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PLANETAS QUE SALVAR

PLANETAS QUE SALVAR

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E X T E R N O

Para ambos Jedis, el calor húmedo y pegajoso del planeta resultaba asfixiante. Caminaban al lado de los extraños hombres y mujeres con un paso monótono. Tras algunos minutos, Khëila, Obi-Wan y R4 quedaron lo suficientemente atrás como para hablar sin ser escuchados. Sus voces eran apenas un suspiro ante las primeras luces del atardecer.

—¿A dónde nos llevan? —había preguntado la padawan.
—A la capital. Queda a, según entendí, casi una hora de su poblado —respondió su maestro.

Continuaron caminando entre los árboles y matorrales en silencio hasta que la maleza se disipó ligeramente y el bosque ya no era tan espeso. Las luces de la gran ciudad se hacían visibles a la vez que sus anatomías avanzaban por el camino. Khëila contó bien: los acompañaban cuatro hombres y tres mujeres. El que le había hablado cuando despertó frenó ante ellos bajo el umbral del pórtico de entrada al asentamiento.

—Los escoltaremos al castillo.


La adrenalina bombeaba por sus venas fuertemente. Su respiración agitada y su tenso cuerpo describían sus sentimientos y emociones a la perfección. Nada la ponía más agitada que el propio campo de batalla. La batalla en la que tienes que proteger inocentes. Fue así como su brazo se extendió hacia adelante y apartó a los droides de su camino, espachurrándolos por completo unos contra otros mediante la fuerza. Corrió hacia su maestro.

—¡Khëi! ¡¿Estás bien?! —gritó este por encima de los disparos.
—¡Sí, maestro! ¡¿Quién dirige el ataque enemigo?!
—¡Ventress!


K H Ë I L A

No era capaz de conciliar el sueño. Podía oír los ronquidos de Kenobi al otro lado de la cama. Sí, de la cama. El Rey había dado por hecho al vernos que éramos una pareja. Habíamos intentado explicarle que el código Jedi no permitía los lazos de afecto. ¿Qué había respondido él? "¡Paparruchas!"

Por ello aquí me encontraba yo, en una esquina de la cama matrimonial, lo más alejada posible de Obi-Wan, encogida, con las manos junto a mi barriga. Está me dolía como el infierno. Solía pasarme cuando estaba inquieta o preocupada. Desde que las tropas Separatistas se habían dado a la retirada sabía que algo andaba mal. Muy mal.

Volví a girarme sobre mí misma, mirando ahora hacia el hombre que yacía a mi lado. Sabía que si estiraba el brazo las puntas de mis dedos le acariciarían suavemente el pecho a la distancia a la que estábamos. Sintiendo el filo de la cama a mi espalda, me permití moverme un poco más hacia él. Tenía los ojos cerrados de tal forma que su usual ceño fruncido descansaba ahora relajado. Su boca estaba algo entreabierta, dejando escapar por ella pequeños y quedos ronquidos. Su pelo castaño estaba despeinado, al igual que su barba. Tragué saliva de nuevo y cerré los ojos. Después de unos segundos, pegué un brinco en mi sitio.

—¿No puedes dormir?

Me llevé la mano al pecho con los ojos abiertos como platos.

—Por la fuerza, Obi-Wan, me has asustado.

Él soltó una pequeña risa queda.

—Perdona Khëi, no era mi intención. Pero de verdad, ¿qué te pasa?

Lo observé un momento. Su mano descansaba sobre la almohada, bajo la cabeza. Sus ojos brillaban con preocupación.

—Tengo un mal presentimiento.

Hubo un corto instante de silencio.

—Sí, yo también lo noto.

—¿Qué podemos hacer, maestro?

—Por ahora nada, Khëi. —su mano derecha me acarició la frente apartando el pelo de esta.— Ven.

Su mano me cogió de la muñeca, atrayéndome a él y acurrucándome en su pecho. Ligeramente tensa, me dí cuenta de lo que estaba pasando entre nosotros. Y quizás mi mayor error fue precisamente eso. Caer. Caer y no hacer nada para evitarlo.

WRONG ━ Obi-Wan KenobiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora