Capítulo siete.

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CAPÍTULO SIETE

—¿A qué narices estabas jugando tío? —me regañaba Diego una y otra vez mientras mi corazón recuperaba su ritmo normal con dificultad, aunque los nervios seguían recorriendo mis venas.

—¿Pero qué querías que hiciera? ¿Qué le dejara ahí tirado? ¡Si era un pobre niño! —respondí con frustración.

—Sabes cómo es este barrio, joder. Suceden estas cosas prácticamente todos los días. Y si algo me ha enseñado la vida es que no debes meterte donde no te llaman si no quieres acabar tú también en un buen lío. ¿Acaso sabes quién era?

—¡Claro que no!

—Kenai Oliveira tío, ¡Oliveira! —susurró en mi oído mientras miraba a ambos lados de la calle.

—No me dice nada ese apellido Diego...

Diego resopló y puso los ojos en blanco antes de proseguir su camino.

—¿Tú no ves la televisión? ¿Las noticias?

—De vez en cuando... —respondí, aunque sinceramente no recordaba la última vez que me había parado frente a la televisión a ver otra cosa que no fueran series o concursos.

—¿Familia Oliveira? ¿Mafia? ¿Drogas? ¿Palizas? ¿Navajazos? ¿Asesinatos? ¡¿De verdad que no te suena de nada tío?!

Encogí mis hombros, provocando aún más exasperación en él.

—Kenai es el hijo pequeño de la familia, Ángel, seguramente estén metidos en problemas con otras familias, o mafias, o yo que sé, no entiendo de eso. Pero si estaba en ese estado es que desde luego era algún acto de venganza, y tú has metido tus putas narices de por medio.

—¡¿Y qué querías?! ¿Que dejara a un pobre chaval desangrándose en el suelo? ¿Qué siguiera mi camino e hiciera como si no hubiera visto nada? Joder tío, sabes que yo no puedo hacer eso.

Diego suspiró por última vez, relajando los hombros y dándose cuenta de que en mis palabras había mucha razón. Puso una mano sobre mi brazo y sonrió ligeramente, intentando ocultar la preocupación que recorría su rostro.

—Sólo reza por que no te haya visto nadie y todo quede en un susto, ¿de acuerdo?

Asentí y le devolví la sonrisa. Mis nervios se habían ido calmando poco a poco. Desde luego había sido la situación más intensa que había vivido en toda mi vida.

—Le has dado un plantón impresionante a Blanca. Lo sabes, ¿verdad? —dijo Diego cambiando de tema.

Me desplomé en el primer banco que vi en la acera, tenía razón, pero desde luego tenía una buena excusa, lo último en lo que quería pensar ahora mismo era en ella. Diego se sentó a mi lado.

Joder Ángel, qué bien estás empezando con tu "intento de reconciliación".

—Tampoco esperó a que yo le dijera que sí podía ir, ¿no? —encogí los hombros intentando quitarle importancia, aunque en realidad me arrepentía muchísimo de no haber podido ir y hablar con ella a solas, conocerla un poco mejor, aclarar muchas de mis dudas... — ¿Qué hora es tío?

—Las dos y diez —contestó sacando su teléfono móvil—. Todavía puedes ir, sólo llegarías unos... ¿cuarenta minutos tarde?

—Pfff... No, paso tío, ¿primera cita y llego tarde? Prefiero ponerle una buena excusa la próxima vez que la vea...

¿Lo has llamado cita Ángel?

—Si quieres empezar ya con mentiras...

Le miré de soslayo.

El día que estudié. © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora