Capitulo II

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Lealtad, esa era la palabra que mi padre me repetía constantemente.
Si eres leal nadie te hará sufrir.

Para sobrevivir, debes ser leal a la ley, pero sobretodo, leal a ti misma.

Esa frase rondaba en mi cabeza constantemente, ¿Cómo mi padre, siendo un hombre humilde y dócil, sabía perfectamente que lo que El Dominio estaba haciendo no estaba bien? Él lo sabía, y sin embargo no me lo quería mostrar, no quería que yo conociera el mundo real, no quería...
-Alex! Dale ya el pan a la señora.
-Ay, disculpe, aquí tiene.
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, no me pasa nada, estoy bien, gracias.
-Si te encuentras mal puedes tomarte el día libre, ya lo recuperarás cuando estés en condiciones.
-Gracias Elisa, puedo continuar.
Salí de trabajar a las 19.00 de la tarde, iba caminando por la calle cuando me percaté del gran ruido que provenía de la otra acera. Crucé y vi a un grupo de gente gritando y pegando carteles en las paredes.
-No sabía que estaban permitidas las manifestaciones.
Le dije a un chico alto de cabellos rubios
-No lo están, pero ya no soportamos que nos digan lo que tenemos que hacer, no nos podemos quedar aquí, tenemos que luchar contra El Dominio.
En ese momento pensé, menuda panda de locos, no saben dónde se están metiendo.
-... por no hablar de lo que le hicieron a Will.
Ese nombre me sacó de mis pensamientos.
-Perdona, ¿Cómo has dicho?
-¿Lo de Will? Ah, eso fue una barbarie, le torturaron hasta matarle y aparte de todo, no le quieren dar el cuerpo a la familia para que lo entierren.
-Y, ¿Con qué fin le hicieron esas cosas?
-Will era un hombre que había estudiado mucho sobre la enfermedad, hizo pruebas y efectivamente, no vio rastro de ninguna, él pensaba que realmente la enfermedad de la que se habla que hay en el exterior no es cierta, el suero que nos inyectan cada semana es un chip localizador, es decir, localiza a la población para que no salgan al exterior.
-Pero eso es imposible, llevo toda mi vida oyendo hablar de la enfermedad y de gente que había muerto al padecerla.
-Todo es mentira, lo que El Dominio pretende es que la gente tenga miedo para así poder inyectarlo.
-Y, ¿sabes algo del hombre que apresaron junto con Will?
-No apresaron a nadie con Will, se lo llevaron a él solo.
-No, se llevaron también a mi padre.
-Pues yo no tenía ni idea.
En ese momento se me iluminó la cara, pensando que quizás mi padre siga vivo.
-Muchas gracias, nos vemos otro día.
Me fui rápido hacia la biblioteca de la ciudad y busqué en el ordenador;
William Hurbert
Fue apresado el 30 de Marzo de 2190...
Pero no aparecía el nombre de mi padre. Que extraño.

Llegué a casa y le preparé la cena a Emma que estaba haciendo un puzzle que me había regalado papá por mi quinto cumpleaños.
-Jo, Alex, esto está asqueroso.
-Si no te lo quieres comer dáselo a Amy. Pero la próxima vez te lo cocinas tu.
-Amy, ven aquí bonita, ven.
Me fui en dirección al despacho de mi padre. Era abogado antes de que El Dominio tomara el mando, éste creyó conveniente quitar a todos los abogados, jueces, y más cargos que pudieran interferir en la ley, así no se vería involucrado en problemas jurídicos. No llegaba a entenderlo, muchas preguntas sin respuestas surcaban mi mente.
-Ves Alex, a Amy tampoco le gusta.
Me reí ante el comentario de mi hermana y seguí buscando.
Entre libros y libros cogí uno que me llamó mucho la atención, en la portada se hallaba dibujada la sede de El Dominio, lo abrí y en ese momento una hoja calló al suelo. Me agaché para recogerla y cuando la tenía sobre mi mano miré sobre esta y vi los zapatos de Emma.
-¿Qué es eso?- Preguntó dudosa
-Ehh, no sé, se ha debido de caer de este libro.- Respondí recogiendo la hoja y guardándola en el libro.
-Ah, quiero verlo, enseñamelo.- Dijo entusiasmada.
-Venga Emma ve a dormir, ya es tarde- Dije cambiando de tema.
-Jo, Alex, nunca me enseñas nada, siempre tan misteriosa.- Dijo cabizbaja.
Acto seguido se marchó y yo volví a coger la hoja. En esta no había nada particular, solo unas letras, M. E. y unos números a mano 647286282, lo que parecía ser un número de teléfono. Estuve un rato comparando, y, efectivamente, se trataba de la letra de mi padre, lo había escrito él. En ese momento, me acordé que de pequeña me encantaba su letra, me gustaba imitarla, la tristeza me invadió al recordar aquellos momentos.

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