Vendajes

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En la suave luz de las primeras horas del día, Tom se veía casi etéreo. El color ámbar y dorado se habían filtrado a través de las pequeñas grietas de las persianas, bailando a través de todas las superficies dentro de la habitación. El cálido resplandor caía en cascada como la miel goteando sobre su pecho y brazos desnudos, me quedé sin habla. Yo sabía que tenía sus ojos en mí, pero mi mirada había caído más bajo, localizando de cada curva sutil de los músculos de sus brazos y hombros. En contra de mi mejor juicio, dejé que mi vista se deslizara aún más bajo hacia su plano y tenso abdomen. La piel de esa zona no se veía como el resto de su cuerpo. No, al contrario, era suave, firme y masculino. Una parte de mi deseaba alcanzar y perfilar todos los detalles de esta con los dedos. Un color más oscuro me llamó la atención y rápidamente me encontré mirando el vello castaño claro que se rociaba justo por debajo de su ombligo. Más y más mis ojos se movían, el vello era cada vez más oscuro y más obvio. Desaparecía por la parte superior de sus pantalones y...

Reacciona.

Rompí la mirada, tirando los ojos hacia arriba. La confusión en su mirada era evidente, con los ojos almibarados y claros, su boca se abrió en una pregunta silenciosa. Fue entonces cuando me di cuenta que su brazo todavía estaba cubriendo mi cuerpo, sus dedos todavía estaban enredados suavemente en mi cabello. Su cuerpo semidesnudo todavía se presionaba a lo largo de la longitud del mío. Cada pulgada.

¿Que podría decirle? ¿Cómo estás? ¿Dormiste bien? ¿Tienes frío? ¿quieres un poco de la manta?

Sólo podía llevas a cabo la segunda mejor opción, las palabras llenaron la parte delantera de mi boca y la mentira pesada me llegó a la punta de la lengua.

—Hola.

En un instante su mirada ya no estaba en la mía, su cuerpo ya no presionaba el mío. Una ráfaga de aire frío rozó mi pecho y un fuerte gemido siguió, a partir de ese momento, me encontré con el hombre con el que había estado íntimamente acurrucada, tirado sin gracia sobre el suelo de madera.

—¿Qué carajos te pasa? —Le dije mientras me incorporaba de forma rápida y mirando hacia el suelo con incredulidad. El estaba sosteniendo su cabeza con una mano y sus piernas dobladas hasta el pecho, pequeños gemidos escapaban entre sus dientes apretados.

—Mierda —dijo entre dientes, presionando con la otra mano, sus dedos estaban enroscados contra su sien—. Joder, mi cabeza...

Me moví rápidamente, pasando de mi posición en el sofá hasta el suelo junto a el. Me incliné vacilante hacia delante con una mano, tratando de alcanzarlo.

—No debiste haberte tirado así para levantarte del sofá, deja de moverte, déjame ver...

—No, aléjate —se quejó, encogiéndose a medida que mis dedos hacían un ligero contacto con sus nudillos—. Déjame solo.

—Estás siendo infantil —señalé con un suspiro, sentí de nuevo en mi esas corazonadas. Mis manos cayeron en mis costados con los dedos curvados, y el se quedó en silencio—. No puedo ayudarte si no me dejas ver.

Su silencio fue roto inmediatamente por los pequeños ruidos entrecortados de "dolor" flotando entre nosotros una vez más.

—Detente con las lágrimas de cocodrilo —le advertí. Se quedó callado, tanto que pareció ser una eternidad y su cuerpo se había tensado visiblemente, sabía a ciencia a cierta que lo había hecho enojar, después en un movimiento lento y derrotado, bajó las manos de su rostro y pude verlo—. Gracias —le agradecí—. Ahora déjame echar un vistazo.

25 Weeks Without Mr. Arrogant en EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora