Creatures

0. The black wolf.

Inglaterra (Morpeth), 1648

En las montañas, al norte, había una manada de lobos vigilando que ningún intruso entrara en sus tierras. Ya habían tenido muchos problemas a la hora de las batallas y de saber cuál era su sitio. El jefe de la manada, con sus ojos grandes y amarillos se sentó observando hacia abajo, a un pueblo en concreto, debía de proteger a su humana. Nadie podía tocarla, no mientras el estuviera junto a ella. 

Habían reglas, una de ellas era que ningún lobo debía acercarse a su protegida, a no ser que esta estuviera en peligro. Él, en este caso no había acatado esa norma. La miraba, con su larga melena rubia y su vestido azul, era tan inocente y dulce que no se podía imaginar como alguien podría llegar a hacerla daño.

Un poco mas lejos, un lobo con pelaje castaño y unos ojos verdes se acercaba corriendo hacia su manada. Cuando ya estaba cerca camino lentamente mirando a todos ellos y se sentó junto al lobo negro, mirando lo que el admiraba. Aquel lobo nunca había sentido ese instinto de protección por ningún humano, le gustaría, pero todo humano al que tenia que proteger era inútil o absurdo. Todos allí sabían que su jefe estaba haciendo mal, quedando con su humana para verse y estar, pero eso no importaba, ellos no le delatarían.

Por eso mismo de las peleas con otros lobos y las muertes, las reglas eran las reglas, y eso en un lobo era sagrado. El lobo de ojos verdes estaba inquieto por el momento en que otras manadas se acercaran a ellos y atacaran, demasiado tiempo en paz para ser verdad, solo esperaba que no tocaran a ningún humano. Eso, para algunos lobos era una perdida casi imposible le de superar, algunos habían muerto por pena o hambre cuando su humano había dejado de existir. Era algo enfermo y difícil de entender para él, como un lobo podía querer tanto a un humano como dar la vida, Tenia miedo de que eso pasara con su amigo.

De repente un viento ligero toco sus pieles, esa era la señal de que debían de partir de ese lugar para buscar un sitio donde dormir. Un lobo marrón claro se les acerco, era más pequeño de lo normal, por un problema que tuvo en las patas al pelear, era su compañero leal. El de ojos verdes le hizo una seña al negro con la cabeza incitándole para que se moviera, este sabia que tenia que irse, pero no quería. Se levanto y gracias a eso se podía ver su gran estatura, todos los demás lo miraba esperando al momento de su decisión, o ser egoísta y quedarse allí por sus deseos hacia aquella muchacha o ser un buen jefe y poner a su manada a salvo.

El lobo negro entorno sus ojos hacia abajo y hizo una expresión difícil de hacer para un lobo, una que se podía percibir como una mueca de dolor, tristeza...pestañeo lentamente y empezó a andar, todos los demás a sus costados hicieron lo mismo, siguiéndole. Su compañero el pequeño miró hacia arriba, a su amigo el de ojos verdes. Este observo por ultima vez aquel pueblo y se dio la vuelta. Todo los lobos andaban hacia un mismo camino, cada uno pensando en cosas diferentes. Comida, hospedaje, amigos, peleas, humanos...

El lobo con ojos verdes pensó en el humano de su amigo el pequeño, era un niño rubio bastante listo. Se preguntaba si a su compañero le gustaba ese humano y era él el raro que no sentía nada hacia los humano. Llegaron a una cueva grande la cual habían dormido ya tres días, cada lobo se fue hacia una esquina y se dispusieron a dormir, cuantos años y llevaba con ellos y cuantos habían caído. Miro al fondo a su jefe observando a los demás acomodarse y lo miro a el para revisar, cuando ya todos estaban en sus sitios finalmente el se tumbo con la mirada perdida.

El, rendido ya de pensar fue a su esquina y se acurruco junto a su amigo. Podía oír los pensamientos de sus compañeros los que hablaban entre ellos, algunos soñando y el de que estaba a su lado haciendo una lista de lo que quería hacer mañana junto a él, le dio gracia cuanto lo apreciaba y lo bueno que era. Oía la voz de cada uno de ellos, todas menos una.

La de el lobo negro.