Dejé la mirada plasmada en el periódico durante unos segundos, asimilando la información que se hallaba escrita. Mi madre, sale en esa foto, pero hay una cosa que no encaja, lleva el uniforme de El Dominio. Ella era una persona valiente, inteligente y a la vez bastante alegre. Recuerdo cuando me balanceaba en el columpio del jardín, o cuando me hacía tartas para el día de mi cumpleaños. Ella no podría ser partícipe de dicho gobierno. Cuando nos abandonó no nos dijo el motivo de su ida, se fue sin más. Yo era muy pequeña por ese entonces, no comprendía por qué había partido, mi padre me dijo que había ido a cuidar a una hermana suya del Dos que se había puesto muy enferma, y yo tan crédula, le creí.
-Alex...Alex.- Dijo mi hermana zarandeándome.
-No puede ser cierto, mamá, hace tanto...-Dije cabizbaja
-Lo sé, yo apenas tenía dos años cuando se fue, no la conocí.-Asentí y al cabo de unos segundos meditando las posibles opciones que surcaban mi mente opté por la más efectiva.
-Voy a ir a la sede de El Dominio, llegaré cuando caiga el sol, hay comida hecha, y si necesitas algo llama a Elisa. Ten cuidado Emma.- Le puse las manos en los hombros y le di un pequeño beso en la mejilla.
-Pero Alex, no podrás entrar, hay guardias armados vigilando cualquier entrada posible al edificio.
-No te preocupes por eso, no creo que le denieguen la entrada a la hija de una de las líderes de El Dominio.-Le dije sonriendo.
-No sabemos exactamente cuál es su labor, aunque conociéndote a ti y sabiendo que ella era igual a ti, es decir, tu igual a ella,- dijo riendo- seguramente tendrá un cargo importante.
Me despedí de mi hermana y me fui en dirección a la sede. Se encontraba algo alejada de la ciudad, por lo tanto decidí coger la bicicleta para tardar menos.
Hoy no tenía que ir a trabajar ya que era domingo, así tendría tiempo de encontrar a mi madre por la sede. Tardé 45 minutos en llegar, aparqué la bicicleta y me dispuse a entrar cuando uno de los guardias se colocó delante de mí impidiéndome el paso.
-Acreditación.-Espetó este.
-Alexandra Fray.-Dije sin bajar la cabeza.
-¿Fray?-Se rió.
Asentí.
Al cabo de unos segundos se oyeron unos pasos, se podría decir que pertenecían a una mujer ya que estaba presente el sonido de unos zapatos con tacón.
Se abrió la gran verja que daba paso a la sede, siempre me quedaba anonadada mirándola de pequeña.
Permanecí quieta observándola cuando una figura esbelta de mujer se colocó frente a mí.
-Dejadle pasar.- Ordenó esta.
Inmediatamente la puerta se abrió e hice ademán de levantar la mirada. No era ella, esta era portadora de una larga cabellera negra azabache y piel oscura, todo lo contrario a mi madre, que poseía un cabello rubio a la altura de los hombros siempre recogido en un moño.
-Vamos.- Espetó la mujer. -No me he presentado, soy Rachel, secretaria y administrativa de la sede.
Asentí.
-Yo soy Alexandra Fray.- Pronuncié.
-Sé quién eres.
Mi confusión se hizo aún más grande, tragué saliva y continué andando.
Nos adentramos en la sede de El Dominio. Íbamos caminando por un largo pasillo que conducía a la sala principal. Escuché el chirrido de una puerta, decidí dejarlo pasar y seguir caminando.
-Veo que aún posees esa belleza que te caracterizaba de pequeña.
Oí su voz, era ella, instantáneamente me giré para mirarla.
Quedé pasmada al ver su rostro, su cabello rubio recogido como de costumbre, sus ojos color miel, sigue estando igual que siempre.
Reprimí la sonrisa que se estaba formando en mis labios.
Se acercó a mí y me dio un abrazo que no correspondí. Miré por encima de su hombro y divisé la puerta que había chirriado, aún seguía abierta. Me separé de ella.
-¿Podemos hablar?- Pregunté.
-Por supuesto.
-Preferiría que fuera a solas.- Dije mirando a Rachel que aún se encontraba con nosotras.
-Yo ya me retiro. - Dijo esta.
Mi madre comenzó a caminar y yo seguí sus pasos. Llegamos a un patio interior que olía a flores y a incienso. Era un claustro, se solía hallar en monasterios, era el lugar de reunión de la comunidad eclesiástica y donde el abad organizaba las distintas tareas a seguir por los monjes. Antes la gente de la ciudad podía venir a visitarlo, hasta que El Dominio lo hizo formar parte de su sede.
-Todos los domingos veníamos contigo a este claustro, cada vez que paso por aquí me trae muy buenos recuerdos.- Pronunció.
-Y ¿Por qué te fuiste entonces? ¿Por qué ahora trabajas para ellos?- Le dije enfadada.
-Alex, si supieras lo que pasa entenderías por qué trabajo aquí.
-Explícamelo, quiero entenderlo.- Le pedí.
-No Alex, te pondría en peligro, a ti y a Emma, confía en mí por favor.
-No puedo confiar en alguien que me ha mentido durante tanto tiempo.- Dije dando media vuelta.
-Alex no voy a consentir que me hables así, soy tu madre.
-Tu ya no eres mi madre.
Dicho esto me encaminé a la salida.
Vi a lo lejos unos coches aparcados en la puerta y varios guardias de seguridad corriendo hacía el lateral de la sede.
-Disculpe.- Grité, pero no obtuve respuesta.
-Señorita Fray me temo que no va a poder salir de aquí hasta que se calme todo, hemos recibido esa orden, es por su seguridad.
Asustada por lo que podría estar pasando le hice caso al guardia y lo seguí de nuevo al interior de la sede.
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AHOGO
Teen FictionReflejando un posible futuro en la ciudad de Chicago. Esta se ve atacada por una enfermedad provocada por los antiguos pobladores de la tierra. Ahogo, la primera etapa de esta. Una rebelión hacia la libertad hizo que Alexandra Fray se viera involuc...