Capítulo 7

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  Los gemelos llegaron a la cafetería mientras ésta se encontraba con las mesas ocupadas por grupos grandes y pequeños de chicos que también tomaban su desayuno antes de ir a los talleres que comenzaban en unos treinta minutos.

El pelinegro logró observar a su hermana junto a su amiga Diana riendo divertidas mientras intentaban tomar su desayuno tranquilas. Bill sonrió atontado al ver de lejos aquella sonrisa tan especial de ___________, suspiró extasiado y continuó contemplando su imposible.

—Ahí está _________, ve a apartarnos lugar. Iré a ordenar —habló Tom al pelinegro, éste aceptó y caminó entre las mesas hasta llegar a la indicada.

—Hola —interrumpió Bill la charla de las chicas.

Diana guardó silencio mientras se incorporaba en su asiento y le hechaba una ojeada de gracia a su amiga.

—Bill —nombró la chica a su hermano.

—Continúen hablando...

—No lo creo, es platica de chicas, —interrumpió Diana.

—A mí no me interesa, tan sólo ignorenme como siempre.

—Bill, no digas eso, jamás te hemos ignorado.

—Tal vez el dejarme solo en los descansos o fingir no conocerme en la escuela no es ser ignorado, buen punto... Gracias. —Agregó Bill con burla a su hermana.

—Tranquilo, Billy —dijo Diana intentando calmar el ambiente que comenzaba a tornarse denso—, somos muy mal rollo al hacer eso, lo admito.

—Diana, no es...

—Hey, shh, —Diana tomó la mano de su amiga mientras le provocaba guardar silencio—, además, tú puedes unirte a la platica.

Diana observó retadora a su amiga, sonrió con malicia. ¿Qué trama ahora? Su mano de la pelinegra apretó con levedad la de la castaña provocando ella le observara indiferente.

—Puedes comenzar a cotillear con nosotras, serías mejor en el cotilleo que uno. —Diana se dirigió a Bill.

—Es una pérdida de tiempo hablar de las personas.

—Pero es lo que hacemos siempre tú hermana y yo.

—Son chicas es normal sean tan curiosas, —Bill se cruzó de brazos mientras observa con cautela a la castaña.

—Entonces, no cotillaremos contigo, mejor, —Diana se acercó a Bill mientras le tomaba del hombro—, hablemos de un tema que creo te interese demasiado, porque a mí, me trae loca.

___________ entendió al fin el camino de la platica.

—No creo sea conveniente hablar de aquello —expresó la castaña nerviosa.

—¿Por qué no? Es tu hermano.

—No importa, no —dijo la chica intentando detener a Diana.

—Queremos tu opinión como hombre, y cómo no, si eres el hermano de la susodicha.

—¿De qué hablan? —preguntó sonriente Bill.

—Hay un chico, —lanzó Diana—, y ese chico quiere tener probabilidades con tu tierna hermana... ¿No es emocionante?

El rostro de Bill desapareció aquella sonrisa y la barbilla del pelinegro se tensó. Un enfado le provocaba desinterés con lo único de questionar por que mierda sucedía aquello. Por otra parte la chica maldecía a su amiga por hablar de aquello frente a su hermano, frente a alguien prohibido al tema.

—Qué idioteces.

—No son idioteces, es tierno, por que en mi humilde opinión, pienso que aquel chico le quiere invitar a salir, pero ella se niega a esa idea, —Diana recargó su rostro sobre la palma de su mano—. Tú como chico ¿Qué piensas?

—Pienso que es obvio de que aquel tipo le quiera invitar a salir tarde o temprano —dijo Bill respondiendo a Diana mientras su mirada seria y poco cordial le atormentaba fijamente a ___________—, cualquiera lo haría siendo ella, si fuera él, no perdería la oportunidad. Aunque es estúpido.

—Lo mismo digo, aunque yo no le conozca, creo que ha de ser muy tierno, por lo poco que me haz dicho —se dirigió Diana a su amiga.

—Pero no se podrá, ni modo, —la castaña observó la pantalla de su móvil incómoda—, es tarde, vámonos.

La chica obligó a su amiga levantarse de aquella mesa y salir huyendo lo más lejos de Bill en esas condiciones.

Diana se despidió de Bill y así las chicas se marcharon dejando a Bill solo en aquella mesa, pensante y con un gran arrebato de enfado.

< <Alguien más... No puede existir alguien más, no> >. Pensó Bill mientras su cuerpo se tensaba del enojo.

Era imposible para el pelinegro imaginarse a su pequeña con alguien más, él no lo quería, no lo deseaba, lo aborrecía con su alma. No lograba dejar ir a la chica tan lejos de él por un momento. No lograba observarle a la distancia, no podía sostenerle en brazos para evitar su caída. ¡Qué agónico era sentir aquello que es tuyo pero no es nada! El chico cerró sus ojos intentando buscar consuelo y un poco de calma en si, él no deseaba continuar más en esas situaciones, pero tenía que pagar aquel prohibido amor.

Que desgaste mental, que vivienda de largos conflictos le acogían. ¡Qué desesperante!

[...]

—No debiste haber hablado de aquello —mencionó __________ a Diana mientras ambas finalizaban su boceto, escuchando música, inspirándose.

—No debí, pero quería ver la verdad por mis propios ojos.

—¿De qué verdad hablas?

—Del no amor apto que te tiene tu querido hermanito, —Diana se retiró el auricular de su amiga—, y es más obvio de lo que imaginé.

—Diana —alargó cansada la castaña.

—Es verdad, Bill se muere por ti, él está hasta los huesos de amor por ti —Diana detuvo a su amiga con su boceto llamando su atención—. Pero, tú... ¿Qué sientes por él? —preguntó Diana.

—Yo... —pensó la respuesta la chica.

—Dime que no le correspondes, por favor. Dime que no, tú no tienes idea de lo fatal que podría resultar aquello.

La chica pensó en las mil y un razones del por que no a aquella relación insana, no era correcto, no lo era. Nunca debió suceder aquello, no. Nunca.

¿Qué sucedía contigo chica? No puedes responder aquello. Ella se negaba a responder a aquel prohibido amor. Y hacía lo correcto... por ahora. Hacía bien al recordar aquellas razones del jamás dar un paso en falso y caer.

Pero, la mente de la chica tomaron un punto de sumisión al recordar y reproducir aquellos besos que el pelinegro le robó con aterioridad, recordó aquella sensación de libertad y grato hundir en aquel lugar desconocido llamado amor.
¡No caigas tan fácil! No puedes hacerlo, no correspondas. Pero que dominante era el recordar aquello labios suaves sobre los suyos. Pobre chica, ¿En dónde te encuentras hundida?

—No —respondió la castaña al fin.

< <Pero... > >.

[...]

"Debo de ir a través del monzón
Cruzando el mundo
Hasta el fin del tiempo
Hasta que ya no llueva más
En contra de la tormenta
Al lado del abismo
Hasta que ya no pueda más
Creo que
En algun momento... "



Leía una y otra vez el pelinegro por intentar continuar con la letra de su canción. Deseaba terminarla, por ella, por esos sentimos que sentía sin cesar.

—Tom —llamó el gemelo a su hermano pero él no respondía ya que Tom se encontraba en el salón de a lado junto la mayoría del salón, en clase de guitarra.

Bill observó a su alrededor observando a sus compañeros mientras platicaban, cotilleaban reían en el intento de escribir una canción, él mientras jugaba con el lápiz entre sus dedos buscando respuestas.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó una chica al pelinegro. Bill sonrió tímido y se negó—. Puedo ayudarte con esa canción.

—No, yo puedo solo.

—Venga, déjame ayudarte, quiero ayudarte —insistió aquella chica pelirroja a Bill. Ella se cambió de lugar a lado de Bill.

—No es necesario.

—Lo es, ahora déjame ver.

—No —Bill retiró aquella libreta francesa de las manos de aquella chica.

—¿Por qué no? —preguntó sonriente ella. Bill le observó a los ojos. Y el reflejo de Bill quedó plasmado en el iris de ella, causando un brillo aperlado en aquellos ojos verdes.

Bill por su parte observó sorprendido aquella chica. Sorprendido al verle de cerca admiró aquellas pecas rosadas en el rostro perla de la chica, salpicadas con detalle haciéndole lucir tierna, sus ojos verde reflejaban el rostro sorpresivo de Bill y su cabello rojizo en ondas le adornaba con ternura y una naturalidad impresionante.

La chica formó una sonrisa al ver de cerca el fino rostro de Bill y éste decidió romper aquel momento que a la chica comenzaba a elevar.

—Por que es una canción especial, que no quiera nadie más vea.

—¿Y qué la hace tan especial? —Interesada preguntó la chica.

—Ella, mi pequeña.

La mirada de la pelirroja descendió un tanto decepcionada.

—Una canción para ese alguien especial, que romántico —habló en aires tristes.

—Lo sería si estuviera finalizada.

—Puedo ayudarte, déjame hacerlo.

—No creo que pueda permitirte eso, esta canción es de ella, de mí, de ambos. No quiero que nadie más la pronuncie, ni la lea, ni mucho menos la escuche... mas que ella —Bill sonrió con levedad al ver a __________ en su mente. Tan cercana, tan hermosa.

—Comprendo —la pelirroja se apartó tan sólo un poco.

—Pero, yo puedo ayudarte a ti.

—¿A mí? —la chica observó nuevamente a Bill.

—Claro —respondió sonriente Bill.

Ella le entregó su libreta a Bill, temerosa y tímida. Él la aceptó y comenzó a leer cada verso.

"Estás de pie como una flor en la pared
La habitación se encuentra en pie aún, pero estamos a punto de caer
Y todos los nombres que nos trajo hasta aquí
Simplemente se desvanecen
¿Quién está cayendo encima de mí?"


—Es muy linda la canción —expresó Bill—, me imagino estás en blanco ahora.

—Lo estoy, no sé cómo continuar. Ni siquiera sé a quien dedicarla. Ni de que hablo al respecto.

—Puedo ayudarte, —Bill tomó su lapiz y escribió "amor desconocido" en el borde superior de la hoja—. A mí me da la impresión que hablas a un enamorado desconocido, a ese alguien que todavía no llega a tu vida pero que te hará caer.

—¿Mi futuro amor?

—Algo así, tan sólo piensa en lo que a él le gustaría escuchar de tu voz al cantar, —la pelirroja sonrió a Bill hipnotizada por el perfil distraído del pelinegro.

—Claro —dijo ella—, gracias.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Bill interesado.

—Daniela Schwenke.

—Yo soy Bill Kaulitz. ¿De dónde vienes?

—Bill —repitió su nombre Daniela—, de Lübeck.

—Es muy lejos de Leipzig —dijo Bill.

—Demasiado, pero Lübeck es hermoso. Yo amo vivir en Lübeck.

—Yo odio vivir en Leipzig —mencionó Bill con frivolidad al recordar su vida diaria de humillaciones en aquel pueblo.

—No deberías odiarlo, es donde naciste, es donde vives.

—Tú no sabes lo que vivo a diario por mi apariencia. Todos me odian en el colegio, me insultan, me ofenden —dijo Bill entristecido mientras desviaba su mirada.

—Realmente no lo sé, por eso no puedo opinar.

—Es un infierno ir a clases para mí. Lo odio.

—Aquella chica especial debe cuidar de ti mucho —Daniela suspiró mencionando con dificultad.

—Amaría fuera siempre así, pero me temo que yo le importo poco.

—¿Cómo puedes decir eso?

—Ella... la amo, demasiado, no tienes idea, pero ella no me corresponde como yo deseo,
—Bill descendió su mirada pensando en __________—, ella me hace sentir en lo alto y después me deja caer lentamente.

Daniela suspiró enamorada al escuchar aquellas expresiones por parte de Bill, Daniela sentía mareas de ternura y cariño hacia Bill. Aquella pelirroja comenzaba a sentirse atraída por Bill y sentía envidia al escuchar hablar de aquella chica especial que traía colgando Bill en sus labios a cada momento o suspiro.

Bill ignoraba el hecho de vivir un amor no correspondido por motivos extremos, él sólo deseaba ser amado, ser correspondido por su pequeña.

—Y ella sabe tus sentimientos por ella —preguntó Daniela queriendo saber más. Queria conocer a la afortunada que había ganado primero el corazón del pelinegro.

—Sí, pero, —Bill observó a Daniela un tanto melancólico—, ella no quiere admitirlo.

—Si yo estuviera en el lugar de ella, no dejaría ir a un chico como tú, jamás.

—Que cosas dices —sonrió Bill.

—Tienes sentimientos sinceros, verdaderos, nunca antes había conocido el amor verdadero en una persona.

—No es asi...

—Claro que lo es —interrumpió Daniela a Bill—. Tú vives en el amor verdadero. Pero... con infortunio, aquella chica tan afortunada, no logra percatarse de ello.

—Existen motivos muy grandes que impiden lo descubra.

—Ningún motivo es tan importante como el amor verdadero —Daniela sonrió—, daría todo por que alguien me amára como lo haces tú a ella.

La pelirroja habló sincera, con grandes oportunidades de conocer a alguien como Bill, o de tener al mismo Bill a su lado. Daniela quedó cubierta de ternura por parte del pelinegro, que dulce y romántico había sido el escucharle hablar de aquella chica. Que gratitud el poder tener rendido a sus pies a aquel hermoso chico que cautivo a Daniela.

Romántico, tierno y fiel. ¿Qué más se podía pedir?

< <Te envidio chica, no sabes cuánto te envidio> >. Pensó Daniela.

[...]

—Vamos a mi cabaña, hablaremos mejor ahí. —Aconsejó Diana a su amiga mientras ambas salían del taller de muralismo.

A la par que ambas comenzaban a alejarse de la pequeña construcción de salones del campamento, el taller de los gemelos salía poco a poco. Bill y Tom eran los últimos en salir.

—¿Cómo crees que se encuentre tu hermano?

—Ni me recuerdes —respondió nerviosa la castaña—, con lo que le haz dicho estará cabreado más de una semana.

—O tal vez más.

—O meses tal...

—No, digo que tal vez más por que ahí viene Jamie y detrás vienen tus hermanos. —Diana anunció a su amiga mientras la tensión crecía en el ambiente.

Jamie se acercaba a __________ a la par que sus hermanos. La chica no quería más molestias por parte Bill y este momento resultaban pretextos perfectos para ello.

—Hola —saludó Jamie a ambas amigas.

—Jamie —sonrió nerviosa la castaña mientras sus hermanos caminaban a su lado. La mirada de Bill se concentró rencorosa hacia el rubio.

—Hola, soy Jaime Campbell. —Se presentó Jamie a Diana.

—Diana Robles.

—Quieren venir conmigo a la plaza.

—¿Plaza? —repitió curiosa Diana— ¿Hay plaza aquí?

—Es un lugar pequeño donde todos pueden ir en tiempos libres y convivir, jugar videojuegos, ver peliculas y una biblioteca pequeña en la parte de arriba —explicó Jaime a las chicas.

—No suena tan mal —mencionó __________.

—No lo es. Vamos, muero por ir.

—No lo sé, tengo que dejar mis cosas...

—Vamos, anda —rogó Diana a su amiga.

—Está bien —sonrió el rubio triunfante al igual que Diana—, tan sólo déjenme ir a dejar mis cosas y les alcanzó.

—¡Bien! —gritó emocionada Diana.

—Es la cabaña amarilla —señalo Jaime para que la castaña se ubicara—, ahí te esperamos.

La chica observó a lo lejos la cabaña amarila que destacaba entre los arboles ubicándose a entradas del área del campamento. Ella asintió y sonrió nerviosa, Jaime y Diana tomaron rumbo directo hacia la plaza mientras ___________ se dirigía a su cabaña.

En el transcurso observó a su alrededor y sintió un aire de paz, de tranquilidad al observar tanta naturaleza junta para sus ojos, una suave brisa le alborotó su cabellera tenuemente y esta sonrió emocionada mientras entre sus brazos sostenía su block de dibujo y una pequeña lapicera que le habían otorgado en el taller.

Elevó su mirada a la planicie azul sobre de ella y sintió el cálido tacto del sol sobre su piel. Sonrió aún más y en recuerdos, Bill apareció.

< <Sus labios> >. Pensó ella.

No podía borrarse aquel tacto suave de sus labios contra los de ella, eran exquisitos, gentiles y tan difíciles de alcanzar por tantos motivos. Que desdicha la tuya.

Tenía que pensar tanto para llegar a una conclusión obvia pero temía aceptar y no lo haría, jamás, no quería admitir aquellos sentimientos y elocuencias que Bill le producía a ella. Era tan difícil de admitir que dolía fingirlo.

Mientras sonreía observando la nada pensando en tanto, pudo observar a lo lejos a su hermano Tom caminar en dirección al lago, donde la chica curiosa, se preguntó a que iba él.

Al llegar a su cabaña, observó a Bill sentado en el pequeño sofá de aquella habitación, teniendo entre sus manos una libreta.

Él le observó al instante que ella se adentró a la cabaña, él le ojeo y continuó con lo suyo.

La chica se adentró a su habitación y colocó sus pertenencias sobre su cama, cansada suspiró y se aventó un momento en cama. Cubrió su rostro permitiéndose descansar la vista al cerrar los ojos.

< <Continúa enfadado> >. Pensó ella.

Sin más por que pensar, ella se levantó de su cama y guardó su móvil en el bolsillo de su pantalón. Se arregló aquella blusa gris y salió de su habitación cerrándo la puerta tras de si.

—Iré con Diana regreso...

—Quédate —interrumpió Bill a la chica.

—Bill, quedé de ir con Diana.

—Sólo por hoy, por favor, —Bill descendió su mirada—, no quiero estar solo el resto de la tarde.

La chica observó con ternura al pelinegro y cedió el estar con él esa tarde. No le dejaría solo. No soportaba verle solo una vez más.

—Está bien.

Y la castaña se dirigió hasta Bill, suspiró contenta al pensar en la cercanía de Bill. Que gran día sería.

Ambos encontrándose juntos intentando, inconscientes, gritar en la cima del mundo el significado de uno para otro. Ambos sentían emoción mutua, indiscriptible.

El pelinegro le cedió un lugar a su lado mientras ella tomaba asiento a lado del chico. Disfrutando con delicia aquel aroma tan peculiar del pelinegro. Ella sonrió abierta a él, mientras éste poseía el control de un firme amor indeseado.

—Lee esto —Bill le entregó su libreta de canciones a __________.

"La ventana no se abre ya más
Aquí adentro esta lleno contigo y conmigo
Y enfrente de mi se apagó la ultima vela

He estado esperando por una eternidad
Todavía falta mucho para que esto termine
Y afuera se comienzan a ver nubes negras

Debo de ir a través del monzón
Cruzando el mundo
Hasta el fin del tiempo
Hasta que ya no llueva más
En contra de la tormenta
Al lado del abismo
Hasta que ya no pueda más
Creo que
En algun momento correremos juntos
A través del monzón

Una media luna se hunde frente a mí
Acabo de estar contigo
¿Esta todavía lleva la promesa que me hiciste?... "


—Bill, esto es... magnífico.

—¿Te ha gustado? —preguntó curioso Bill.

—La he amado, es tan... tierna.

—Aún me faltan versos.

—Para mí es perfecta —la castaña sonrió de par en par.

—Esta canción, —mencionó Bill, sonrojado y con una sonrisa cursi en sus labios—, es de ti, es de mí, de ambos.

—¿Nuestra canción?

—De ambos o tan sólo tuya, como más desees, pero en cada palabra, verso, prosa y párrafo tu nombre florece en gracia inevitable ante ti
—Bill se acercó lo suficiente a la chica para poder sentir aquella respiración tenue y acelerada con su cercanía.

—Bill —susurró ella.

—Puedo escribirte miles de canciones y jamás terminaría de gritarte lo mucho que te amo, lo mucho que te necesito conmigo por siempre, —su mano acarició la mejilla de la castaña—. Jamás entenderás estas sensaciones insuficientes que siento al tenerte tan cerca, nunca se detendrán, me piden más, más y más de ti de una manera sobre humana.

—No les hagas caso —susurró débil la chica mientras cerraba sus ojos evitando ser hechizada por aquellas lagunas que Bill poseía en su mirar.

—Quiero hacerles caso —susurró él. Rompiendo poco a poco la distancia.

—Ignoralas —respondió __________ mientras sentía suavemente los labios de Bill—. No lo hagas, no me beses, por favor.

—Muero por hacerlo.

—Puedes morir en mis brazos —susurraban ambos intentando crear aquella dulce atmósfera de amor e inocencia que ambos podían vivir.

—¿Por qué no puedo besarte? —Bill se alejó de ella para observarle con detalle, no queriendo ignorar ningún milímetro de su delirio.

—Por que no quiero caer.

—Caeras en mis brazos, prometo ser quien detenga tu caída.

—No deseo caer.

—Tú desde mucho antes me haz hecho caer y no tengo quien logré frenar mi eterna caída ante ti —dijo Bill a la castaña mientras le atraía a sus brazos y le formaba de a poco, el refugio perfecto que ella deseaba encontrar, los brazos de Bill.

Bill le besó la frente intentando demostrar lo valiosa que era ella para él en su vida, en sus sueños, en sus momentos. Él perdía su concordancia al tener a su pequeña cerca de él, tan cerca que al latir sincronizado de sus corazones, figuraba fundirse en algún momento hasta crear y colapsar en paraísos imposibles que ambos eran capaces de crear del uno para el otro.

¡Que perfección el verles juntos!  

El Delirio De Amarte #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora