Capítulo 13

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—¡Mis niños! —gritó Simone emocionada.

—Te extrañé tanto mamá —habló ___________.

—Y nosotros a ustedes.

—¡Papá! —la chica abrazó a su padre.

—Venga chicos, vámonos, nos espera un largo viaje.

—Les tenemos una sorpresa —Simone habló alegre.

—¿Nos cambiaremos de casa? —Tom preguntó emocionado.

—Me temo que no —dijo Gordon.

—Iremos a ver a Tía Mary a Berlín.

—¿En serio? —Bill no creía lo que escuchaba.

Ya hacía tiempo que no visitaban en familia a Tía Mary, y la idea entusiasmaba a los hermanos Kaulitz quiénes sus vacaciones eran excelentes cada que Tía Mary estaba con ellos.

A lo lejos la castaña pudo observar a su amiga Diana subir al auto de su madre, ambas se observaron entre si y Diana decidió detener el momento, adentrándose al auto sin despedirse de su amiga.

[...]

En aquel espacio compacto del auto, la familia Kaulitz esperaba tranquila arrivar de a poco a una parte del camino, era ya de noche y Gordon continuaba conduciendo en la carretera, los gemelos Kaulitz dormían a excepción de la castaña quién aún se mantenía despierta, observando por la ventanilla del auto el paisaje tan hermoso que Alemania ofrecía. Con los audífonos puestos recordaba con singular alegría aquellos momentos que vivió en el campamento, su amiga Diana le invadió la memoria y mientras ella lamentaba el hecho de haberla hecho enfadar, aquella sensación de aquel beso fue nuevamente reproducida en ella.

Ella observó a sus padres, Simone dormía y Gordon se mantenía fijo en el camino, Bill comenzó a moverse y se detuvo recargando su cabeza en el hombro de la chica para después abrazarle de la cintura.

Ella se tensó un poco, pero recordó tan sólo que lo que él hacía no era malo, un simple abrazo de hermanos.

—¿Todavía no te duermes? —preguntó Gordon a su hija.

—Aún no tengo sueño —respondió mientras con sutilidad levantó su brazo para abrazar a Bill.

—Detendré el auto por un poco de combustible. ¿Quieres algo?

—Un zumo de manzana y unos nachos no me vendrían mal —respondió la chica.

—Está bien.

Y así Gordon detuvo el auto en el servidor de gasolina para después descender y servir del combustible al auto, apretó unos cuantos botones y se dirigió a la tienda de autoservicio.

La castaña suspiró mientras retiraba los audífonos. Bill comenzó a moverse nuevamente, su rostro quedó tan cerca del cuello de ella que su respiración provocó en la chica un nerviosismo intenso.

—Hueles delicioso —susurró él.

—Pensé que dormías.

Bill depositó un beso suave en el cuello de la castaña. Ella sintió una sensación inexplicable, una sensación que le provocó una cierta oleada de calor. Y otro par de besos en diferentes zonas Bill le otorgó.

—Basta —habló en un hilo de voz la chica.

—¿Por qué? —preguntó Bill.

—Porqué, quiero te detengas.

—Entonces, dame un beso —sonrió Bill.

—Ahora no, puede llegar papá o despertarse mamá.

El Delirio De Amarte #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora