WRONG | Obi-Wan Kenobi no había tenido nunca problemas con las normas de La Orden Jedi, pero eso cambió cuando la conoció a ella. Khëila Boods era respetuosa, dulce, joven, hermosa, trabajadora y un sueño en vida para Kenobi. Ella era su padawan, él...
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E X T E R N O
Khëila se excusó hacia su habitación en cuanto llegaron al crucero Jedi. Su maestro se había dado cuenta enseguida de su estado de seriedad. La joven se encerró en el pequeño cubículo y se tiró en la cama con la escusa de que se sentía mareada.
"¿Y quévoy a hacer —pensó— silavisiónsecumple? QuieroserunaJedi. LaJedimásgrandedetodoslostiempos. Quizás... Quizásesoseaimposible. ¿Se puededetenerlavoluntaddelafuerza? ¿Se puededetenereldestino? ¿Se puedehacerfrentealoqueyaestáescrito?"
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Khëila regresó al puente después de una ducha y de una buena decisión.
—Los caza recompensas están ya en las celdas. Serán procesados en cuanto lleguemos al templo —informó Kenobi.
La chica asintió mirando hacia los confines del espacio, donde la nave viajaba a la velocidad de la luz.
—¿Te encuentras mejor?
—Sí, sólo fue un mareo. No me gustan las masas de gente.
—¿Y la visión? ¿Has vuelto a tener una, Khëi?
La muchacha tragó saliva a la vez que se sonrojaba debido al mote.
—Mm... No.
El hombre la miró. Su mirada clara y fría le taladraba el perfil cruelmente.
—Me alegro. —Terminó sonriendo.
✥ DOS AÑOS DESPUÉS ✥
Las espadas láser chocaron en el aire.
—¡Levanta los brazos, Khëi! ¡Tienes los hombros muy caídos!
La chica se tensó mientras esquivaba una finta.
—¡Tendrás que hacerlo mejor, maestro!
El hombre soltó una carcajada y los sables volvieron a chocar en la arena de entrenamiento, sus pies levantando polvo.
La chica luchó abstraída de la realidad. Sólo era capaz de ver los ojos claros de Kenobi, su cabello castaño ondeando con sus movimientos. Blandió la espada de color blanco más fuertemente. Dio estocadas mientras su maestro retrocedía ligeramente, algo sorprendido.
Cuando la alumna —en un golpe de suerte— consiguió desarmar a su maestro finalmente, cambiaron de ejercicio.
Entre la soledad de la arena, el hombre se puso justo detrás de la joven. Le pasó las manos por la cintura, murmurando suavemente en su oído.
—Para esta finta —dijo— debes levantar las manos así.
La tomó por las muñecas y Khëila podía sentir su respiración en su nuca. La piel de la chica se erizó cuando sintió los labios del hombre acariciarle el hueco del cuello.
Apretó los dientes cerrando fuertemente los ojos. Las manos de Obi-Wan abandonaron sus extremidades para recaer en sus caderas. El hombre, por otra parte, tenía los ojos muy abiertos. Su mirada clara y azul parecía ahora algo más oscura. Había sentido algo en el pecho, víctima de la proximidad de sus cuerpos. Se separó de ella rápidamente, y aún sorprendido, desvió la mirada hacia la derecha.
Después suspiró, su corazón saltando hacia un vacío sin retorno.