Prologo

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Prologo

Era el momento. Y debía serlo porque ese era el único camarero esperando el ascensor a las diez de la noche. Ese había sido el plan, y era tan meticuloso que no podía fallar. "Vamos" susurró Francis, caminando hacia él, seguido de Anne y Mónica. Aquel camarero no sabía lo que le esperaba. Estaba allí, silbando una canción, mientras esperaba el ascensor. Anne y Francis cruzaron miradas cómplices, y pusieron el plan en marcha. Ella continuó de largo y se sostuvo de la manga del camarero, fingiendo un desmayo.

-¡Ay por Dios! ¡Se me bajó la azúcar! ¡Mi cervical! -. Gritaba, sosteniendo la manga de aquel hombre mientras yacía en el suelo, con él encima.

-¡¿Se encuentra bien señorita?! -. Gritaba el camarero, confundido. Él no comprendía muy bien el español, pero intentaba hacer todo lo posible por entender las señales de Anne.

-¡No! ¡Me duele el cuello que dolor! -. Gritaba Anne, fingiendo.

-¡Su pierna, su pierna! -. Gritaba Francis, alimentando el drama. Mientras tanto, Mónica aprovechaba la situación para meterse dentro del carrito de comida, y cubrirse con las cortinas. El plan iba de maravilla.

-¡No, no, el azúcar! -. Repetía Anne, haciendo una mala imitación de portugués. Eso era lo único que no habían planificado. Acordar el "porque" Anne se sentía mal.- ¡Agua, agua! -. El camarero se levantó y buscó un vaso de agua en su carrito de comida, extendiéndoselo a Anne.

Ella, inmediatamente luego de beber el agua, se sentía mejor. Le agradecieron al camarero y se marcharon, riendo sin parar. Él, un tanto confundido, subió al ascensor, sintiendo el carrito de alimentos un poco más pesado. Aun así, llegó al piso ocho y rodó a través del pasillo, recobrando la canción en silbidos de hacia algunos segundos. Tocó la puerta de la habitación ciento sesenta. Al instante Iván la abrió, sorprendiéndolo.

-Aquí tiene su pizza, señor -. Le dijo el camarero en un confuso inglés, intentando entrar a la habitación.

-No, no, deja el carrito aquí, luego te lo devuelvo -. Le dijo Iván, intentando espantarlo. El camarero dudó un poco, pero finalmente se marchó. Lo siguió con la mirada hasta que lo vio desaparecer en el ascensor.- No hay moros en la costa -. Susurró, inclinándose para ayudar a Mónica a salir del carrito.

-Ese carrito es un poco pequeño -. Susurró, arreglándose el cabello.

En cuanto se miraron, el deseo los unió en un beso. Desde hacía alrededor de un mes no habían tenido ni un poco de privacidad. Iván estaba internado en el hotel, sin la posibilidad de estar por mucho tiempo con sus familiares o amigos, ya que debía descansar, entrenar o jugar. La final del mundial era al día siguiente, así que había decidido arriesgarse y pedirle a Mónica que lo visitara, aun cuando estaba prohibido que ella estuviera allí. Se separaron luego del largo beso.

-Que gracioso fue lo que acabamos de hacer -. Susurró Mónica, sujetada a su cuello.

-No tenemos mucho tiempo, pero el poco que tenemos, disfrutémoslo juntos -. Pero antes de que Iván pudiera besarla nuevamente, el supervisor del equipo salió de su habitación, descubriéndolos. Se acercaba a ellos desde un extremo del pasillo, hablando en alemán y muy enojado.

Iván inmediatamente se giró, para que Mónica le diera la espalda a él. Tomó su mano derecha y le quitó el anillo de compromiso, listo para hacer aquello con lo que siempre soñaba, esperando que solo así el supervisor les diera más tiempo juntos. Ella solo lo miraba confundida. Se arrodilló frente a ella, pensando en uno de sus sueños, listo para reproducir aquellas palabras oníricas.

Construyendo LazosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora