Desastre con Daiqurís

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Había optado por tomar las escaleras en vez del ascensor en mi descenso hacia la planta baja del hotel. Supuse que el lapso de tiempo adicional entre cada unión de escaleras me permitiría imaginar qué demonios estaba planeando decir. El espacio que tenían las escaleras entre si, no ayudan a aliviar los nervios; una constante frialdad impregnaba el aire, las paredes adyacentes a mí y ese color como la cáscara del huevo lo resaltaba. El único consuelo que podía rescatar era ese sonido rítmico de mis pies que resonaba de las suelas de los zapatos que hacían contacto con cada paso suave que daba. Tac, tac, tac.

Llegué a la parte inferior antes de lo que había previsto. La pesada puerta delante de mí me dio una señal para empujarla, se burló de mí como diciéndome: "El te está esperando ahí fuera."

Inhala. Exhala. Empuja.

El vestíbulo era suficientemente acogedor. Apenas lo había notado cuando llegué horas antes. Principalmente estaba centrada en aprender a respirar por el momento. Pero en realidad, el hotel era bastante bonito. Los cálidos colores rojos y dorados que cubrían las ventanas y las sombras abstractas fundidas sobre el suelo de mármol brillante, me ofrecían un buen breve alivio de la ansiedad que había sido abrumadora. Mis zapatos hacían el mismo ruido sordo y constante, apenas llegué al vestíbulo se volvieron mas suaves. Sabía que no tenía piedad de mi misma por lo que estaba por venir. Fue mi decisión, después de todo, saltar a través del país sin avisar siquiera a Tom o Bill. Yo había sido egoísta y lo sabía pero el no había sido muy amable conmigo.

Al pasar por una puerta grande que conducía a lo que presumía ser una sala de conferencias de algún tipo, alcancé a ver mi reflejo de manera muy suave y nebulosa. En la penumbra extendida sobre el revestimiento de madera de roble claro; unas hebras caían en oleadas de las delgadas clavículas de hombro. La blusa y falda parecían lo suficientemente presentables, pero se habían vuelto tan descarnadas ante mi aspecto que parecía enfermizo y tragado por la ropa que de por si ya era pequeña. Estaba decepcionada de mí misma, mis ojos vieron a mi rostro, el cual era flaco, pálido y demacrado. Me sorprendió lo triste que me veía. Medias lunas oscuras acunaban mis ojos y se encrespaban sobre ellos para llamar la atención de mi estado de evidente agotamiento, el cual se suponía que tenía siempre. Estaba tan triste. Estaba demasiado triste.

Rompí por un momento el estado de trance que sostenía la imagen fragmentada y patética del caparazón de una mujer que apenas era reconocible para mi. Necesitaba para seguir adelante, caminar al aire libre, tiene integridad. Tenía que disculparme.

Las puertas automáticas se agitaban abriéndose y cerrándose mientras otros paseaban entre la calidez de la decoración del vestíbulo provenientes de las aceras exteriores. En cuanto me acerqué a ellas, mis pasos se hicieron notablemente más cortos y más lentos su movimiento previo. Llegué hasta ella, dando un paso delante esperando lo que podría ser tal vez un minuto antes de que se abrieran. La brecha delante de mí estaba iluminada con luz natural, y me sonrió como diciendo: "Ven aquí, ya es la hora."

Di un total de tres pasos hasta que los fondos similares al caucho desgastados de mis zapatos hicieron contacto suave con el suelo. El pavimento brillaba bajo el suave resplandor del gradual sol poniente. El aire era significativamente más fresco y suave, un aire que sólo se sentiría como cuando se acercaba la noche. Miré a un costado hacia la izquierda, luego a la derecha. No había rastro de él en cualquier punto de mi vista. Mis hombros se hundieron un poco en cuanto di unos pasos más para apoyar la espalda contra la áspera pared del edificio de ladrillo bronceado. La dulzura sutil del aire daba con una suave brisa, acariciándome contra mi rostro de una manera que solo un amante podría hacerlo, de repente estaba consciente de lo sola que estaba. Mis párpados se cerraron suavemente, entrelazando mis brazos alrededor de sí mismos para rizarlos de manera protectora contra mi pecho. Repiqué ligeramente de un tacón al otro, imaginando que las otras personas que pasaban podrían confundir mi figura esquelética por el de una mujer vagabunda. No fue hasta que el claro olor a humo rancio me hizo cosquillas en la nariz y me sacó de mis pensamientos de mujer sin hogar y poca compasión a mi misma.

25 Weeks Without Mr. Arrogant en EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora