Iba de camino a la escuela como un día cualquiera, aunque lo tenía decidido: hoy era el día en el que me atrevería a hablar con aquel chico. Parecía que Sora y yo teníamos problemas para ser sinceros con lo que sentíamos, pero es que era tan difícil hablar con la persona a la que amas... Estaba perdido en mis pensamientos cuando de pronto le vi. Aquel chico de pelo moreno intenso se encontraba sentado como de costumbre en uno de los asientos del fondo de la clase, solo y con la mirada perdida en la ventana. Tragué saliva y respiré hondo, dispuesto a enfrentarme a mis miedos y a acercarme a él. Me senté a su lado sin decir nada, aunque él se me quedó mirando en silencio durante unos dos minutos, y aunque no le estaba mirando directamente sus ojos parecían atravesarme.
-¿Cómo te llamas? –preguntó mirándome con curiosidad a los ojos.
-Ve-Ve-Ventus –conseguí balbucear, mirándole y sin poder evitar ponerme rojo como un tomate. Aquel chico era sin duda la persona más sexy que había visto en mi vida. Era cierto que su cara era idéntica a la de Sora pero su cuerpo era el de un atleta, su pelo era oscuro como el carbón y sus ojos de un ámbar dorado y misterioso.
-¿Por qué te pones conmigo? Seguro que los demás empezarán a hablar mal de ti por juntarte con el antisocial de la clase –dijo desviando la mirada de nuevo a la ventana.
-Es porque... quiero conocerte –confesé, pues poco podría conseguir si seguía tan callado.
-¿Conocerme? ¿Por qué?
-Bueno es porque... porque... -no tenía muy claro si decirle directamente lo que sentía hacia él, porque seguro que se enfadaría y me dejaría en ridículo.
-Hmm... Ya veo. Mi nombre es Vanitas. Encantado de conocerte... Ventus –dijo con una sonrisa encantadora.
No acababa de creérmelo. ¡Acababa de sonreírme! Era la primera vez que veía su sonrisa y la verdad es que era preciosa, y con sólo pensar que aquellos labios habían pronunciado mi nombre me hacía querer saltar de alegría.
De pronto el profesor irrumpió en la clase y comenzó con la materia, aunque yo no pude concentrarme porque estuve toda la hora mirando de reojo a Vanitas, que parecía no perderse ni una sola palabra de la lección.
Y por fin llegó el recreo.
-Vanitas, ¿puedo ir a almorzar contigo?
-Si tú quieres...
Los dos nos sentamos en un banco del patio, uno bastante apartado de la multitud de chicos ruidosos y gritones.
-¿Aquí es a donde vas en los recreos? –pregunté.
-Así es. Me gusta la tranquilidad y la paz que se respira aquí.
-Ya veo. Supongo que es por eso que nunca te veo por el patio.
-Oye, Ventus...
-Puedes llamarme Ven. Así es como me llaman mis amigos.
-Ven... ¿por qué te interesas tanto por mí? Nunca nadie se preocupó en hablar conmigo, supongo que es porque les doy miedo.
-Yo no creo que des miedo. Es sólo que tus ojos pueden intimidar un poco –intenté animarle, aunque no parecía servir de mucho.
-¿A ti también te dan miedo mis ojos?
-No. La verdad es que me parecen preciosos. Unos ojos dorados como una puesta de sol no pueden dar miedo. ¡Oh¡ ¡Perdona, bueno yo quería decir que...!
Estaba claro que la había fastidiado hasta el fondo. ¿Decir que sus ojos son preciosos como una puesta de sol? ¡Pero si sólo me faltaba el ramo de flores y una declaración de amor eterno! Pero entonces me sorprendí al ver un sonrisa en sus labios.
-¿Alguna vez te han dicho que eres muy lindo? –dijo en voz baja mientras se iba acercando a mi, sin apartar sus ojos de los míos ni un segundo.
-¿¡Qué!? ¡Bueno... esto... yo...! –intenté darle una respuesta coherente pero Vanitas calló mis labios sellándolos con los suyos. Aquel beso fue largo y apasionado, casi pensé que Vanitas llegaría a intentar introducir su lengua en mi boca, pero el beso se cortó cuando la respiración se hizo necesaria- ¿Y esto?
-¿No te ha gustado?
-Bueno... Sí, claro que me ha gustado pero es que me ha sorprendido un poco.
-¿Es que no te parezco atractivo? ¿O es que el que te gusta es tu amigo Sora?
-¿Qué? ¿Cómo sabes de mi amigo Sora?
-¿De verdad creías que nunca me había fijado en ti? Llevo todo el curso sin poder quitarte de mi cabeza y justamente hoy te sientas a mi lado.
-¿Yo te gustaba desde antes de hablarte? Pero si pensaba que me odiabas por la forma en la que me tratabas.
-No me atrevía a decirte lo que sentía, y cada vez que te veía con ese Sora me daban ganas de estrangularlo. ¿Cómo querías que reaccionara?
-Vaya... Lo siento. Supongo que soy un idiota por no haberme dado cuenta antes. Oye Vanitas...
-¿Sí?
-¿Puedo volver a besarte? Es que tus labios saben muy bien –dije con un tono juguetón y poniendo carita de gato mimoso.
-Soy todo tuyo.
Volvimos a besarnos, aunque no pude evitar la tentación de ser el que dominara de modo que lo empujé con fuerza contra la esquina del banco y fui ganando terreno con mis labios. Vanitas parecía haberse quedado completamente en shock por mi cambio tan repentino, y ahora mi lengua jugueteaba con la suya, saboreándola con gusto y degustando aquel sabor prohibido que durante tanto tiempo había deseado probar. Pero tras unos minutos de besos y caricias terminó sonando la campana y tuvimos que regresar a clase, aunque Vanitas tuvo que ir un momento al servicio debido a la gran erección que le había provocado. Volví a la clase riéndome triunfante con sólo imaginarme a Vanitas intentando que se le pasara la hinchazón con ayuda del agua fría y repitiendo sin parar "¡Bájate de una maldita vez!".
CONTINUARÁ...