Intenté levantarme con pesadez, y no metafóricamente, pues sentí algo encima mía, y algo me acariciaba el pelo de forma delicada. Abrí los ojos y nuestras miradas se encontraron, aunque al principio me impactó bastante encontrármelo en mi cama tan temprano.
-Buenos días, mi príncipe.
-Roxas... ¿Cómo has entrado?
-Tú madre me ha dejado entrar. Venga, levanta y vístete, que vamos a salir por ahí.
-¿Qué? ¿Y eso?
-Tú levanta ya o tendré que desperezarte a besos -amenazó de forma seductora, aunque eso más que una amenaza parecía una insinuación para una sesión de sexo matutino, pero tomé la clara indirecta y salí de la cama.
Me puse lo primero que encontré y Roxas me sacó a rastras de la casa, sin siquiera dejarme desayunar.
-¿Y a dónde vamos?
-Es una sorpresa.
-¡Oh, venga! ¡No me gusta cuando te pones tan misterioso -me quejé haciendo pucheros y agarrándole del brazo, a lo que él me respondió pasándome el brazo por encima del hombro y acercándome a él, paseando los dos juntos como una auténtica pareja. No pude evitar sonrojarme- ¿Y esto a qué viene?
-¿Te molesta?
-No... es sólo que... no es tu estilo.
-¿Prefieres al Roxas frío y distante?
-No. Todo lo contrario, me gusta más esta faceta tuya -contesté acurrucándome más en su hombro.
Continuamos paseando, disfrutando del amanecer, pues hasta ese momento no me había fijado en lo temprano que era, el mar permanecía bañada por los colores bronceados del sol, pero nuestra ruta se alejaba de la de todos los días. La ciudad quedaba ya lejos, y sólo nos rodeaba un espeso bosque de copas altísimas.
-¿Desde cuándo conoces este sitio? -pregunté con curiosidad.
-Me lo enseñó Naminé.
-Ah.... -agaché la cabeza decepcionado y algo dolorido por su contestación-. Supongo que habréis dado muchos paseos juntos tú y ella...
-Sora, por favor, no hagas eso.
-¿El qué?
-Te estás poniendo celoso, y no tienes porqué. Yo sólo le pregunté por un lugar romántico al que traerte hoy.
-¿Por qué tanto empeño en el día de hoy?
-Porque hoy hacemos un mes.
-Oh...perdona.
-Tranquilo, en realidad no es algo importante como si lleváramos un año, sólo me apetecía hacer algo diferente contigo.
Seguimos el sendero, hasta llegar a un pequeño claro en el bosque, donde me pareció ver una especie de manta colocada en el suelo, y así era. Había un gran mantel desplegado en el suelo, y encima de él se desplegaba un auténtico festín campestre, un picnic que Roxas debía haber preparado de madrugada.
-¿Tomamos asiento? -preguntó Roxas, haciendo una pequeña reverencia, cediéndome el primer paso, acto que no le reproché.
-Me parece increíble que te hayas molestado en preparar todo esto para mí.
-Prepararía este y diez mil banquetes reales si con eso pudiera dibujar una hermosa sonrisa en tu rostro.
Mi cara se tornó como si ya estuviera atardeciendo, con intensos tonos rojizos y acalorados.
-Eres como un caballero de brillante armadura. Sólo te falta la rosa y besarme la mano como una doncella.
-Eso se puede arreglar -dijo con aire misterioso, mientras llevaba una mano a una cesta de mimbre que tenía a su lado y sacaba de ella una bella rosa roja. Apoyó su rodilla en el suelo, se inclinó para cogerme la mano y llevarla a sus finos labios, besándola con infinita dulzura, como una pieza de porcelana china-. No quisiera importunarla, my lady, pero estaría infinitamente agradecido si me concediérais un sólo baile con vos.