Capitulo III
Que comience la acción
La fila en inmigración para sellar el pasaporte era enorme, pero a Eva no le molestaba volver al país donde a cualquier lugar que vayas debes hacer una inmensa fila. En cambio, se sentía llena de alegría, avisándole a todos sus familiares y amigos que había regresado, y a uno de los hombres más importantes en su vida, quien enseguida la llamó al teléfono que le había regalado, entablando una larga conversación, hasta que Eva estuvo cerca de la taquilla, terminando la primera llamada entre ellos desde Venezuela. Selló el pasaporte, esperó su equipaje y de inmediato llamó a su hermano, para avisarle que estaba por bajar a Caracas.
-No, no, ya vamos llegando, es que había mucho tráfico -. Dijo Jorge, el hermano de Eva, luego de que ella le dijera que tomaría el bus hacia Caracas.
-¿Llegando? ¿No y que no venían? -. Preguntó, bajando las cajas que había traído desde Roma, de uno de los carritos disponibles en el aeropuerto.
-No íbamos a venir, pero tía Eleonor tuvo que hacer una operación de emergencia y nos dejó la camioneta, así que ahí vamos -. Eva frunció el ceño, luchando por mantener el teléfono en su oreja, con ayuda de su hombro, mientras bajaba las cajas.
-¿Y vienen todos? ¿Qué operación? -.
-Ya llegamos -. Y sin decir más, su hermano colgó.
Terminó de poner las cajas en el suelo, ahora preguntándose cómo llevar las cinco cajas hacia afuera del aeropuerto, hasta que un ruidoso desorden familiar le llamó la atención. Fue como una película de comedia. Su hermano Jorge, junto con Mónica, su primo Abelardo, hermano mayor de su prima Lorena, acompañados por sus hermanos menores, Lucas y Eleonor, quienes apenas tenían de diferencia un año de edad. Y todo eso, contando al abuelo de Eva, nono Abelardo de tan sólo setenta y tres años. Ninguno había cambiado.
Jorge, de unos veinte años, seguía siendo considerablemente más alto que ella, de cabello negro hacia un lado, grandes cejas y un porte mestizo entre italiano y venezolano. Abelardo, de veinticinco años, tenía la misma estatura que Jorge, de espalda ancha, cabello negro y una barba estratégicamente acorde a su estilo de adulto joven. Lorena, su prima de sólo un año menor que ella, traía el cabello cortó a los hombros, con flequillo y bucles incluidos, agregando a eso sus lentes de estilo hipster, y sus frenillos con ligas azules.
Continuamente sus primos menores, Lucas, de doce años, cabello rubio y actitud explosiva; Eleonor, de once años, cabello castaño y actitud seria. Y por supuesto, no podía faltar el nono Abelardo, un abuelito lleno de canas, con la espalda encorvada, piel arrugada y colgante, pero una enorme sonrisa al ver a su nieta.
-¡Bienvenida! -. Gritó Lorena, corriendo hacia Eva, para brindarle un abrazo. Mónica y Lucas no se quedaron atrás, ambos corrieron a los brazos de ella.
-Supongo es un abrazo grupal -. Dijo Abelardo, uniéndose.
-¿Cómo te sientes? ¿Cómo estuvo el viaje? -. Preguntó Mónica, sin soltar su mano.
-¿Y tú no tenías clase? -. Ironizó Eva.
-Es que venir a buscarte no estaba en los planes de nadie -. Dijo Jorge.
-Tu tía llamo diciendo: ¡Eva llega hoy, estoy saliendo a una cirugía, les dejo la camioneta, vayan por ella! -. Bromeó el nono Abelardo, imitando la voz de su hija.
-Entró en pánico, como siempre -. Agregó Eleonor, haciéndolos reír.
-Pero ya, mucha charla, vamos, vamos -. Ordenó el nono Abelardo, apurando a todos sus nietos, incluyendo a Mónica.- Se hace tarde -.
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Construyendo Lazos
Teen FictionLuego de un emocionante verano en el que tuvieron la oportunidad de enamorarse, Eva y Mónica deben regresar a Venezuela, con la misión de mantener una relación a distancia, y encima, pensar en su futuro. Mónica deberá enfrentarse a sus padres y come...