Pasaron los años y Emily creció, ya tenía 23 años, ya era una mujer, independiente y libre de hacer lo que quisiese. Aún seguía viviendo con sus padres, porque le costó superar lo de los galgos, aunque seguía algo afectada. La madre de los galgos murió por la edad, algo que hizo empeorar a Emily, pero no preocupó tanto, había sido muerte natural.
Faltaban un par de días para que se mudase de la casa en donde se crió. Estaba empaquetando sus pertenencias, cuando entra su madre en la habitación sin llamar a la puerta - algo que Emily odiaba - sujetando una caja de cartón que parecía pesada.
- Yo te ayudo, mamá - se ofreció la joven cogiendo la caja y dejándola en el centro de la gran habitación.
- Gracias, cariño - le agradeció su madre. A Emily ya le daba igual que la llamase cariño, porque comprendió que era un gesto para décirla lo mucho que la quería - Dentro de la caja hay unos cantos recuerdos, míos y tuyos, y pensé que te gustaría hecharles un ojo, y si quieres te lo puedes llevar a tu nueva casa...
- Sí, me encantará, cuidaré todo estos recuerdos con especial cariño.
- ¿ Te apetece merendar?
- Si, claro.
Salieron de la habitación juntas, ya planeando como quería la hija la decoración de su nuevo hogar.
* * * *
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Adopta No Compres
AcakHay muchos animales a los que los maltratan, especialmente a los galgos. Solo le quieren para las carreras o para la caza, y cuando sus dueños se cansan de ellos los ahorcan o los abandonan. Esta historia va de un galgo que sus primeros días de vida...