Lo que esperaba. (HoneyBerry)

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Arándano se vistió de nuevo con su ropa, o con más bien, lo que quedaba de ella. Estaba toda hecha un desastre, rasgada como si un monstruo le hubiera atacado agresivamente. Dentro de sus cuencas negras su mirada estaba perdida. Al ponerse su bufanda un quejido de dolor escapó de sus dientes...las heridas seguían siendo muy recientes para su delicado cuerpo.

Seguía sin entender ese tipo de amor. Pero ya había hecho un trato. Debía ponerse manos a la obra.

Llegar a casa fue lo que más tiempo le tomó al pequeño Sans. Tomó una ducha que casi le hizo desmayarse del olor, intentaba que el jabón borrara todos esos recuerdos amargos que tuvo con el Papyrus de Underfell. Hasta que llegó a su clavícula. Torturada con mordidas y con algunas quemaduras de cigarrillo.

Lo odió desde el primer momento.

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[Decidiste no sentir lo mismo que Sans♡]

-Sans, no puedo mentirte. No siento lo mismo.-

El mundo para el pequeño masoquista se quebrantó por completo, contuvo su llanto, pero las lágrimas salieron por su propia cuenta. Pero no iba a permitir que la chimenea lo viera en ese estado, por lo que se dio la vuelta y encendió un cigarrillo con magia, odiaba fumar.

-Esta bien, dos metros, fue una buena velada.-

Su voz se oía quebrada, pero de algún modo tuvo la suficiente confianza para girarse a su amor no correspondido para ofrecerle un cigarro. Papyrus asintió con la cabeza y tomó el cigarro del Sans de rojo. Lo encendió con magia y permaneció fumando a su lado con tranquilidad.

Había olvidado como odiaba mentirle a quienes amaba. Quería decir algo, pero de alguna forma tenía la boca reseca y espesa. Sans estaba fumando compulsivamente, queriendo ahogar su decepción. Paps le detuvo, y chocó sus dientes con el pequeño.

-Eso no significa que debamos dejar de vernos. No me interesa ningún otro monstruo por ahora...quizás con el tiempo, pueda llegar a sentir algo...por...ti...o algo así.-

La mirada del Sans que estaba con él se iluminó intensamente, incluso un rubor se quedó en su cara. Ese sentimiento que tenía en su pecho...era la esperanza. Paps se avergonzó un poco, que rojo actuara así lo hacia verse tan tierno. Incluso mas que su hermano.

¡Su hermano! Paps miró la hora y se dio cuenta de lo terriblemente tarde que era, abrazó a su amante y se marchó de allí en un chasquido de dedos. Sans, ni siquiera tuvo la oportunidad de despedirse, de todos modos, ¿A quién le importaba? Terminó su cigarrillo y se dispuso a encender otro, hasta que una huesuda mano cubrió sus dientes con mucha fuerza. Intentó voltearse pero sus brazos y piernas fueron contenidos con magia. Una voz áspera que habló cerca de su nuca le hizo inquietarse mentalmente, incluso sus lágrimas salieron al oirle hablar:

-Parece que has aprendido nuevos trucos sin mí. Eres un mal hermano, ¿Sabías eso Sans?-

Con fiereza, Papyrus dejó inconsciente a su hermano al exprimir con magia su alma, provocando al masoquista un desmayo inmediato, debido a la tensión y sus emociones. Ladeo una sonrisa mezquina.

El plan estaba saliendo a pedir de boca.

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Golpes, arañazos, mordidas. Quemaduras, huesos quebrados, su propio cráneo había resultado lastimado en aquella sesión de sexo con el Papyrus de Underfell. Sans se miraba en el espejo, contabilizando sus heridas. Quería suprimir los recuerdos em su mente, pero de algún modo, no podía. Incluso se sentía culpable.

Había vendido su virginidad para que ese enfermo se llevara lejos a todos lo que impedían que pudiera estar a solas con su hermano. Para siempre. el baño se llenó con un estallido de carcajadas histéricas. Arándano se estaba perdiendo así mismo. Con magia, ocultó sus heridas y se vistió de nuevo. Incluso su bufanda la acomodó en forma de lazo para aparentar que todavía era inocente.

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