pero la despertaron, Enoc le pidió que tomara los pedazos de plata y los botara por el túnel que había cerca de Jasiel, luego se debía ir a su casa y acostarse enseguida. Ángel obedeció inmediatamente, salió a penas por el túnel, se sentía cada vez peor.

Una vez fuera del pozo el aire la hizo sentir un poco mejor. Disimulo bastante bien lo mal que se sentía durante el resto del día, después de cenar se baño y se fue a dormir.

A la mañana siguiente fue despertada abruptamente por Katia y su madre. Cuando se quiso levantar la detuvieron, le quitaron la almohada y vio que estaba con sangre. Katia le puso un paño en la nariz y la acomodó en la cama, Ángel les dijo que se había dado un fuerte cabezazo el día anterior y había quedado algo mareada, quizás por eso era el sangrado. Su madre la reprendió por no haber dicho nada y le prohibió levantarse hasta que el médico llegara y dijera lo contrario.

LA NIÑA Y LOS MONSTRUOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora