Capítulo I

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-Alexandra, vamos, baja de ahí
-Papa!, ya lo veo, es inmenso
-No, baja ahora mismo, no lo podemos mirar.
Mi padre, Mark, me había educado bajo el poder de "El dominio", siempre me decía que tenía que ceñirme a lo que éste dijera, pero sobretodo, que no destacara por encima de los demás, que hiciera lo posible para ser igual al resto.
Todos los Martes iba con él a la plaza del centro de la ciudad, allí, nos inyectaban un suero para que no sufriéramos la enfermedad que se encontraba al otro lado de la valla. Cada vez que alguien se oponía a que le pusieran dicha inyección, El Dominio se los llevaba y nunca más se les volvía a ver. Hoy es 30 de marzo y cumplo 9 años, mi padre me dice que parezco mucho mayor en comparación con los niños de mi edad. Una oscura voz que conocía a la perfección me sacó de mis pensamientos, era Jack Hyson, el hombre que dirijía El Dominio. Tenía el pelo canoso y su edad rondaba los 60 años.
-Ciudadanos, velamos por vuestro bien, no queremos que la enfermedad tan grave que recorre las afueras se propague por la ciudad, es por ello que vamos a proceder a hacer un análisis a todos los habitantes para así asegurarnos de que nadie corre peligro.
Recuerdo que mi padre me explicaba, cuando era más pequeña, las dos etapas por las que había que pasar al padecer la enfermedad; Ahogo, la primera y Erupción la segunda. Era una enfermedad que apareció hace muchos siglos debido a que se rompió la capa de ozono que nos protegía de las radiaciones solares. Ahora vivimos envueltos por una cápsula artificial 

-Aquí nadie está enfermo, nos tenéis sometidos ya que no podemos salir al exterior, nos inyectáis el suero cada semana, ¿no es obvio de que no hay nadie en riesgo? Alzó la voz un ciudadano de unos 50 años.

-Eso lo dirán las pruebas, y como anteriormente citado, según la ley aprobada por este gobierno, El Dominio tiene el derecho de apresar a todo aquel que se rebele a no hacer lo que éste considere oportuno.
-Esto es injusto, vivimos en una sociedad en la que uno no se puede salir de las pautas.
Dijo de nuevo el ciudadano, pero esta vez miraba a mi padre que se encontraba a su lado. Mi padre se mantuvo firme.
-Ya está bien ¿cuál es su nombre?
-Me llamo William, William Hurbert.
Jack le hizo un gesto a los guardias que lo rodeaban para que se acercaran, y les dijo algo al oído. Seguidamente, estos se acercaron hacia el hombre y lo apresaron, al igual que a mi padre.
-No, papa, no te vayas.
Lloré lo mas fuerte que pude, pero Jack no sentía compasión de haberle arrebatado el padre a una niña, ahora, yo sola me tendré que hacer cargo de mi hermana pequeña.

4.00 am
Me desperté con un grito ahogado y llorando, había vuelto a soñar con aquel día, el día en el que se llevaron a mi padre y me dejaron a mi sola con Emma. Fui a por un vaso de leche pero cuando llegué a la nevera, me percaté de que apenas quedaba, por lo tanto decidí dejarle lo poco que quedaba a mi hermana.
Hoy cumplo 16 años y hace justamente 7 años que se llevaron a mi padre, por una equivocación o por simple represalia.
Hemos sobrevivido todo este tiempo gracias a la mejor amiga de mi madre, ella desapareció cuando yo era pequeña, Elisa quiso ayudarnos en todo, nos proporcionaba comida a cambio de que yo trabajara para ella prácticamente a jornada completa en una tienda que tenía. Me pasé el resto de la noche contemplando El Dominio desde la ventana de mi cuarto, siempre me había gustado vivir allí, ahora simplemente me resulta repugnante.

-¿Qué haces aquí? Me preguntó la voz aguda de mi hermana
-No podía dormir.- Le dije.
-¿Otra vez con la misma pesadilla?
-Supongo que sí, no me puedo creer que ya casi no me acuerde de su cara.
-No te culpes por eso Alex, estoy segura de que papá volverá.
No quiero decirle a mi hermana que mi padre no va a volver, pero no porque él no quiera, si no porque El Dominio vió conveniente retenerlo ya que se encontraba al lado de un revelado ante la ley.
-Sigue durmiendo, Emma, voy a salir a dar un paseo.
-Pero Alex no se puede salir a esta hora, El Dominio te lo impide.
-Tranquila, siempre salgo a esta hora y no hay nada que temer
-No quiero perderte.
Le di un beso en la frente y le acompañé a su cuarto.

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