Podía sentir a la perfección los latidos del corazón de Sora, acelerados e inagotables, al igual que mi amor por él, un sentimiento que, aunque intentaba ocultar, me era imposible, con sólo mirarle aquellos ojos de un azul aguamarina, brillantes y alegres como él, no paraba de pensar en que quería pasar toda mi existencia junto a él.
-Sora... -susurré con dulzura en su oído- Ahora tengo que prepararte para que no te duela ¿Estás listo?
-Creo... que sí.
-Si quieres que pare no tienes más que decirlo.
Me lamí con sensualidad los dedos mientras le miraba directamente a los ojos, observándome con la cara de un niño pequeño lleno de curiosidad por saber lo que hacía. Le alcé una pierna e introduje mi dedo en su entrada. Sora comenzó a quejarse y a gemir.
-¿Estás bien?
-Sí... tú sigue -contestó jadeando.
A continuación introduje un segundo dedo y moví ambos alrededor del estrecho espacio que había. No tardé en meter el tercer dedo, aunque esta vez a Sora pareció dolerle más.
-Está muy estrecho -le dije con una sonrisa para tranquilizarle- Tranquilo, puede que ahora te duela pero te prometo que después te encantará.
Abrí el cajón de la mesita de noche y saqué un bote de lubricante, abrí el tapón y me eché un buen chorro en la mano y en mi miembro erecto.
-Sora, ¿qué te parece si juegas un poco con el mando para entretenerte y que no te duela tanto?
-¿Mando?
Desde luego Sora era demasiado inocente para entender esa clase de juegos de palabras, así que le cogí la mano y la llevé al que seguro se iba a convertir en su juguete favorito a partir de ahora. Comencé a realizar movimientos suaves de arriba a abajo, guiándole hasta que poco a poco ya entendió la mecánica del asunto. Mientras tanto yo volví a introducir mis dedos en su entrada, aunque parecía que en esos momentos Sora estaba a lo suyo, sin embargo ahora era yo el que tenía problemas, ya que no podía concentrarme en dilatarle bien mientras luchaba por no venirme antes de tiempo al oír los gemidos de Sora susurrándome directamente en el oído.
-Creo que así será suficiente. ¿Seguro que aún quieres seguir?
Sora levantó su cabeza mirándome con lágrimas en los ojos.
-Roxas, por favor, quiero tenerte dentro ya -suplicó mientras se restregaba su miembro contra el mío.
Definitivamente eso ya me remató. Nunca en mi vida me había puesto tan caliente y ya no podía dar marcha atrás, así que sujeté a Sora de la cintura y lo hice sentarse sobre mi miembro, penetrándolo poco a poco. Sora parecía estar en éxtasis, en una especie de hechizo que le hacía desear más y más placer, así que yo no iba a ser el que se lo negara. Comencé a bombear poco a poco, pero no tardé en acelerar el ritmo mientras escuchaba a Sora pedirme que fuera más y más rápido.
Estaba a punto de venirme dentro de Sora cuando escuché abrirse la puerta de abajo.
-¡Roxas! ¡Ya hemos vuelto! -gritó mi madre desde el salón.
-¡Mierda! ¡Mis padres! -grité alterado.
-No te preocupes, no creo que suban así que acaba, por favor.
-¡¿Qué?!
No me podía creer lo que me estaba pidiendo, pero no pude resistirme a aquella mirada, y sin duda que yo estaba caliente al máximo y con mi erección latente más que nunca, a'si que no dudé en terminar de embestirle con rapidez, una y otra vez sintiendo sus uñas clavarse en mi espalda y su miembro corriéndose con el sólo hecho de penetrarle. Sora intentaba contener sus gemidos para que mis padres no nos escucharan, hasta que por fin me vine. Sin duda aquello fue muchísimo mejor que cuando me masturbaba imaginando cómo sería.
Los dos nos vestimos rápidamente y bajamos al salón.
-Papá, mamá, ¿qué es lo que hacen aquí? Pensaba que no volverían en una semana
-Es que tuvimos un problema de papeleo y decidimos volver. No sabía que Sora estaba contigo. ¿Quieres quedarte a cenar?
-No, gracias ya he cenado -dijo mientras me guiñaba el ojo y se relamía de forma juguetona, cosa que desencadenó una erupción dentro de mis pantalones- Ya me tengo que ir. Roxas, nos vemos mañana.
-Ok, iré a buscarte.
Continuará...