Si vas a perder algo, que sea el miedo a equivocarte

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Capítulo I

Si vas a perder algo, que sea el miedo a equivocarte

Diciembre once, Los Ángeles

El día prometía tener buen clima. El sol sonreía en todo lo alto y la brisa soplaba imponente en las calles de Los Ángeles. El vuelo desde Venezuela había aterrizado hacía pocos minutos y sus pasajeros esperaban impacientes el equipaje en la correa cinco.

-Estoy emocionada -. Susurró Mónica, mirando sonrientemente a su hermano Manuel.

-Lo sé, me lo vienes diciendo desde que compramos los boletos hace un mes -. Respondió Manuel, serenamente.

El hermano de Mónica no era un hombre muy alto, se podría decir que era de estatura promedio. Su piel no era para nada comparable con la de su hermana, la suya en cambio era considerablemente más bronceada que la blanquecina tez de Mónica; con ello, su cabello bien peinado, y una camisa a cuadros de color rojo. Todo un latino.

-En cuanto tengamos el equipaje corremos a la entrada, Annabella debe estar allí -. Dijo Mónica, preocupada de no tener batería en su teléfono celular como para comunicarse con ella. La correa comenzó a moverse y el equipaje de Manuel y Mónica no tardó en salir. Apresurados por la preocupación de ella, caminaron un tanto perdidos en el gran aeropuerto, hasta encontrar la entrada principal. Allí la divisaron.- Allí esta -. Dijo, señalando a la despistada Annabella, quien miraba despreocupadamente algunas revistas en un puesto de periódicos junto a la entrada.

-Ella no se parece a la chica de las fotografías en tu Facebook -. Dijo Manuel, frunciendo el ceño.

-¿Has estado stalkeandome? -.

-Por supuesto, eres mi hermana, tengo que saber todo lo que sucede contigo -.

-¿Y por casualidad viste algo extraño en alguna de esas fotografías? -. Preguntó, preocupada de que su hermano haya descubierto, por sí sólo, que ella tenía novio.

-De hecho no, pero estuve buscando a ese supuesto novio tuyo -. Mónica se sorprendió al escuchar aquello. Hasta ese entonces tenía entendido que nadie en su familia creía que tuviera un novio jugador del Bayern Múnich.- Y encontré a unos fulanos Ludwig e Iván -.

-¿Y? -. Había hecho un pacto con Iván luego del verano. Mantendrían su relación, en todo sentido, al margen de las redes sociales, al menos por un tiempo, o al menos hasta que todo se hiciera más formal.

-Y no encontré ningún tipo de conexión aparente entre tú y alguno de ellos dos, así que deja de inventar tantas cosas, nuestros tíos creen que estás loca -. Mónica suspiró, aliviada.

-No las invento, son ciertas, y además, si de alguna parte saqué la locura fue de ellos -.

-Mónica, nunca has tenido una pareja realmente seria, todas han sido, y lo sabes, un fracaso, y de la nada, en un mes tienes un novio jugador del Múnich -. Se miraron.- Déjame decirte que eres impresionante -. Bromeó, riendo.

-Que gracioso -. Susurró, sarcásticamente.- Les demostraré, a ti y a todos en casa, que digo la verdad -. Aclaró, una vez estando a pocos metros de Annabella.- ¡Annabella! -. Gritó, alegremente. Ella giró la vista, sonriéndole a Mónica. Se unieron en un fuerte abrazo, como si hubieran pasado años sin verse.- ¿Qué te pasó? Estas muy cambiada -. Su cabello castaño se veía un poco diferente.

-Pues, ya que preguntas, me hice unos reflejos morados y me puse unas extensiones -. Respondió, recibiendo los halagos de Mónica. La Annabella de aquel verano había quedado muy atrás en el pasado.

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